lunes, 21 de septiembre de 2015

FOTOGRAFÍA CONTRUCCIÖN MEMORIOSA, Beatriz Fiotto (Revista Las Nueve Musas)


212015

LA FOTOGRAFÍA COMO CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA


foto1    “Era como si indagase la naturaleza de un verbo que no tuviese infinitivo y que solo se pudiese encontrar provisto de un tiempo y de un modo.”
Roland Barthes en  La cámara Lúcida
“Hay un dicho que es tan común como falso: El pasado, pasado está, creemos. Pero el pasado no pasa nunca, si hay algo que no pasa es el pasado, el pasado está siempre, somos memoria de nosotros mismos y de los demás, en este sentido somos de papel, somos papel donde se escribe todo los que sucede antes de nosotros, somos la memoria que tenemos.”José Saramago
                   Recordar: Del latín “recordare” (cf. it. “ricordare”), conformado por el prefijo “re-” – “de nuevo” y “cordare” que proviene de “cordis” – “corazón”, que es donde antiguamente se pensaba que yacían las facultades de la memoria.
                 Tomar una foto y recordar ese “esto ha sido” de Barthes que documenta y da valor de realidad a ese hecho, a ese objeto, a ese instante. Recordarlo. Volver a hacerlo presente.
¡ Ah, yo estuve allí, ah esa soy yo!  Sin embargo, ese movimiento de la memoria a ese pasado representado en la imagen muchas veces es un movimiento de creación y construcción del recuerdo y del relato de esa historia que se ha escindido del presente: el “ha sido, pero ya no es”.

                Toda fotografía de recuerdo es también,  de cierto modo, de muerte de aquello que ya no está, la niña reemplazada por la mujer adulta. El antepasado lejano que no se llegó a conocer.

Es la huella que por un tiempo queda, hasta que se pierda definitivamente.  ¿Cuántas veces si queremos recordar algo viene a nuestra mente, no el hecho ni los sentimientos ni las sensaciones, ni lo oído o visto en ese pasado, sino solamente la fotografía?  ¿Cuántos recuerdos genuinos fueron reemplazados por su fotografía? Así el rectángulo de representación mediante emanación de la luz, funciona de anclaje, de mojón que nos recuerda, que nos crea una memoria, que nos tranquiliza diciéndonos que eso fue.
                  Christopher Nolan lleva esta idea al colmo en su película memento: Un hombre que no puede recordar y construye su historia y significa su presente a partir de huellas que deja impresas: fotos y tatuajes que le dicen quién es y qué vivió.
¿Cómo recordamos y cuál es el soporte de nuestros recuerdos? cuántas cosas incorporamos al relato de nuestra historia no porque las recordemos sino porque una foto nos dice “eso ha sido”?
                      En la actualidad parecería no ser necesario recordar. Todo está disponible en algún dispositivo al que podemos recurrir: números de teléfonos, acontecimientos, compromisos y hechos se almacenan y guardan en cantidades inabarcables. Del mismo modo que el recuerdo, el conocimiento parece correr la misma suerte: sólo hay que saber dar con él. Encontrarlo.  Pero esta disponibilidad:  ¿no es acaso como el mito de Tántalo?
Si los recuerdos están en fotografías que están a su vez en álbumes impresos o en formato digital, ¿cuál será el hilo de Ariadna que  permita encontrar el relato en ellos que conforme la historia y la  identidad? La memoria desplazada por la fotografía, ahogada por un río permanente de nuevas fotografías.  La sutil fragilidad de esa memoria que debe ser construida y sostenida. Soportada en imágenes que la anclan y la inscriben en lo real.
Al final, recordar es, muchas veces, traer a la conciencia la fotografía  que se fijó en el lugar del recuerdo. Barthes[1],  ante la reciente muerte de su madre, la busca en las viejas fotografías que de ella conserva y construye su recuerdo:
 “De este modo, la fotografía del Invernadero, por descolorida que esté, es para mí el tesoro de los rayos que emanaban de mi madre siendo niña, de sus cabellos, de su piel, de su vestido, de su mirada, aquél día”

[1] Roland Barthes en La Cámara Lúcida
Fotografía Laura Rivera

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