martes, 1 de julio de 2014

EL GOL, NUEVO PARAÍSO, Honorio Robledo


El gol, nuevo paraíso
Honorio Robledo

Troquelados por El Pecado, olvidamos las Grandes religiones Solares, promotoras de la cachondería. Brasil construyó otra historia, impregnó su territorio con una fuerza oscura: la Macumba, morigerada por la santería, con divinidades más generosas. Acompañadas por el tambor, elemento mágico apoyado por Xangó (que donó su piel como parche) nació el ritmo que marca la cadencia del Carnaval, máxima fiesta mundial de la sensualidad, y la capoeira, espectacular y vistosa lucha. De esa rítmica se desprenden la bossa nova y la samba; todo un pueblo baila con esas creencias envolventes y pegajosas.

Pero la más destacada de sus religiones es el futbol, fiesta y carnaval; el jogo bonito, recompensado con cinco campeonatos y con varios jugadores elevados a la categoría de santos mayores.

Ahora, en el Brasil 2014, celebramos la edición tropical de la máxima liturgia futbolera, orquestada por la FIFA, país supranacional cuyo territorio se establece en todos los estadios del mundo. Su presupuesto es mayor que el de la mitad de los países que participan (sin oportunidad de colarse a las finales: abultan el número de trasmisiones y caen “de cara al sol”, con todo su amor a la camiseta).

La FIFA, país sin bandera, ha troquelado al más popular de los dioses modernos: la otrora Copa Jules Rimet, ídolo de oro que es venerado, codiciado y consumido por gran parte de la humanidad. Su Adoración Mayor se repite cada cuatro años. Para garantizar la fiesta ha establecido una serie de filtros y de acciones para que ningún equipo emergente se lleve la copa a un país donde la economía no remunere dividendos (verbigracia Camerún, cuya población mayoritaria no tiene televisor, o México, el mayor consumidor de piratería).
Las acciones de control de la FIFA inspiran a la ciencia ficción: repasemos el caso del Jabulani, balón diseñado para el campeonato pasado. El hechicero de una tribu sudafricana hizo una Macumba al balón: al “sacrificarlo”, el objeto estalló violentamente. Un científico, al ver en las noticias el testimonio del único sobreviviente, consiguió otro balón. Al examinarlo con rayos X descubrió una complicada red de hilos de oro, cápsulas de vanadio, gases y un productor de telerones, micropartícula que distorsiona la voluntad y los reflejos. ¿Para qué una maquinaria así? Cardozo, gran jugador, tiró un penal. Cuando los telerones le impactaron el hipotálamo, erró el tiro y Paraguay quedó eliminado. Igual pasó con Ghana: en el último segundo su mejor tirador falló el penal, hundiendo en lágrimas a todo un continente. (Imaginen que hubiese ganado Ghana, donde apenas hay electricidad, o Paraguay, donde apenas se habla español.)

El balón analizado también estalló, dejando un  socavón humeante en la casa del científico. Como el evento se difundió en la redes sociales (ver Performance núm. 118), la FIFA retiró a toda prisa el temible Jabulani, pero muchos balones fueron robados y las explosiones posteriores fueron silenciadas o atribuidas al terrorismo.

No  se podía repetir la fórmula: en Brasil, en el edificio donde se concentran las trasmisiones televisivas, se ha establecido el Cuartel General Antimacumba, en el más secreto de los secretos tecnológicos. El centro de ese rascacielos es un acelerador vertical de antipartículas que tiene, disfrazado de helipuerto principal, una serie de cañones y aspersores de telerones, con toda la intención de contrarrestar las Macumbas.

Los Brujos Mayores, depositarios de añejas prácticas africanas, son feligreses del fut. Desde aquel doloroso maracanazo recopilan Fuerza y Energía para vencer la maldición. Para que el Orden Medieval se mantenga, La FIFA utiliza tecnología de telerones que neutralicen a las Macumbas regionales, para que las selecciones que sí venden lleguen a la final.

Pero no ha funcionado. En el enfrentamiento de la Tecnología Medieval (mantener el orden per saecula saeculorum) contra la Tecnología Ancestral Solar (que el cuerpo libre viva un mundo libre), las Macumbas llevan la delantera: casi todos los equipos cumbiamberos han ganado sus partidos, desestabilizando el ajedrez. La FIFA y las televisoras están comiéndose las uñas. ¿Cómo hacer para retomar las riendas?

La respuesta ha quedado a la vista: bombardeando al equipo arbitral con telerones para que los goles sean invalidados: un árbitro profesional no vio los goles de Giocontra Camerún: los telerones lo obnubilaron. Otros árbitros decretaron un penal, del todo fantasmagórico, a causa de los telerones…

Desde Adán y Eva somos hijos del Pecado y vivimos en la culpabilidad, dejando el ahora por la promesa de un Futuro Paraíso. Pocos creyentes se toman en serio los dogmas, pero el control de los cuerpos y de las almas se ha establecido en otros canales: la tele y el futbol. A estas alturas de la jirafa, la moneda está en el aire y nos deja ante el portón de un Nuevo Paraíso: ¿ganarán los telerones y, tras otromaracanazo, la final será jugada por Holanda contra Italia, o triunfará la Macumba, dejándonos una sabrosa final de Costa Rica Contra Costa de Marfil, al son de una batucada?

¿Se romperá la maldición y bailaremos en un perpetuo Carnaval o regresaremos, mansamente, a un mundo de reformas y de represiones?

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