LLENANDO DE
Malherido,
soy víctima de un monótono desprecio.
El día transcurre perniciosamente oscuro
al llenar de gritos su pronta madrugada.
“Son del amor desesperado”,
hiel,
sangre y garganta,
el eterno reposo de mi dulce soneto.
Y solo pretendo abrazar los pies a nuestra cintura,
disfrutar de cada centímetro examinado.
Un par de susurros me incitan a ti
a descansar bajo paisajes de brisa y encanto,
pues no me amo
ni me sueño
ni me rindo,
donde yace secreta la tímida voz
de una dalia marchita.
Pilar Molina.
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