viernes, 19 de octubre de 2012

AMANECER A MEDIANOCHE

Todo fue simple, muy simple. Comenzó como no queriendo la cosa, y de ese modo se hilvanaron una tras otra situaciones. Parecía todo, haber sido preparado por una llave maestra, por alguien conectado con el Ser supremo, o por quien se empeñaba en hacer ver mal las leyes de la física y la química; o mejor, tendríamos que decir que las leyes de la biología.

Octavio, que así se llama nuestro personaje central, había pasado por unas semanas desastrosas; y no había duda, las cosas pintaban cada vez más mal -según lo decía él mismo para sus adentros-. Su mujer lo había abandonado apenas el lunes de esa semana, y eso fue suficiente para que Octavio pasara las peores noches de su vida entre el mismo lunes y apenas ayer, jueves...

-Pero hoy -dijo el interfecto- hoy me desquito y dormiré a pierna suelta. Hora tras hora, hasta lograrme reponer de este maldito insomnio que parece no quererme dejar por nada del mundo.

Octavio, meses atrás, había perdido el trabajo. Y eso bastó para que se desencadenaran miles de peripecias financieras de muy mala calidad. Las deudas no lo dejaban, ni a sol, ni a sombra. Los acreedores, desfilaban como en un circo de tres pistas; y el deudor tenía, por tanto, un genio de los mil demonios, cosa que puso a Olga al borde de lo que sucedió aquella tarde del maldito lunes.

Para cumplir su cometido, Octavio fue a la farmacia y compró el medicamento que Andrés le había recomendado, con el consejo muy subrayado de que no pasara la dosis de dos, o a lo sumo tres pastillas... -Pues no tienes idea los efectos que provocan -le espeto.

Octavio tenía muy bien puesta la menta en esas recomendaciones, y optó por un par de pastillitas. -Sólo un par y voy a sentir que viajo en un boing transatlántico, dijo siguiendo los pensamientos de Andrés.

De inmediato cayó atrapado por Morfeo. Pero nunca tomó en cuenta que su cansancio lo iba a llevar a alucinar como hipnotizado, es decir no recordó que él, desde pequeño, tenía tales problemas de sueño que fácilmente, cuando dormía, caía en estados de sonambulismo que lo llevaban a inventarse otra realidad.

Así ocurrió en aquella ocasión. Octavio, en las redes de Morfeo, tomó tal profundidad en el sueño, que apenas pasados escasos quince minutos, siguió durmiendo pero en estado sonámbulo, y en ese estado, combinación perfecta de la vigilia y el sueño. Él se comportaba como un zombie y hacía, y pensaba, cosas que no pertenecían a esta dimensión.

Fue en ese estado precisamente, pensando que aún no hacía lo que había hecho, que Octavio fue al frasco de la medicina e ingirió, una vez más, el prometido par de pastillas, cuando no había pasado ni una hora del primer par; luego, ya en viernes por la noche, siguió soñando, y continuó en su fatal estado sonámbulo y fue por un par más. De manera tal que llegó un momento -por suerte con intervalos ahora sí más espaciados- que ingirió hasta ocho pastillas, en conjunto, asunto que lo llevó hasta el lunes de la siguiente semana. 

Ya a mitad de lunes. Es decir a la medianoche, Octavio se puso los tenis, las calcetas y los pants y salió disparado a la calle con la certeza de que, a las 2 de la mañana -que esa era la hora real-, estaría en una soleada mañana de inicio de semana.

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