Tributo al
Hombre delgado
Las ficciones terroríficas en
internet han alcanzado ya una especie de subgénero extraño de literatura
no-literaria, anónima e híbrida, conocida como creepypasta; una de esas
invenciones ...
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ALBERTO CHIMAL/ DOMINICAL
El sábado 31 de mayo, cerca del pueblo de Waukesha, Wisconsin, en
Estados Unidos dos chicas de 12 años apuñalaron 19 veces en brazos, piernas y
torso a una amiga de ambas. La dieron por muerta y la abandonaron en un área
boscosa, pero sobrevivió. Según los reportes disponibles, cuando las dos
cómplices fueron arrestadas confesaron haber pasado largo tiempo planeando el
asesinato, y también que su intención era ganar, mediante esa “ofrenda de
sangre”, el favor de un ser imaginario.
Las dos —se dice— creían o creen literalmente en la existencia de Slenderman, una criatura sobrenatural que aparece en muchas historias de miedo
publicadas en internet y a la que se atribuyen extraños poderes, muertes
“inexplicables” y gusto por los sacrificios humanos. Las imágenes que presuntamente
documentan las muertes son fabricadas, por supuesto, y los textos que las
“explican” nunca contienen datos verificables, pero las chicas de Waukesha no
habrían tenido problemas para creer en ellas; cuando las arrestaron iban por
una carretera, presuntamente en busca de la “mansión” mágica de Slenderman, a la que creerían haber ganado el derecho de
entrar…
Muchas opiniones publicadas sobre el crimen dudan que sus motivos e
impulsos pudieran haber sido tan absurdos. Haría falta conocer qué más ocurría
en las vidas de esas adolescentes: los rituales privados y compartidos de otros
casos de parejas homicidas pueden —como los de muchos asesinos múltiples—
descansar en un conjunto de ideas, argumentos y símbolos sin sentido para
quienes los observamos desde “afuera”. Entretanto, otra pregunta aledaña puede
responderse fácilmente: de dónde provienen Slenderman y sus historias. Se
conocen los orígenes del personaje y sus diferentes versiones; se sabe también
que pertenece a una serie de diferentes prácticas creativas, surgida en blogs,
foros y otros sitios de aficionados a la ficción en línea: una especie de
subgénero —o un conjunto de ellos, vasto y variado— al que se conoce como creepypasta.
La palabra puede sonar ridícula pero proviene de la mutación de términos
y conceptos ya existentes. La información viral, que sus propios lectores
propagan por redes sociales y otros espacios de internet, existe desde los
primeros tiempos de popularización de la red a fines del siglo pasado: su forma
original era la de simples bloques de texto que se copiaban y pegaban en
páginas o mensajes. Esta acción (copy-paste) dio origen al nombre copypasta, que primero se
refirió a fragmentos de texto que se reproducen deliberadamente en las redes.
La palabra creepypastanombra primero a un
subconjunto “inquietante” (creepy) de lascopypastas, pero a la vez amplifica el sentido inicial del término al permitirle
incluir imágenes, video y cualquier otra forma de información transmisible en
línea: es toda narración potencialmente viral que además sea perturbadora, “de
susto”.
En su forma, por tanto, las creepypastas tienen
relativamente poco en común. Hay desde textos más o menos convencionales hasta
colecciones de imágenes o videos con poco más que pies y apoyaturas. También
hay incontables argumentos distintos: Slenderman aparece solo en una
pequeñísima parte de ellos. La característica que une a todas las historias es
su intención de sugerir, siempre dentro del planteamiento de su propia ficción,
que “podrían ser verdad”: que el material presentado es un documento auténtico,
meramente hallado por quien lo publica.
La influencia de películas como El proyecto de la bruja de Blair (Myrick
y Sánchez, 1999) es evidente, al igual que el contacto con los simulacros y
falsificaciones que la tecnología actual ha vuelto asequibles a millones de
personas, y que forman gran parte del consumo cotidiano de información en
internet. Detalles imprecisos en los textos oscurecen los hechos e impiden toda
posible verificación; las imágenes están hechas para parecer descuidadas
—desenfocadas, granulosas, distorsionadas, mal compuestas— de modo que sus
errores parezcan signos de espontaneidad, es decir, de verdad…, como opuesta a
las reglas de estilización que la ficción convencional ha mantenido por décadas
en los medios, y también a sus modos habituales de transmisión y creación de
autoría. Ésta suele ser difusa, por cierto: la apropiación de historias, su
transformación de unas en otras, es constante y compleja.
Slenderman comenzó como dos imágenes fabricadas en el foro de internet Something
Awful: su creador, un usuario del sitio llamado Erik Knudsen, las publicó en
2009 con el seudónimo Victor Surge para participar,
justamente, en un concurso de fotografías trucadas. Lo primero que se ve en
ambas fotos es un grupo de personas cualesquiera: El Hombre delgado está muy en el fondo, monstruosamente
alto y delgado (de ahí su nombre), vestido con una especie de traje negro,
amenazante por impreciso y porque nadie en el entorno de la propia imagen
parece notar su presencia.
Knudsen, sin proponérselo, estaba creando una nueva versión de la idea
ancestral del invasor desde Afuera, del Otro que penetra en una comunidad sin
que nadie se dé cuenta y que jamás podrá ser comprendido del todo: que será
siempre una amenaza… Y el personaje prendió: miles lo han utilizado para crear
más historias de sus apariciones y han agregado poco a poco una serie de
características y habilidades alarmantes.
Slenderman tiene afinidad con precursores y sucesores en muchísimos lugares de la cultura
popular de occidente. Sin embargo, la forma en que su mito ha sido alimentado
no por una gran empresa de medios, ni siquiera por creadores profesionales de
historias, lo acerca al mundo clandestino de la fanfiction, las leyendas
urbanas y otras formas de creación que están parcial o totalmente en conflicto
con la imaginación homogeneizada desde arriba que parecía la esencia de la
cultura de masas al final del siglo XX. Esto es relevante no solo por su
relación momentánea con un caso criminal: ¿qué significa el hecho de que el
mundo de la narración en línea tenga tantos aspectos en conflicto con lo que
llamamos convencionalmente ficción?
Una pregunta más frecuente en nuestra época es ésta: “Qué podría la
ficción literaria frente a la ficción en que se ha transformado la existencia
misma”. Cristina Rivera Garza la escribió exactamente así para discutir la obra
de autoficción de Karl Ove Knausgård, elogiada por cómo parte de la literatura
y juega a negarla: a acercarse a la pura experiencia humana como a un límite
asintótico de lo literario. La de Knausgård es —como otras— la historia
contemporánea de un creador que parte de una posición ortodoxa dentro del mundo
de la literatura y luego reniega de ella para buscar algo diferente.
Pero la pregunta no solo es un problema literario, y otras de sus
posibles respuestas podrían no tener en absoluto un origen en la literatura:
podrían ignorar del todo a la literatura como oficio, práctica gremial, símbolo
de estatus… Así ocurre, para decirlo claro, con la ficción en línea a la que
lascreepypastas pertenecen.
En los días posteriores al crimen de Wisconsin, los encargados del sitio
Creepypasta.wikia.com —del que provienen las versiones de Slendermanque leyeron las dos chicas de Waukesha— se
sintieron obligados a publicar un mensaje en el que condenaban lo hecho por
ambas adolescentes y remataban con esta afirmación: “Somos un sitio literario y
no un loco culto satánico” (We are a literature site, not a crazy
satanic cult). Desde un punto de vista ortodoxo, su deslinde es innecesario y su
reclamo absurdo: de entrada las creepypastas estarían privadas
de cualquier aspiración o posibilidad de reconocimiento “literario”, artístico,
por ser creación que no se define, produce ni difunde por los canales
“adecuados”, sean del canon o del mercado, y por no contar con la validación de
ninguna autoridad convencional.
Sin embargo, por esa misma razón, esas historias existen libres del
perjuicio de toda descalificación elitista, o de cualquier otro tipo, de las
que cierran el campo de lo que ha terminado por ser “lo literario”. A la vez,
su respuesta a la pregunta sobre la ficción de la existencia, sobre la
saturación y la desmemoria y el falseo incesantes de la vida contemporánea, es
diferente a la de autores como Knausgård. Estos creadores desean conservar la
posibilidad de la ficción, que al menos una parte del mismo gremio literario
rechaza. Hay una subversión pequeña pero innegable en esto: la imagen
convencional del no-literato (de quien no ha sido validado como literato) es la
del no-creador, el receptor acrítico, el consumidor y, en muchos casos, el
creyente. El que no dispone de las herramientas y los saberes que le
permitirían “distinguir lo real”. Pero la ficción permite a quien la intenta la
hazaña simplísima de “no creer literalmente lo que está contando”: crear, a
sabiendas, representaciones, expresiones transitorias pero vívidas y
conmovedoras de lo subjetivo (que no deja de existir: que no deja de ser parte
de la realidad de cualquier existencia, por muy lejana que ésta pueda estar de
los artificios con los que la literatura convencional representa lo subjetivo)
para que éstas no deban ser o descartadas de plano o convertidas en
literalidad.
Como otras formas aledañas de escritura no profesional, no gremial y
sobre todo no comercial, las creepypastas, que juegan
constantemente a proyectar el horror en la vida de quien mira el mundo a través
de una pantalla, son una expresión del vacío, de la angustia y el caos del
exceso de información: de la creciente imposibilidad de discernir una
“realidad” objetiva con la que obtener certidumbres para la mera vida
cotidiana. Su auténtico punto de partida es la anomia no de un par de
adolescentes o un grupo de excéntricos, sino del Occidente actual: la angustia
compartida (o compartimentada) en un mundo desligado y carente de sentido más
allá de las excitaciones o terrores más inmediatos.
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