domingo, 15 de junio de 2014

ELOY Sánchez Rosillo en Cátedra, Juan Domingo Argüelles

Juan Domingo Argüelles
Eloy Sánchez Rosillo en Cátedra

Próximo a cumplir sesenta y seis años de edad (pues nació el 24 de junio de 1948, en Murcia), Eloy Sánchez Rosillo ha visto la publicación de Hilo de oro (Antología poética, 1974-2011), bajo el sello de Cátedra, en la colección Letras Hispánicas (número 740).

Hilo de oro (Madrid, 2014) es una edición a cargo de José Luis Morante, cuyo amplio y certero estudio preliminar nos lleva por un recorrido minucioso en la vida y la obra de Sánchez Rosillo: desde su edad temprana y su descubrimiento de la poesía hasta sus años más recientes y sus libros más próximos, todo, como afirma Morante, en un cauce continuo de un “discurrir sin atajos ni desviaciones estrepitosas”; con una fidelidad de tono, pero a la vez con unas aguas renovadas que le han dado una gran vitalidad a la poesía española y, en general, a la lírica escrita en español.

Autor de nueve libros de poesía (Maneras de estar soloPáginas de un diarioElegíasAutorretratosLa vidaLa certezaOír la luz,Sueño del origen y Antes del nombre), Eloy Sánchez Rosillo reunió en 2004 los cinco primeros en el volumen Las cosas como fueron:Poesía completa 1974-2003 (Tusquets), y posteriormente antologó su obra lírica en Confidencias (Renacimiento, 2006), El manantial del tiempo (Puebla, 2007) y En el árbol del tiempo (Pre-Textos, 2012).Hilo de oro es su antología más amplia, pues abarca textos de todos y cada uno de sus libros publicados, en cuyas páginas los lectores podrán seguir ese discurrir continuo de uno de los afluentes más significativos de la poesía contemporánea.

Si en el ámbito de las letras españolas hay un poeta con lectores, éste es Sánchez Rosillo, cuyos cinco libros más recientes (todos ellos publicados por Tusquets en la colección Nuevos Textos Sagrados) han tenido una recepción excepcional. La vida, por ejemplo, lleva diez ediciones desde 1996. Merecedor del Premio Adonáis y del Premio Nacional de la Crítica Española, 
porManeras de estar solo (1978) y La certeza (2005), Sánchez Rosillo renueva el follaje y los frutos de la mejor tradición expresiva de la poesía española, desde Garcilaso a Bécquer, desde Machado a Cernuda. En su obra poética, caracterizada por la música y la melancolía, o mejor dicho por la música de la melancolía, están los ecos de lo mejor que ha leído y asimilado, y las resonancias de su original voz donde la vida es la máxima certeza incluso antes del nombre.
Eloy Sánchez Rosillo sabe nombrar lo que desea y desea lo que nombra. No hay pirueta verbal que lo convenza: la poesía es emoción y es también inteligencia; es música y es palabra; pero sobre todo es conciencia de lo humano, de la propia historia que puede parecerse a la historia del prójimo. En “Antes del nombre” escribió precisamente el poeta español: “Desperté y habitaba/ la estancia inacabable de la luz;/ supe del todo y siempre,/ y era yo nadie y nada y cada uno/ antes del nombre, el traje, la mirada./ Pronto llegó el instante/ primero, y otro, y otro, y se apagó/ de golpe el sitio aquel del que ahora apenas/ tengo tan sólo unas migajas pobres./ Y fui el que Eloy se llama, el que esto escribe,/ alguien con su tristeza y su alegría,/ su sol, su lluvia, su ansia, sus papeles.”

Si decimos que Sánchez Rosillo es un poeta melancólico no decimos con ello que no sea también luminoso. Sabe ver la luz e incluso oírla, con una hiperestesia y una alegría que a veces nos comparte el cielo abierto y otras la sombra que cae sobre un árbol o un muro, sobre una bella adolescente que pasa, sobre la vida que transcurre. José Luis Morante explica: “Al contrario que otros compañeros generacionales, que optaron por la diversidad en la escritura, Eloy Sánchez Rosillo aborda la poesía como único medio de expresión literaria, como si fuese una necesidad primordial que anula cualquier otro género o lo condena a ser un ejercicio coyuntural.”

Agrega el estudioso: “Desde el comienzo, el poeta asumió en su quehacer un escueto inventario de temas en los que se posa la mirada del hablante lírico, con dos pilares básicos, sujeto y tiempo, ya resaltados en su día por Jaime Gil de Biedma al definir el sustrato de la verdadera poesía.”

Para Morante, la palabra de Sánchez Rosillo “unifica existencia y escritura, ese hilo de luz que ilumina la vida”; ese hilo de oro de Antes del nombre: “Une entre sí la luz todas las cosas/ con un hilo de oro./ Y a mí mismo me incluye;/ me toma alegremente cada día/ y me hilvana con ellas.”

Discípulo y amigo de Ramón Gaya, Sánchez Rosillo aprendió de aquél que toda poesía inauténtica se fundamenta en la artificialidad, y que la verdadera poesía se nutre, antes que nada, por encima de todo, de la vida misma.

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