Taller
Por Salvador ElizondoDe la introducción a la antología MUSEO POETICO,
Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1974.
El panorama de la poesía mexicana de nuestros días se vuelve confuso a partir de los "Contemporáneos". Las tendencias se diversifican; Hay quienes tratan de ahondar en la veta de López Velarde, aunque con escasos resultados. Tablada lleva el ámbito doméstico a una potencia popular de interesantes resultados. Sus poemas sobre pericos y en particular su El caballero de la yerbabuena, representan el punto extremo a que ese populismo puede ser llevado, no sin traicionar, aunque sea inadvertidamente, la intención poética del maestro.
No está por demás señalar el hecho curioso de que casi todos los grupos de poetas mexicanos que como tales se identifican en la historia reciente, no obtienen esa identificación sino en función de sus diferencias cuando no en función del nombre de la revista en que publicaron sus poemas. Tal es el caso típico de los "Contemporáneos", cuya obra se prolonga hacia la siguiente promoción de poetas por vías insospechadas. Es curioso darse cuenta de cómo en el ámbito de la poesía religiosa mexicana, entroncan el poema de Ponce que remite al Madrigal de Cetina, con el soneto de Concha Urquiza (1910-1945) con el cual abre esta sección del Museo. Pero para los efectos de la poesía mexicana de la segunda mitad de los años cuarenta el acontecimiento que realmente tiene una gran importancia es la publicación de la revista "Taller" que salió entre 1938 y 1941. Los alumnos encontrarán en la lectura de esta revista la huella de un nuevo influjo que llegaba ahora, a la poesía mexicana, por obra del arribo de algunos poetas refugiados de la guerra civil en España. Ningún antólogo podrá negar el hálito de renovación o de consolidación que poetas como Luis Cernuda y Emilio Prados trajeron a la lírica de nuestro país; tal vez el sentimiento de una forma de "cantar" -en el sentido en que este verbo se entiende con relación a la poesía lírica-, cantar digo, el poema.
En mi opinión son tres los poetas que destacan en la época de "Taller". Uno de ellos es el que crea la continuidad de un cierto concebir poético que se toca con nuestro presente.
El propio Octavio Paz ha definido cuál es el cambio que se produjo en la poesía mexicana al hacer la crítica de Muerte sin fin, obra maestra de la poesía de los "Contemporáneos". Dice del gran poema de Gorostiza que "...es el monumento que la forma se erige a sí misma. Ese monumento es una tumba: la forma, al consumarse, se consume, se extingue. Es una transparencia: no queda nada por ver ni por decir... Un poema como este sólo se puede escribir al término de una tradición -y para terminarla-. Es la destrucción de la forma por la forma". Y concluye, después de recordar el último verso de Muerte sin fin, que "La poesía se fue efectivamente al diablo: se volvió callejera. Desde entonces hablará con otro lenguaje".1
No está por demás señalar el hecho curioso de que casi todos los grupos de poetas mexicanos que como tales se identifican en la historia reciente, no obtienen esa identificación sino en función de sus diferencias cuando no en función del nombre de la revista en que publicaron sus poemas. Tal es el caso típico de los "Contemporáneos", cuya obra se prolonga hacia la siguiente promoción de poetas por vías insospechadas. Es curioso darse cuenta de cómo en el ámbito de la poesía religiosa mexicana, entroncan el poema de Ponce que remite al Madrigal de Cetina, con el soneto de Concha Urquiza (1910-1945) con el cual abre esta sección del Museo. Pero para los efectos de la poesía mexicana de la segunda mitad de los años cuarenta el acontecimiento que realmente tiene una gran importancia es la publicación de la revista "Taller" que salió entre 1938 y 1941. Los alumnos encontrarán en la lectura de esta revista la huella de un nuevo influjo que llegaba ahora, a la poesía mexicana, por obra del arribo de algunos poetas refugiados de la guerra civil en España. Ningún antólogo podrá negar el hálito de renovación o de consolidación que poetas como Luis Cernuda y Emilio Prados trajeron a la lírica de nuestro país; tal vez el sentimiento de una forma de "cantar" -en el sentido en que este verbo se entiende con relación a la poesía lírica-, cantar digo, el poema.
En mi opinión son tres los poetas que destacan en la época de "Taller". Uno de ellos es el que crea la continuidad de un cierto concebir poético que se toca con nuestro presente.
El propio Octavio Paz ha definido cuál es el cambio que se produjo en la poesía mexicana al hacer la crítica de Muerte sin fin, obra maestra de la poesía de los "Contemporáneos". Dice del gran poema de Gorostiza que "...es el monumento que la forma se erige a sí misma. Ese monumento es una tumba: la forma, al consumarse, se consume, se extingue. Es una transparencia: no queda nada por ver ni por decir... Un poema como este sólo se puede escribir al término de una tradición -y para terminarla-. Es la destrucción de la forma por la forma". Y concluye, después de recordar el último verso de Muerte sin fin, que "La poesía se fue efectivamente al diablo: se volvió callejera. Desde entonces hablará con otro lenguaje".1
La obra poética de Octavio Paz (1914), de las tres que hemos designado como características de la poesía de la época de la revista "Taller" es la que ilustra más claramente el sentido que él mismo le atribuye a la poesía de este período: el sentido de que es algo esencialmente activo, que el poema es la entrada en acción de las palabras. Pero pasa con la obra de este poeta lo mismo que con la de Tablada, que se extiende a lo largo de un período muy vasto ya que su influencia en el desarrollo de la poesía mexicana es de gran importancia desde la época de "Taller" (1938-1941) hasta nuestros días. Paz es quien ha templado esa cierta torpeza experimentalista de Tablada. Mientras las del viejo poeta son experiencias consumadas de una sola vez y al primer intento, Paz ha sabido extraer muy bien el verdadero sentido de esos experimentos para darle una forma perfecta a sus propias creaciones. Si se considera, simplemente, la excelencia que este poeta ha conseguido en sus poemas más amplios como Piedra del sol, Cuento de dos Jardines, e inclusive Renga, con la aplicación de principios de composición poética que ya estaban esbozados en el Nocturno alterno de Tablada no se negará que ha sido este poeta quien ha recibido y prolongado ese sentimiento de verdadera modernidad que alienta en casi todas las mejores creaciones de la poesía mexicana reciente.
1 En la Introducción a la antología Poesía en movimiento, Editor Siglo XXI, México, 1966.
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