SEPTENTRIÓN
Rodeada de Trols, duermes, entre el hielo, sobre
oscuro granito. Hace tiempo el frio viento trae
Quejidos y lamentos de fantasmas horribles
Poblaban mis hogueras. Ante mi los corceles
Temblaban, aun retrocedían dogos y alanos
erizados. Sacrifiqué a Hécate tres perros
negros. A los Dioses Velados, el adecuado
precio. Con el timón encendí el holocausto.
Con sangre y fango cegué los ojos de mi barca
Me siguieron furias; como negras harpías
posaban en las jarcias. En la pálida estela
espectros blasfemaban que les quité la vida
En el Jardín del Centauro dediqué mis armas
Del muro pende mi vieja armadura. Aves negras,
la enseña cuelga de un pretil. Espada filosa
conservé, por si aun debo espantar algún fantasma
Junto al fuego leí viejos libros, ofrecía
sacrificios a mi padre. Morir Deseaba
entre lares y penates. Del norte llegaban
los presagios. Entre las nubes resplandecía
el fulgor de tu mirada. Del desierto de hielo
la tempestad, en su furia, me hablo de ti. Nuestros
sueños se encontraron. así vestiré de nuevo
la armadura. Pero te despertaré aun si debo
retrasar mi regreso para enfrentar demonios.
Trasgos y dragones temblaran ante mi acero.
Verte sonreír y contemplar tus oscuros ojos
Será para otro. Solo ata una cinta en mi brazo.
Déjame la gloria de combatir en tu honor
Mi galardón, saber que regresaste a tu reino
Solo sacrifica seis palomas en mi templo,
dos lágrimas, en ánfora de cristal tallado.
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