Hoy me encuentro el la buhardilla empolvada de recuerdos
donde una vez hubo una camisa amarilla que atesorabas
porque yo no estaba...
Hubieron esperas en Navidad... Pero yo no lo sabía...
Estabas tan lejos... Tan ausente
que hasta el sonido de tu voz se fue haciendo olvido...
Los arbolitos se iluminaban detrás de las ventanas
algunos eran siempre el mismo... Como el tuyo.
A veces yo no tuve el mío...
Y a veces lloraba...
Era Navidad y la misa de Gallo y la abuela con su rico perfume
me abrazaba en sigilo al tañer de las campanas
¡y yo era tan linda!...
Siempre queriendo huir no se adónde con mi silueta de mariposa
con mis ojos tristes llenos de silencio
perdida entre brumas de la Blanca Navidad...
Llegaba Navidad y el cuchillo del infortunio
se clavaba en el vacío de las ausencias y la herida sangraba
entre cantos y risas distantes de otras mesas...
-Un señor me regaló una orquidea y yo sonreí
con mi vestido azul a lunares blancos,
¡y yo era tan linda!
Y tenía miedo...
Y vos no estabas para custodiar
el tesoro de mi juventud,
y mi alma se lamentaba
en la vorágine del bullicio de los otros...-
Era Navidad y Jesús me cuidaba desde su pesebre.
Siempre íbamos a misa
entre los estallidos de las luces y los fuegos artificiales
apresurábamos nuestros pasos...
Pero el fuego verdadero iba por dentro
y las luces de la Parroquia y el amor derramado me consolaban...
La soledad no se sacia nunca y el hambre de amor no se colma jamás
y aunque vengo de otra Navidad y otra y otra y otra
aquellas no se olvidan
porque están en un rincón empolvado
en la buhardilla de mis recuerdos
mientras la niña que la habita
con anhelos de amor que no se hartan
y la llaga de la soledad persiste,
permanece eternamente en su Blanca Navidad...
Lilian Viacava Dama de la Poesía
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