A WALTH WITHMAN
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
Walth Withman
HOMENAJE A WITHMAN
Abre tus ojos grandes, vuélvelos a la vida,
Abre tus ojos grandes, vuélvelos a la vida,
maestro de maestros, poeta de infinitas voces
y sonidos agudos sobre problemas graves.
Eres tú una réplica exacta de tus antecesores:
sabes solfear sin música,
caminar sin pies
y ver sin ojos;
eres exacto amigo, eres preciso,
como un reloj Big Ben…
eres la precisión para saber de migas y diretes,
eres la exactitud para saber de abismos y de alturas…
eres tú, Walth, amigo, maestro de maestros…
el único que supo condenar a la estrofa
y poner acento preciso en el verso libre…
Hojas de hierba en tu mirada,
hojas de hierba en tu respiración,
tus pasos signados por la hierba,
no sabían, ni imaginaban,
que tendrían como seguidores
a gente grande, como:
Rubén Dario,
León Felipe,
Federico García Lorca,
Jorge Luis Borges,
Wallace Stevens,
Allen Ginsberg,
a Neruda, a Lawrence, a Elliot o a Pessoa y sus ramas…
Podríamos decirte, hoy,
a la distancia del tiempo:
¡Oh capitán, oh, capitán
¿por qué nos abandonas cuando la marea es alta?
Oh, capitán, oh capitán,
¿por qué nos dejas a expensas del mar revuelto
y de la tempestad?
Oh capitán:
tú bien sabes, como amigo y maestro,
pero sobre todo como poeta
que la pobreza es extrema
si no se atiende el alma;
que la miseria es una cadena
si no se acude al oxígeno de la lectura.
Bien, muy bien que lo sabes, Walter querido,
Mi camarada amigo, maestro de tropelías
en las letras…
Walter, enséñanos a vivir,
de pie, ante los problemas;
enséñalos a respirar ante las tempestades…
enséñanos a leer la Biblia
con ojos de poeta;
enséñanos a mirar a todos
sin prejuicios
y a comer los platos esenciales
de la sexualidad,
sin cubiertos, ni arneses…
Y, qué suenen tambores…
a duelo por tu muerte;
que suenen para atajar
las voces del silencio.
Qué suenen, suenen fuerte,
tambores de poesía,
por todo el mundo y por todo el planeta,
para acallar infernos silenciosos
que atentan contra la poesía,
y ¡contra tu memoria!
En tu nombre, Walter,
pidamos paz al mundo,
para que la necrosis no domina e invada
todo espacio pudiente…
Pidamos paz y oremos,
oremos con la poesía de
de nuestros corazones,
inflamados de amor por el mundo que es triste,
por el mundo que vaga,
sin abrigo y sin dueño,
como navegando a la deriva…
Canta a ti mismo, Walter,
canta a los oídos de todos los humanos.
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