La narrativa íntima de Aline Pettersson
Nadia Contreras
El amor y
el desamor, la vida o la muerte, son binomios que tejen la narrativa de Aline
Pettersson (México DF, 1938).
Sus novelas, como ella misma lo afirma, no se refieren a los grandes estruendos
de la vida, sino al rumor fuerte que nos habita, esos abismos y barrancos que
tenemos dentro.
Tantas veces la muerte
En la primera novela de Pettersson, Círculos,
publicada en 1977 (contenida enColores
y sombras. Tres novelas, Conaculta,
2010), el vacío y la insatisfacción caen como una losa sobre los hombros de
Ana. El entorno de su vida es perfecto: casada, madre de tres hijos, una
economía decorosa. No obstante, el tedio, la rutina, son círculos que giran en
torno a la vida que pudo ser colmada. Ana despierta a la agonía: “El día
comienza ya y yo no quiero, estoy cansada, muy cansada de dejar pasar uno
después de otro, días que nada traen, días vacíos.”
Un escenario semejante rodea la vida de Natalia. Pettersson,
autora también de libros de poesía:Cautiva
estoy de mí, Enmudeció mi playa y Ya
era tarde, este último publicado por el Fondo de Cultura Económica
en junio de 2013, devana la historia de Natalia y Brian, su matrimonio en
pedazos. En el libro titulado Las muertes de Natalia Bauer se aborda el hartazgo, el aburrimiento
en torno a la mujer.
Hay diversas maneras de contar una historia y cada autor despliega
trucos literarios que seducen maquiavélicamente al lector. La brevedad, el
monólogo interior y el “teatro escrito”, son recursos que Pettersson maneja a
la perfección. La mayoría de las novelas de la autora de Sombra
ella misma, son breves y por ello la tensión dramática se ve
fortalecida. El libro culmina cuando la vida de Natalia está a punto de
extinguirse. Muy al contrario de lo que uno espera, esa brújula de la
existencia perdida, Natalia se apropia del aliento del amor, le da forma (puede
llamarse Vicente o Guillermo), lo matiza. La muerte es para el cuerpo, no para
un espíritu libre.
Lo mismo ocurre con la novela Deseo (Alfaguara, 2011). A lo largo de
veintiún episodios, Leonora, niña y mujer, descubre las posibilidades de la
pasión, del deseo heterosexual y lésbico. Los años sesenta y setenta rompieron
(no del todo) las ataduras y Leonora se enfrenta a esos cambios. Son escenas
que van desde la inocencia que despierta hasta los encuentros completamente
carnales.
En una entrevista para este diario (7/VIII/2011),
la ganadora del Premio Latinoamericano y del Caribe Gabriela Mistral (1998)
comenta: “El hombre se va acondicionando en esa rutina y son estos cambios en
contra de la rutina los que permiten un renacimiento interior en la gente.”
El mito en el centro del caos de la
humanidad
Rosario Castellanos escribe: “¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se
vuelve/ la cara a la pared?/ ¿Se agarra por los hombros al que está cerca y
oye?/ ¿Se echa uno a correr, como el que tiene/ las ropas incendiadas, para
alcanzar el fin?” En la novela La noche de las hormigas (Alfaguara, 1997 y 2012), este poema
sustenta el impacto que toma al hombre por sorpresa y un chorro de sangre le
mancha el pantalón.
Alfonso no sabe qué hacer; la muerte siempre será un
acontecimiento imprevisto y quien la vive, así de pronto, no sabe si sujetarse
a los hombros del pasado o dejarse ir hacia lo más profundo de la noche. La muerte
de Alfonso ocurre en dos tiempos: el mito y la realidad. Es decir,
Elisa-Ifigenia y Alfonso. Estos discursos entrecruzan vida y muerte.
La muerte de Alfonso es injusta pero no para la otra realidad del
mito. El mito de Ifigenia lo salva. Luz Aurora Pimentel, en el prólogo al libro Obra
reunida(Alfaguara 2011), califica como “travesía de voces” la obra
de Pettersson. Así como la introspección es importante, lo serán los mitos, las
citas, las evocaciones de la música y la pintura. Pimentel escribe:
Una buena parte de la obra de Aline Pettersson es, en verdad, una
“travesía de voces”. […] Lo hemos visto en Las muertes
de Natalia Bauer, en donde, como en una suerte de bajo continuo musical, las constantes
citas y alusiones a La muerte de Virgilio, de Hermann Broch,
le dan una resonancia y una profundidad a la narración de Natalia, que de otro
modo tal vez no tendría, minimizada como está por la forma misma de narrar,
cotidiana, aparentemente inocua: el e-mail. Lo hemos visto
también en Casi en silencio; el Orlando de Virginia Woolf orienta la lectura,
le da voz y cuerpo andrógino a los diálogos virtuales de esta novela.
La conciencia
ante la incertidumbre y el abatimiento
La noche de las hormigas, titulada así por el
hormigueo en el cuerpo de Vigil y en la anécdota de la infancia que lo detiene
arriba de un hormiguero (a Ifigenia las velas de las embarcaciones del ejército
de su padre le parecen “puntos minúsculos como el ir y venir de hormigas”) y el
conjunto de la obra de Pettersson es reflejo de la sociedad en que vivimos. El
hombre vive en el corazón de la violencia y sobrevivir es privilegio de unos
cuantos. El mundo de hoy arrebata la sonrisa de los niños, la dicha de las
mujeres, la fuerza de los hombres. No hay soluciones. Y si las hay, corresponden
a intereses particulares.
La narrativa escrita por mujeres es, desde luego, más que interesante.
Las propuestas son muchas pero caben las siguientes para adentrarse en esta
literatura de sentidos muy amplios: En silencio,
la lluvia (2008), de Silvia Molina; Saña(2007), de Margo
Glantz; El tren pasa primero (2005), de Elena
Poniatowska; La muerte me da (2007), La frontera más distante (2008) y Los muertos indóciles,necroescrituras y
desapropiacion (2013), de Cristina Rivera Garza.
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