CONSTELACIÓN DE LA MEMORIA
Recordar una vida es en realidad armar siempre una novela. [...] una herida profunda y luminosa
ANA CLAVEL. La autora es narradora. Su libro Las ninfas a veces sonríen obtuvo el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska. (FOTO: ESPECIAL. )
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ANA CLAVEL
| DOMINGO, 22 DE JUNIO DE 2014 | 00:10
En Habla, memoria Vladimir Nabokov decía sentirse cautivado por ciertas armonías que la memoria urde cuando despliega las erráticas tonalidades del pasado. De la memoria han hablado lo mismoAristóteles que Marcel Proust, Shakespeare queJosé Emilio Pacheco. Y en las últimas décadas también neurofisiólogos y especialistas como Oliver Sacks.
Federico Campbell en su espléndido libro Padre y memoria, reeditado por editorial Océano, traza un mapa de brillantes intermitencias literarias y científicas sobre el tema. Refiriéndose al ensayo El cerebro de mi padreen el que Jonathan Franzen busca comprender los entresijos de la pérdida de identidad de su progenitor a partir del Alzheimer, Campbell señala: "La memoria es la persona. Prive usted a alguien de su memoria y dejará de existir como tal". Pero el cerebro no es un álbum de recuerdos fijos o fotografías inmóviles: cuando despierta de manera involuntaria, por ejemplo, a partir de la magdalena remojada en té que desata el mundo del pasado en la mente de monsieur Proust, dibuja una "constelación temporal" en la que se interconectan imágenes sensoriales e información semántica y emocional. La manera en que se entreteje, encontrando y delineando armonías, ecos, resonancias lleva al maestro Campbell a concluir: recordar consiste en construir narrativas que van dando sentido al pasado.
Al parecer la memoria y la creatividad están más cercanas de lo que, fieles a una objetividad historicista, nos atrevemos a aceptar. Pero ya en 1615Thomas Hobbes escribía: "La imaginación y la memoria son una y la misma cosa que por diversas consideraciones tienen nombres distintos". Afirmación que también sostiene Rosenfield en el libro La invención de la memoria(1988): la memoria no reproduce sino que inventa y reclasifica. Recordar es armar una reconstrucción imaginativa de manera nueva y sorprendente.
En El cerebro de mi hermano (Seix Barral, 2013), Rafael Pérez Gay se da a la tarea de reconstruir el proceso de la enfermedad neurodegenerativa del escritor José María Pérez Gay (1943-2013), su hermano mayor, guía, cómplice a pesar de una distancia de catorce años que la literatura y la vida vendrían a remediar después. Filias, un primer libro: Platero y yo para el hermano menor antes de que el mayor partiera becado a Alemania; fobias por la militancia adolescente del más joven y años más tarde —las vueltas de la existencia—, por la militancia del primogénito como asesor de un líder de izquierda. El mapa de aventuras y desventuras familiares compartidas, el amor filial y la pasión por los libros, los desencuentros, la reconciliación en la postración y la enfermedad. El autor de estas memorias suele referirse a ellas como un Informe negro de esa "casa a oscuras" en que se convirtió el cerebro de su hermano.
Sin duda la materia prima del libro es la biografía pero su entramado y edición, sus imágenes, asociaciones, reflexiones y metáforas para dar cuenta de la vulnerable condición humana son hechura de un gran arte novelesco: "Mientras veo las imágenes de las múltiples resonancias y tomografías, me pregunto en qué parte de esas luces y sombras del cerebro de mi hermano estáPiedra de Sol de Octavio Paz, el poema que mi hermano era capaz de decir de memoria en su mayor parte; dónde la memoria, en qué surco está mi madre, es decir, el recuerdo de mamá, dónde el padre. ¿Todo se ha perdido? ¿Así, de un plumazo, empezamos a ser nada, nadie, nunca?".
Recordar una vida es en realidad armar siempre una novela. Y si a ello se suman la inteligencia y el talento de un escritor verdadero, el resultado es una constelación fulgurante, una herida profunda y luminosa como la vida misma, con su dosis de dolor y de belleza.
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