CUANDO DESEAS EN EXCESO
lugar 10- Quinta da Regaleira- sintra - Portugal
En el antiguo territorio de Sintra bajo pintoresco verdor de sus cerros habia dos ciudades mágicas llamadas Agualva-Cacem, y Queluz, llenas de castillos preciosos medievales , monumentales elevaciones de piedra afirmadas en el terreno rocoso , muchas veces mirando el mar , ora la tierra.
Vivía en Agualva- Cacem una mujer muy desdichada llamada Dinorah , al punto que su rostro se ocultaba en largos mantones negros , tanto asi su cuerpo; esta mujer tenia cinco pequeños niños de ojos saltones tristes, todos alcanzados por una hambruna propia de guerra , llevados a comer raíces de hortalizas salvajes y leche de su única cabra Calipsa.
Habitaban una casa cueva de Agualva- Cacem . Ella, de tanta tristeza habia olvidado su nombre, creía que a ojos del pueblo era un espectro, se sentía del mundo de los muertos porque había perdido a su amado esposo y , tal las cosas vivía en un silencio exterior que solo quebraba para llamar quedamente a sus niños con un hilo de voz, a punto de olvidar pronunciar sus nombres cuando les dejaba una galleta de agua y un cazoncito de leche de cabra en su mesa de madera rústica.
Algún tiempo esta mujer fue una belleza, su cabellera de oro caía en cascada por sus hombros y sus ojos eran dos bonitos luceros brillantes, su cuerpo era de espiga y sus largas piernas, las de un alegre cervatillo fino . Se enamoró de un joven hermoso y éste de ella y hasta ahi todo hermoso porque se casaron y vivieron felices hasta el nacer del quinto niño , una vida tranquila ,sosegada tuvieron los cónyuges .Siempre el hogar estuvo en Agualva -Cacem y nada faltaba en la mesa ni la risa en el hogar. Pero ambos jóvenes eran ambiciosos y empezó un descontento con la situación ' que quisieramos comer un queso más rico ' ' que los vinos del señor son de lo mejor y estos son de cava vieja ' ' que los zapatos ...' ' que nuestros muebles ...' y asi olvidados de agradecer pensaron ambiciosos aunque honrados , que un nuevo trabajo los haría más ricos y podrían tener lo que deseaban.
Un día vino un mensajero con una misiva para su esposo , Ferdinand recibió su carta, era de un habitante conocido de Queluz , que le ofrecía un trabajo en casa del Marquéz de Queluz , de aceptarlo , tendrían que separarse- aunque en cuanto pudiera comprar su caballo- Ferdinand dijo volvería a su hogar. Al día siguiente partió con el mensajero en lomos de un caballo blanco como el alado pegaso de los cuentos.
Antes de llegar a Queluz mientras atravesaban un bosquecito cercano y solitario el caballo levantó horrorizado sus patas delanteras y el mensajero desapareció dejando en el piso a Ferdinand . Una oscuridad se cernía de pronto y plomizas nubes cayeron sobre el bosque hasta que el caballo blanco desapareció de su vista .
Ferdinand se encontró solo cuando de pronto una hermosa mujer, imponente , de rostro de filigrana , alas transparentes de libélula, ceñida silueta y armoniosos cabellos rojizos sueltos llamada Sibila se presentó ante él y dando un golpe de vara contra los álamos ,ofrecíole un copioso tazón de cereales y leche y botellines de licor perfumados, a la vez que le hizo incorporar de forma amorosa para alimentarse . Mientras esto sucedia la enigmática mujer empezó a besarlo apasionadamente . Tomado por sorpresa y por la fuerza cuando la mujer lo liberó de su sexual asedio , intentó expresar que no era hombre libre y que amaba a su mujer y debía volver con ella.
Como las hadas maléficas lo que menos soportan es una negativa de su amado, estalló en ira , por ello blandió un látigo en el aire y envolvió las piernas a su enamorado y el bosque ardió. Sibila amenazó que haría llegar el fuego hasta la misma cueva donde dormían su esposa y sus niños si él no la aceptaba como su mujer.
El joven Ferdinand se negaba a quedarse con este súcubo de extraño mundo y quería regresar con los suyos, lamentando internamente sus pensamientos de ambición y fortuna que ahora pensaba no eran para él. Intentó rogar a la mujer con su mejor forma que lo liberara , mientras veía crecer las llamas, que imparables tomarían el seco campo y accederían a la cueva transformándose en un monóxido letal con los suyos. En su desesperación oró para que algo los salvara.
Entonces acertó a pasar por ese lugar un monje cartujo de los devotos de San Bruno , haciendo el paseo semanal en soledad y contemplación, alertado por los gritos e imploraciones de un hombre joven y sin poder advertir la figura de la mujer , vio a lo lejos las altas llamas e intuyó el peligro , al escuchar más de cerca al joven supo de la trampa donde había caído e intentó salvarlo luchando contra el súcubo con su Cruz de madera que portaba en un bolsillo mientras encomendaba la intercesión de la Gran Señora Madre con la oración aprendida en las tardes del convento.
Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genitrix,
Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus,
Sed a periculis cunctis libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.
Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus,
Sed a periculis cunctis libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.
Grande la fuerza que recibieron sus brazos, acostumbrados a cortar la leña a diario como tarea de su Orden , como un poder para detener el fuego y salvar al joven de su atadura . Luego de bendecirlo y sin decir otra palabra el monje solitario siguió humildemente su camino y Ferdinand se vio solo y libre .Se incorporó agradeciendo al cielo y continuó solo su camino más con sus sentidos alterados se extravió en la noche en el boscoso espacio donde las bestias aullaban.
Repuesta de la lucha, Sibila no cedió y se presentó más adelante bajo la forma de una humilde labriega de ojos bondadosos al joven que caminaba horriblemente perdido en el bosque y sin caballo. Con gesto bondadoso se ofreció a llevarlo ciudad arriba por los escarpados caminos que conducían a la casa del Marquéz, el joven medio atontado por la experiencia agradeció e iba contando que ese trabajo le permitiría dar mejor alimento a su mujer y cinco niños que tanto amaba . La labriega al oir nuevamente esto , sintió una oleada de furia y celos irreprimible y sacando un puñal de su bolsillo intentó clavárselo en el pecho , pues ese hombre nunca se enamoraría de ella . Forcejeando con ella para librarse de su puñal fueron paso a paso retrocediendo ambos hacia al borde de un oscuro abismo, de pronto trastabilló y cayó a una profundidad sin fin , era el oscuro castillo Quinta da Regaleira en cuyo fondo un lago azul corre como agua subterránea. Al caer escuchaba la horrible carcajada de Sibila gritando -¡¡¡ Ferdinand, ahi eres mío, para siempre , no escaparás !!! ¡ aquí he encerrado a todos los hombres que me negaron su amor , quedarás aqui hasta morir !
Así pasaron los días por tiempos infinitos para Ferdinand , sus ojos ennublecieron en la profundidad sin casi percibir un rayo de luz solar y curiosamente sin recibir alimento se sentia fuerte como si lo recibiera , condenado a no poder salir de ese encierro ya que el embudo de muchísimos metros de piedra era imposible de escalar y los pocos que se animaban a acercarse al lugar perdían la audición o ¿ no escuchaban sus gritos ? o ¡era que ya no gritaba!, en esas dudas nunca entraba el amor por su esposa y sus niños a los que extrañaba muchísimo y oraba en su soledad por que estuvieran a salvo.
También asi pasaron los días para Dinorah, que se moría día a día de tristeza sostenida apenas por las caritas amadas de sus niños.
***
Pero el piadoso corazón del Amor que todo lo ve y siente, se presentó un día y abriendo las compuertas del lago interior , supo que Ferdinand seguía amando a los suyos y lo perdonó en su error de ambición - castigando a Sibila hasta su muerte como solo el Amor puede contra el mal- , enviando a las hadas buenas del mar para que con ayuda de sus hermanos tritones lo arriaran río arriba liberándolo del encierro.
Luego lo condujeron a su pueblo por un seguro camino bordeado de pequeñas flores hasta su cueva hogar donde encontró a su mujer enlutada por su pérdida y sus niños de ojos saltones y tristes a los que se abrazó con todas sus fuerzas mientras estrellitas de polvo áureo como bendiciones de las hadas, se derramaron sobre ellos.
Mientras las hadas menores jugaban con los niños estimulando de nuevo sus sonrisas adormecidas ,Dinorah y Ferdinand se prometieron no dejarse tentar más por la absurda ambición y se abrazaron con fuerza y amor, agradecidos por estar vivos y unidos nuevamente.
Las hadas tapiaron el fondo de la torre haciendo con sus varitas un fondo de piedra y con sus amigos los elfos construyeron ventanillas para que la torre pudiera ser visitada sin temor. Y esto no pasaba desde los tiempos de aquel rey Alfonso I que reinó en Portugal hace ya un tiempo del que no tengo memoria para contaros más.
MARISA ARAGÓN WILLNER
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