Acné y cortisona
—Charles Bukowski
—Charles Bukowski
«Tenía granos y erupciones en toda mi cara, espalda, cuello e incluso en mi pecho. Me aconteció justo cuando empezaba a ser aceptado como líder y chico duro. Yo todavía era un duro pero ya no era lo mismo.
Tuve que retirarme y mirar a la gente desde lejos. Siempre tuve problemas con las chicas, y con la piel destrozada se convirtieron en imposibles. Las chicas eran más inaccesibles que nunca. Algunas de ellas eran verdaderamente bonitas: sus vestidos, su pelo, sus ojos, la forma en que se movían. Tan sólo andar por la calle al atardecer con alguna, ya sabes, hablando de todo y nada, creo que me hubiera hecho sentirme muy bien. Además, aún había algo en mi interior que continuamente me creaba problemas. La mayoría de los profesores no confiaban en mí, ni yo era de su agrado, especialmente las profesoras. Nunca dije nada fuera de lugar, pero ellas alegaban que el problema era «mi actitud». Algo que tenía que ver con el modo en que me recostaba en mi asiento y el «tono de mi voz». Normalmente me acusaban de «burlarme» aunque yo no era consciente de ello. A menudo me echaban al pasillo fuera de la clase o era enviado al despacho del director come mierda. El director siempre actuaba de igual modo. Tenía una cabina telefónica en su despacho y me hacía permanecer de pie en ella con la puerta cerrada. Pasé muchas horas en la cabina telefónica. El único material legible era la Revista del Hogar Femenino. Aquello era tortura deliberada. De todos modos leía la Revista del Hogar Femenino. Llegué a leerme todos los números. Esperaba que al menos aprendiera algo de las mujeres.»
Tuve que retirarme y mirar a la gente desde lejos. Siempre tuve problemas con las chicas, y con la piel destrozada se convirtieron en imposibles. Las chicas eran más inaccesibles que nunca. Algunas de ellas eran verdaderamente bonitas: sus vestidos, su pelo, sus ojos, la forma en que se movían. Tan sólo andar por la calle al atardecer con alguna, ya sabes, hablando de todo y nada, creo que me hubiera hecho sentirme muy bien. Además, aún había algo en mi interior que continuamente me creaba problemas. La mayoría de los profesores no confiaban en mí, ni yo era de su agrado, especialmente las profesoras. Nunca dije nada fuera de lugar, pero ellas alegaban que el problema era «mi actitud». Algo que tenía que ver con el modo en que me recostaba en mi asiento y el «tono de mi voz». Normalmente me acusaban de «burlarme» aunque yo no era consciente de ello. A menudo me echaban al pasillo fuera de la clase o era enviado al despacho del director come mierda. El director siempre actuaba de igual modo. Tenía una cabina telefónica en su despacho y me hacía permanecer de pie en ella con la puerta cerrada. Pasé muchas horas en la cabina telefónica. El único material legible era la Revista del Hogar Femenino. Aquello era tortura deliberada. De todos modos leía la Revista del Hogar Femenino. Llegué a leerme todos los números. Esperaba que al menos aprendiera algo de las mujeres.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario