domingo, 5 de julio de 2015

LOS PAISAJES EMOCIONALES DE GUNTER GERZSO, Germaine Gómez Haro (La Jornada Semanal)

Germaine Gómez Haro
Gunther Gerzso, Autorretrato, 1945

A cien años de su nacimiento y 15 de su muerte

Este año se celebran el centenario del nacimiento y tres lustros del fallecimiento del pintor considerado pionero de la abstracción en México, Gunther Gerzso, nacido en Ciudad de México el 17 de junio de 1915. Hijo único de una pareja de emigrados centroeuropeos –el húngaro Óscar Gerzso y la berlinesa Dore Wendland–, su padre fallece cuando él tenía seis meses de edad y su madre se vuelve a casar con un empresario berlinés. Entre 1922 y 1924 pasan dos años en Europa. En 1927 su madre se divorcia y decide enviar al joven Gunther a Lugano, Suiza, con su tío Hans Wendland, quien se ocupará de su educación. En entrevista con Óscar Altamirano, Gerzso recuerda esta etapa: “Mis parientes tenían una casa que antes era un monasterio del Renacimiento. El terreno tenía más o menos un kilómetro de ancho por setecientos metros, en una colina, en el sur de Suiza. Recuerdo que había muchos criados. Y mientras jugaba con tres campesinos de la propiedad que trabajaban ahí en los viñedos (porque hacían vino, aunque no sé si era bueno), venía un criado a buscarme. Entonces entraba a un estudio donde estaba un restaurador, y me decían: ‘Pues, sabes, deberías interesarte más por las pinturas en vez de estar jugando, porque todo esto un día va a ser tuyo’.” Wendland era un importante coleccionista y marchand de arte, discípulo del historiador de arte Heinrich Wölfflin, y al recibir a su sobrino se propuso formarlo en su misma profesión para eventualmente convertirlo en su heredero.


México, cine y surrealismo
A causa de la crisis económica mundial, en 1930 el tío cae en la bancarrota y Gerzso, renuente a proseguir sus estudios en Europa, regresa con su madre a México y asiste al Colegio Alemán. Durante este período comienza a hacer dibujos en forma totalmente autodidacta. En 1934 conoce a Fernando Wagner, director del Teatro Orientación de la Secretaría de Educación Pública, quien le encarga los diseños para sus producciones. En 1935 decide viajar a Cleveland, Ohio, donde ingresa en la Playhouse como asistente del director de escenografía del programa de teatro. En cuatro años diseña la escenografía de cerca de ciento cincuenta y seis obras, y en sus ratos libres se dedica a dibujar y pintar. En 1940 se casa con Gene Rilla Cady, a quien conoció en la compañía teatral, y deciden volver juntos a México. Gerzso pretende dedicarse de lleno a la pintura, pero las dificultades económicas lo obligan a regresar a la carrera de escenógrafo y consigue un nuevo trabajo en Estados Unidos. Justo antes de partir lo contacta el productor cinematográfico Francisco de P. Cabrera, quien lo invita a participar en el rodaje de la película Santa, dirigida por Norman Foster, cuyo decorado tiene tanto éxito que se convertirá en uno de los más destacados escenógrafos de la llamada Época de Oro del cine mexicano. En los siguientes veinte años realizará alrededor de ciento cincuenta películas en colaboración con importantes directores, como Alejandro Galindo, Luis Buñuel, Roberto Gavaldón, John Huston, John Ford e Yves Allégret, entre otros. Por esos años conoce a Jacques Gelman, el célebre productor de Cantinflas, con quien establece una estrecha amistad y se convierte en su más importante coleccionista, seguido por Álvaro Carrillo Gil.


Personaje en rojo y azul, 1964
Una vez que el artista consiguió la estabilidad económica gracias a su éxito en el cine, el oficio formal de pintor comenzó a consolidarse. En sus primeras obras se percibe la influencia de Carlos Orozco Romero, Julio Castellanos y Manuel Rodríguez Lozano, a quienes el pintor siguió con devoción, admirado por sus personajes enigmáticos y la carga simbólica y poética de sus atmósferas intimistas, opuestas al discurso nacionalista imperante en el medio. También estuvo muy cerca del grupo de artistas surrealistas que llegaron a México en los últimos años de la década de los treinta y principios de los cuarenta, huyendo de los conflictos bélicos europeos: Wolfgang Paalen y su esposa Alice Rahon, Benjamin Péret y Remedios Varo, Esteban Frances, Leonora Carrington y Chiqui Weisz, Edward James, Gordon Onslow Ford, José y Kati Horna. A través de Juan O’Gorman, Gerzso conoce a Benjamin Péret y Remedios Varo, quienes reúnen al círculo de exiliados en su casa en la calle Gabino Barreda en la colonia San Rafael. Gerzso participa en las tertulias surrealistas y pinta el cuadro Los días de la calle Gabino Barreda como homenaje al grupo. Influenciada por esta atmósfera surrealista, la pintura de Gerzso da un giro y comienza a explorar composiciones complejas derivadas del arte de Yves Tanguy, a quien siempre reconoció como una figura tutelar. La crítica estadunidense Dore Ashton se refiere a su etapa surrealista así: “Los cuadros de Gerzso siguen enraizados en la filosofía surrealista, donde se veneran la sorpresa y el prodigio, la exaltación dramática y la otredad; pero, sobre todo, los insólitos encuentros de imágenes. La importante función de la yuxtaposición en la teoría surrealista es desempeñada admirablemente en los cuadros de Gerzso, igual que en los poemas de Péret.” El descuartizado es otra obra de raigambre surrealista que asimila las enseñanzas de este movimiento tanto en su concepción formal como en el misterio que encierra, pero también se puede considerar una obra clave en el desarrollo de su pintura posterior, en la que el artista consideró el miedo a la nada y al vacío como una de sus principales obsesiones, como se lo expresó a la crítica Rita Eder: “Cuando usted quiere mirar hacia adentro de mis cuadros, siempre se encontrará con un muro que le impide pasar, la detendrá con el fulgor de su luz, pero en el fondo, hay un plano negro; es el miedo.” A pesar de la etiqueta que le confirieron los críticos, Gerzso nunca se propuso ser surrealista: “No soy un artista que se sienta a meditar sobre lo que va a hacer. Me dejo guiar por algo que, no sabría cómo explicarlo, pero imagino que es aquello a lo que Freud llama el inconsciente. Me dejo fluir y salen las cosas. Seguramente por eso piensa la gente que soy surrealista; aunque nunca me lo haya propuesto.”

Gerzso se cautiva con el arte y la arquitectura del mundo prehispánico a lo largo de sus viajes por nuestro país. Cuenta que el pintor y escritor Miguel Covarrubias fue determinante en su iniciación en esta pasión que, a partir de 1946, se convertirá, de una u otra manera, en el hilo conductor que hilvana sutilmente toda su obra posterior. Su pintura Tiahuanacu es la piedra de toque de una vasta producción en la que se palpan las formas de la arquitectura prehispánica sintetizadas en su mínima expresión. En 1950 presenta su primera exposición individual en la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor, quien se interesó por él porque no encajaba en ninguna de las corrientes pictóricas de la época. Esa exposición, confiesa el pintor a la periodista Adriana Malvido, “fue un desastre”. Y agrega: “Asistieron 10 personas, de las cuales 9 eran cuates míos, así que seguí en el cine hasta que los escenógrafos dejaron de tener sentido importante; se empezaban a alquilar locales y para 1963 la situación no se alejaba de la crisis. Ese año enfermé de los nervios y al rehabilitarme decidí entrar totalmente en la pintura.” En 1959 viajó a Atenas con su tío Hans Wendland y quedó cautivado por la belleza de la arquitectura clásica, cuya abstracción de formas incorporó en su pintura a su regreso a México en lo que se conoce como su período griego. A partir de entonces comienza a ahondar en la complejidad de sus composiciones no figurativas, que poco a poco van adquiriendo un refinamiento técnico de una perfección asombrosa y se consolida su inconfundible estilo pictórico. En 1963 se organiza su primera retrospectiva en el Museo del Palacio de Bellas Artes, con su trabajo de dos décadas y una espléndida presentación de Luis Cardoza y Aragón, obteniendo el reconocimiento general. En 1970, el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México le dedica su segunda gran retrospectiva y en 1981 el Museo de Monterrey exhibe otra gran muestra que abarca cuarenta y dos años de trayectoria. En 1979 recibe el Premio Nacional de Ciencias y Artes, reconocimiento que lo coloca entre los artistas más destacados de nuestro país.


“...no representa, pero significa”
Gunther Gerzso, El descuartizado, 1944
Las pinturas de Gerzso encierran en sus composiciones de planos disímbolos el espíritu sagrado de los templos prehispánicos evocados poéticamente en sus formas geométricas superpuestas, cuadrados y rectángulos aparentemente simples, que se contrastan y complementan en una atmósfera densamente hermética. Aunque su pintura se clasifica dentro de la abstracción y ha sido considerado el primer pintor abstracto mexicano, sus cuadros remiten irremediablemente a paisajes y formas arquitectónicas. Sus cualidades plásticas son notables: sus pinceladas finísimas se superponen en tersas superficies en las que cada detalle ocupa un lugar preponderante. La construcción del cuadro obedece a rigurosas reglas de composición, como si se tratara de una obra arquitectónica monumental. Su paleta, también refinadísima, combina los colores de la tierra y de las piedras, pero también evoca la luminosidad del cielo y la frescura de la vegetación. Y no podrían faltar los rojos fulgurantes del fuego mítico. Sus formas entreveradas ocultan y revelan, creando una tensión entre las partes que esconde insinuaciones secretas. Hay algo más allá de la superficie que obliga al espectador a penetrar con la mirada esos pasadizos ocultos que se nos muestran como heridas o desgarraduras, como bien escribió Luis Cardoza y Aragón: “La pintura de Gerzso no representa, pero significa.”
El arte de Gunther Gerzso es un insondable pozo de alusiones, un universo preñado de misterios. A decir de Octavio Paz: “Pintura que no cuenta pero que dice sin decir: las formas y colores que ve el ojo señalan hacia otra realidad. Invisible pero presente, en cada cuadro de Gerzso hay un secreto.” El artista parte con sus secretos al otro mundo el 21 de abril de 2000, legando a la pintura mexicana un trabajo de seis décadas, de una belleza y originalidad sublimes. Pintura que seduce e intriga, cuya principal aportación es su profundo contenido emocional.

Gunther Gerzso, Cuatro bañistas, 1940
Los días de la calle Gabino Barreda, 1944

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