lunes, 23 de junio de 2014

LA NARRATIVA ÍNTIMA DE ALINE PETTERSSON, Nadia Contreras




La narrativa íntima de Aline Pettersson
Nadia Contreras

El amor y el desamor, la vida o la muerte, son binomios que tejen la narrativa de Aline Pettersson (México DF, 1938). Sus novelas, como ella misma lo afirma, no se refieren a los grandes estruendos de la vida, sino al rumor fuerte que nos habita, esos abismos y barrancos que tenemos dentro.



Tantas veces la muerte

En la primera novela de Pettersson, Círculos, publicada en 1977 (contenida enColores y sombras. Tres novelas, Conaculta, 2010), el vacío y la insatisfacción caen como una losa sobre los hombros de Ana. El entorno de su vida es perfecto: casada, madre de tres hijos, una economía decorosa. No obstante, el tedio, la rutina, son círculos que giran en torno a la vida que pudo ser colmada. Ana despierta a la agonía: “El día comienza ya y yo no quiero, estoy cansada, muy cansada de dejar pasar uno después de otro, días que nada traen, días vacíos.”
Un escenario semejante rodea la vida de Natalia. Pettersson, autora también de libros de poesía:Cautiva estoy de mí, Enmudeció mi playa y Ya era tarde, este último publicado por el Fondo de Cultura Económica en junio de 2013, devana la historia de Natalia y Brian, su matrimonio en pedazos. En el libro titulado Las muertes de Natalia Bauer se aborda el hartazgo, el aburrimiento en torno a la mujer.


Hay diversas maneras de contar una historia y cada autor despliega trucos literarios que seducen maquiavélicamente al lector. La brevedad, el monólogo interior y el “teatro escrito”, son recursos que Pettersson maneja a la perfección. La mayoría de las novelas de la autora de Sombra ella misma, son breves y por ello la tensión dramática se ve fortalecida. El libro culmina cuando la vida de Natalia está a punto de extinguirse. Muy al contrario de lo que uno espera, esa brújula de la existencia perdida, Natalia se apropia del aliento del amor, le da forma (puede llamarse Vicente o Guillermo), lo matiza. La muerte es para el cuerpo, no para un espíritu libre.

Lo mismo ocurre con la novela Deseo (Alfaguara, 2011). A lo largo de veintiún episodios, Leonora, niña y mujer, descubre las posibilidades de la pasión, del deseo heterosexual y lésbico. Los años sesenta y setenta rompieron (no del todo) las ataduras y Leonora se enfrenta a esos cambios. Son escenas que van desde la inocencia que despierta hasta los encuentros completamente carnales.
En una entrevista para este diario (7/VIII/2011), la ganadora del Premio Latinoamericano y del Caribe Gabriela Mistral (1998) comenta: “El hombre se va acondicionando en esa rutina y son estos cambios en contra de la rutina los que permiten un renacimiento interior en la gente.”



El mito en el centro del caos de la humanidad

Rosario Castellanos escribe: “¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve/ la cara a la pared?/ ¿Se agarra por los hombros al que está cerca y oye?/ ¿Se echa uno a correr, como el que tiene/ las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?” En la novela La noche de las hormigas (Alfaguara, 1997 y 2012), este poema sustenta el impacto que toma al hombre por sorpresa y un chorro de sangre le mancha el pantalón.

Alfonso no sabe qué hacer; la muerte siempre será un acontecimiento imprevisto y quien la vive, así de pronto, no sabe si sujetarse a los hombros del pasado o dejarse ir hacia lo más profundo de la noche. La muerte de Alfonso ocurre en dos tiempos: el mito y la realidad. Es decir, Elisa-Ifigenia y Alfonso. Estos discursos entrecruzan vida y muerte.

La muerte de Alfonso es injusta pero no para la otra realidad del mito. El mito de Ifigenia lo salva. Luz Aurora Pimentel, en el prólogo al libro Obra reunida(Alfaguara 2011), califica como “travesía de voces” la obra de Pettersson. Así como la introspección es importante, lo serán los mitos, las citas, las evocaciones de la música y la pintura. Pimentel escribe:

Una buena parte de la obra de Aline Pettersson es, en verdad, una “travesía de voces”. […] Lo hemos visto en Las muertes de Natalia Bauer, en donde, como en una suerte de bajo continuo musical, las constantes citas y alusiones a La muerte de Virgilio, de Hermann Broch, le dan una resonancia y una profundidad a la narración de Natalia, que de otro modo tal vez no tendría, minimizada como está por la forma misma de narrar, cotidiana, aparentemente inocua: el e-mail. Lo hemos visto también en Casi en silencio; el Orlando de Virginia Woolf orienta la lectura, le da voz y cuerpo andrógino a los diálogos virtuales de esta novela.



La conciencia ante la incertidumbre y el abatimiento

La noche de las hormigas, titulada así por el hormigueo en el cuerpo de Vigil y en la anécdota de la infancia que lo detiene arriba de un hormiguero (a Ifigenia las velas de las embarcaciones del ejército de su padre le parecen “puntos minúsculos como el ir y venir de hormigas”) y el conjunto de la obra de Pettersson es reflejo de la sociedad en que vivimos. El hombre vive en el corazón de la violencia y sobrevivir es privilegio de unos cuantos. El mundo de hoy arrebata la sonrisa de los niños, la dicha de las mujeres, la fuerza de los hombres. No hay soluciones. Y si las hay, corresponden a intereses particulares.

La narrativa escrita por mujeres es, desde luego, más que interesante. Las propuestas son muchas pero caben las siguientes para adentrarse en esta literatura de sentidos muy amplios: En silencio, la lluvia (2008), de Silvia Molina; Saña(2007), de Margo Glantz; El tren pasa primero (2005), de Elena Poniatowska; La muerte me da (2007), La frontera más distante (2008) y Los muertos indóciles,necroescrituras y desapropiacion (2013), de Cristina Rivera Garza.

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