Del muro de Benito Taibo:
Fui testigo de un curioso fenómeno que me ha dado mucho en que pensar durante los últimos días.
En una mesa larga, llena de amigos parlanchines y divertidos, gente culta e informada toda ella, se lanza desde un extremo y al resto de los comensales, una pregunta aparentemente ingenua y sin embargo envenenada:
-¿Oigan, saben cuando fue lanzada al espacio la famosa perra Laika?
Y en cuestión de segundos, aparece mágicamente la respuesta.
-¡3 de noviembre de 1957!
Pero eso no es suficiente. Van surgiendo como hongos, más trozos de información sobre el tema.
-Viajaba en el Sputnik 2.
-Murió entre cinco y siete horas después del lanzamiento
-Fue desde el cosmódromo de Baikonur, en el actual Kazajistán.
-Su entrenador fue el científico ruso Oleg Kazenko.
Y mucho, mucho más.
Un ciego estaría deslumbrado (sí se me permite la expresión) ante tal despliegue de conocimientos, que le harían pensar que se encuentra en una comida de verdaderos memoriosos como el Funes de Borges, que decía en el cuento: "Más recuerdos tengo yo que los que habrá tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo". Pero los que tenemos la dicha de la visión, nos habremos dado cuenta que desde el momento en que se lanzó la pregunta, muchas manos se lanzaron sobre sus teléfonos celulares y las respuestas dadas a voz en cuello, provienen no de nuestras cabezas sino de la instantaneidad que nos brinda eso llamado Internet.
No me quejo, pero no dejo de sorprenderme. Sin duda vivimos en la "nueva sociedad de la información" donde la ignorancia, aparentemente, ha sido desterrada para siempre.
Sí en vez de haber estado en una comida, todos los que contestaron la pregunta y ampliaron con creces la información sobre la hoy olvidada perra Laika, hubiéramos estado en una piscina, desprovistos de nuestros esclavos telefónicos, ¿cuantos habrían sabido la respuesta?
Y me contesto a mí mismo, convencido: Cero. Ninguno.
No guardamos en la cabeza ese pinche dato porque visto en perspectiva, no es lo suficientemente importante para haberlo conservado en nuestra cabeza, excepto tal vez si eres astrónomo, ingeniero espacial, o líder de una sociedad protectora de animales y Laika sea para ti, todo un símbolo.
Parecería que el olvido, ese curioso sistema que te permite desechar banalidades o datos menores e incluso superfluos de tu atiborrado sistema cerebral, ha sido vencido.
Bien. ¡Que bueno!
Hoy, a un clic de distancia tenemos la nueva Biblioteca de Alejandría y casi ningún conocimiento nos está vedado. Estamos rodeados de miles de sabios instantáneos que tienen la respuesta, sea cual sea la pregunta. Bueno, la respuesta la tienen sus celulares. Sí lo dejaron en casa el día de la cena, serán, simples mortales que habrán olvidado, como yo, como se llama el diputado que dice que me representa en la cámara.
No somos gracias a Internet y sus respuestas, seres más inteligentes. Estoy seguro que sí repetimos la pregunta de la perra Laika dentro de un año exactamente, sin aparatitos de por medio, ganará la bendita ignorancia.
El benefactor olvido hará que yo no recuerde esa fecha maldita que se quiere incrustar hoy en mi memoria, ocupando un espacio importantísimo, que sé que voy a necesitar para otras cosas.
Sirve el celular, con Internet, y sus millones de respuestas, para muchas cosas, pero sobre todo, para zanjar pequeñas discusiones. Haz la prueba, te vas a sorprender.
Todo esto viene a cuento, porque creo que hay un montón de cosas que prefiero no saber. No quiero ser un memorioso instantáneo. Ni siquiera un memorioso.
Prefiero seguir indagando, lentamente, todo aquello que no sé pero que realmente me importa.
Hoy por hoy, mi única misión es olvidar a Laika, lo más pronto posible.
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