- La Palabra Olvidada
La Agonía del Unicornio (31)
La Fecundación Negra o las cucarachas cornudas
Ricardo Iribarren
“Abrazo, penetración y eyaculación. Cada encuentro sexual con el Doble Ciego, duraba un promedio de cinco minutos. Cuando una de esas relaciones llegó a doce minutos, Gervasia siempre la recordó como “la más tierna de su vida”.”
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Desde los inicios inmemoriales de Eunuperia, al llegar la luna llena, los miembros masculinos se ataviaban con pieles y máscaras de animales. En el crepúsculo, marchaban al cementerio más cercano donde cantaban y bailaban hasta caer en éxtasis. Cerca del amanecer, excavaban las tumbas más recientes y practicaban la vieja “Necrofilia Sagrada” con cadáveres femeninos. En vez de engendrar un nuevo nacimiento, la invasión del cálido semen a las heladas vaginas, debía lograr el regreso de las difuntas a la vida.
Los episodios de resurrección habrían sido numerosos. En un principio, el registro de los casos se trasmitió en forma oral de una generación a otra. Al crearse la escritura, los volcaron en papiros que depositaron en profundas catacumbas debajo de la actual Europa del Este y en gran parte de Rusia,
El cambio de costumbres y de religiones junto al avance de la legislación, hizo que los diferentes estados penaran las ocultas prácticas de Eunuperia. Fue inútil que los Venerables Maestros expusieran la abrumadora cifra de resurrecciones registradas durante más de cinco milenios. Ante la postura irreductible de cultos y gobiernos, se decidió ocultar la “Necrofilia Sagrada” y ejercerla al margen de la sociedad. A partir de entonces, los documentos escritos sólo fueron manejados por la cúpula de la orden y se redujo el número de miembros que practicaban los legendarios rituales.
En el año 1000, coincidiendo con las Cruzadas en Occidente, se permitió a las mujeres la entrada a Eunuperia, y un sector de ellas participó en la “Necrofilia Sagrada”. Al principio se limitaron a asistir a los hombres en su cópula con los cadáveres, hilando las mortajas de las difuntas y aprontando los elementos del ritual.
Durante la Guerra de los Treinta Años, se permitió a las damas el contacto genital con cuerpos masculinos o femeninos. Alrededor del año 1638, el Venerable Maestro de Eunuperia, recibió un mensaje místico, por el cual se requería la presencia “de la luna” en la gloriosa actividad de la resurrección. Fue interpretado como la necesidad de incorporar a las mujeres en forma activa a las ceremonias.
Desde entonces, este conjunto de rituales vinculados con las formas oscuras del amor, recibió el nombre de “Fecundación Negra”. Los sucesivos Maestros a cargo de la organización, afirmaron que los contactos genitales de una mujer con un cadáver, la preñarían en un plano sutil; que pasados doce meses, daría a luz una perla brillante. Al mezclarla con “jugo de limón y leche de unicornio”, se obtendría un elixir de inmortalidad.
Cuando a principios del siglo XX, Lisístrato Eunucio, el militar científico, rompiera la regularidad de la orden asesinando en forma ritual al último Venerable Maestro, los nuevos miembros continuaron estas excursiones a los cementerios. El contacto erótico con los muertos permitía obtener salud, fuerza sin límites y longevidad.
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La enfermera Gervasia Artigas que formaba parte del Segundo Anillo de Eunuperia, fue iniciada en la Fecundación Negra cuando contaba con quince años. Ahora, protegida por el poder, la nueva organización accedía en forma oficial e irrestricta a los cementerios. Los miembros tenían acceso a los datos de los cadáveres; edad, características anatómicas; fecha y hora del entierro. En cada uno de los decesos, un grupo de médicos forenses, miembros de la organización, calculaban las etapas de la muerte, teniendo en cuenta demoras en casas funerarias y otros imponderables. Los momentos precisos de la macabra cópula, serían las primeras veinticuatro horas del deceso; antes del inicio del rigor mortis,.
A diferencia de las prácticas originarias de la orden, ya no se procuraba devolver la vida a los cuerpos. Desde la nueva fundación por Eunucio, la organización afirmó “no tener objetivos filantrópicos.”. Antes de morir y luego de la aplicación de la tortura, el último Venerable Maestro habría entregado todas las fórmulas y los actos rituales con los que se podía devolver la existencia a un cuerpo muerto. Los integrantes de la nueva Eunuperia, los destruyeron y conservaron sólo la parte de las fórmulas que garantizaban salud y larga vida para ellos mismos.
En su carrera, Gervasia Artigas se especializó en la atención de enfermos terminales y aplicó sus conocimientos a los rituales de la “Fecundación Negra”. Como exigencia de la práctica, aprendió a manejar el pico y la pala con la misma eficacia que los hombres para desenterrar a los occisos. Dado el poder obtenido por la organización, hubieran podido recurrir a formas mecánicas de remover la tierra, pero las exigencias rituales reclamaban aquellos instrumentos que los monjes de Eunuperia utilizaran desde los inicios del hombre. La práctica original requería palas de madera con los mangos recubiertos por miga de pan. Con el paso del tiempo y según se consignara en unos escolios a los documentos originales, se aceptaron instrumentos de metal. La condición era que no tocaran el féretro y mucho menos los restos cadavéricos.
Luigi Luscenti y sus hombres detonaron una bomba en el hospital clandestino de Eunuperia. Aprovechando la confusión, lograron secuestrar al escritor unicornio. Pedro Villarreal, el jefe local de la organización, a quien llamaban el Doble Ciego, ordenó a la enfermera Gervasia ir a la casa del doctor Petrov y recuperar al paciente. El polvo de cuerno y huesos que surgiría del cadáver de la bestia, ya estaría comprometido con los militares maduros que requerían “la revitalización de sus penes como una cuestión de estado”.
En el momento de reafirmar la orden, el Doble Ciego tomó a Gervasia del cuello hasta casi colgarla de una de las paredes. Una vez más la enfermera debió usar la bufanda violeta para ocultar las marcas de los dedos del psiquiatra. Ante la asiduidad de los ataques, disponían de una gran cantidad de estas prendas; los accesos de furia siempre se dirigían al cuello de las víctimas y los colaboradores del Doble Ciego las lucían al recibir una agresión. Recibir esta chalina, era una condecoración: el agredido había sido elegido por la sagrada furia del psiquiatra, y luego del trauma inicial, la lesión se convertía en una profunda bendición. A veces el propio Villarreal otorgaba la bufanda en una solemne ceremonia y cada prenda llevaba en el dorso pequeñas réplicas del rostro del Doble Ciego en los tres gestos básicos: reír, llorar y “presenciar el alma del semejante que está ante mí”. Para esto último, el médico tenía la habilidad de abrir los ojos hasta casi sacarlos de las cuencas.
Durante dos semanas, la enfermera se ocupó de espiar la casa de Petrov. Asesorada por los chamanes de Eunuperia, abarcó los tres ámbitos de la enorme mansión: el físico, el mental y el espiritual. Las observaciones iniciales negaron la presencia del unicornio en la residencia. Convencida de lo contrario, Gervasia profundizó la investigación hasta que de pronto, la prensa anunció la muerte del paciente secuestrado. Eunuperia consultó a los servicios de inteligencia del estado , quienes confirmaron la veracidad de la especie: de la residencia de Petrov habría salido un cadáver con todas las características del escritor..
Los miembros de la organización discutieron entre ellos. Algunos sospechaban que la muerte era un invento. Otros alegaban que el hombre, al ser secuestrado se hallaba en estado de coma, con un importante deterioro de las funciones vitales, de modo que el deceso era una posibilidad inminente. Ante las manifestaciones públicas que preparaban los opositores civiles al gobierno militar, se tomaron medidas de seguridad en torno al velorio y al entierro. El Doble Ciego y los jerarcas de Eunuperia, concluyeron que correspondía hacer las constataciones de rigor una vez que el cadáver fuera depositado en la tumba.
La nueva orden que recibiera Gervasia incluía abrir el supuesto sepulcro del unicornio, examinar los restos y recoger muestras de ADN para compararlo. El poder de Eunuperia, permitiría a la enfermera contar con la complicidad de las autoridades del camposanto, así como del personal de vigilancia y de la misma policía. La zona fue liberada de controles y el gerente del cementerio puso a su disposición una cuadrilla que la ayudaría a remover la tierra La orden de Villarreal precisaba que la tumba debía abrirse con el marco ritual de la “Fecundación Negra”. Esto exigía que la propia Gervasia utilizara los instrumentos. Tratándose de un unicornio, no aconsejaban el contacto genital con el cuerpo. Con esto respetaban la regla original de Eunuperia que impedía el contacto sexual entre humanos y bestias, así en la vida como en la muerte.
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Los cabellos de Gervasia Artigas eran rubios con numerosas mechas azules. Este detalle no era resultado de un tinte, sino que nació con esa pigmentación. Muchos pensaban que su origen era indio, ya que un lunar en el entrecejo simulaba el “bindi” o tercer ojo. Quizá fuera esa mancha de nacimiento, o los ojos negros siempre entornados, los que acentuaban la atmósfera de misterio casi palpable que rodeaba a la enfermera. Consciente de ello, la mujer jugaba y seducía con esta cualidad que emanaba del aspecto y de los gestos.
Mientras conducía al cementerio del sur, pensó en Pedro Villarreal. No podía separar la relación que mantenía con el psiquiatra de la “Konanañaga”, nombre que daban a la iniciación brindada en Eunuperia. En el idioma original, que según la tradición sería el mismo que hablaran los primeros hombres, la expresión significaba “cambio de cabeza” y exigía la sumisión total del miembro a los dictados de la organización.
Luego de graduarse con honores, Gervasia realizó pasantías en importantes hospitales de América y Europa. Al recibir la “Konanañaga”, rechazó becas y ofertas de trabajo y prefirió el magro sueldo del hospital clandestino de Eunuperia que la obligaba a vivir en un mísero cuarto de pensión, al que acudía una vez por semana. La mayoría de su tiempo y esfuerzos, los dedicaba a la organización.
Era frecuente que el Doble Ciego la agrediera en forma brutal, o la obligara a mantener relaciones sexuales intensas, fugaces y poco satisfactorias en los closets del hospital. Alegando la necesidad que Gervasia mantuviera viva la práctica de la “Fecundación Negra”, exigía que permaneciera largas horas en la morgue. Cuando Villarreal llegaba para supervisarla, ordenaba que se desnudara y permaneciera abrazada a un cadáver durante una hora o más, mientras él la contemplaba. Si se oponía a estas órdenes, el Doble Ciego la sostenía del cuello hasta casi asfixiarla y durante largos minutos murmuraba en su oído.
Recuerda Gervasia que el destino, el tuyo, el mío, no se limita a esta burda existencia. Nuestras acciones vibran en los confines del universo. Cuando me obedeces, no me obedeces a mí, sino que te entregas a la fuerza que crea y destruye estrellas en galaxias lejanas Sabes que en las mismas se encuentra tu hijo; no surgido de tus entrañas, sino engendrado por tu espíritu como un mechón de luz…
La voz tenue y sugerente de Villarreal en el oído de la enfermera, se acompañaba con la presión de la mano derecha en el cuello de la mujer. Esto la llevaba al borde de la asfixia y producía en la enfermera un despliegue de visiones. Estrellas creciendo en lejanos espacios; quásares como arañas plateadas vibrando en el cielo negro del vacío. Terminaba accediendo a los caprichos del Doble Ciego. Estaba convencida que una parte de su ser en la tierra, pertenecía y controlaba los hechos en los espacios remotos. Estas visiones la animaban a seguir cumpliendo con las exigencias del psiquiatra. Sodomía; masturbación dirigida, o las prácticas más bizarras relacionadas con beber y comer excremento o alimentarse de inmundicias.
Abrazo, penetración y eyaculación. Cada encuentro sexual con el Doble Ciego, duraba un promedio de cinco minutos. Cuando una de esas relaciones se prolongó doce minutos, Gervasia siempre la recordó como “la más tierna de su vida”.
La enfermera procuraba evitar la relación directa con el psiquiatra y prefería satisfacer las tendencias voyeurísticas de Villarreal. En algunos momentos calificados como tranquilos, el psiquiatra la obligaba a realizar sus tareas habituales completamente desnuda. Otras veces exigía que, también despojada de ropas, leyera frente a los demás cuentos perversos redactados como informes científicos. Los otros médicos y compañeros de Gervasia, nunca intentaron seducirla a pesar de su belleza. La consideraban “La mujer del Doble Ciego”, y esto la convertía en algo prohibido.
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Gervasia detuvo el automóvil en la entrada del cementerio. Como estaba previsto, la recibió un empleado jerárquico que, luego de una profunda reverencia, abrió las puertas centrales y ofreció la entrada. El escritor había sido enterrado en un sector de tumbas que albergaba a difuntos de clase media. En uno de los árboles cercanos, instalaron un fuerte spot a fin que la enfermera desentierre el cadáver con facilidad. Mientras Gervasia alistaba el equipo, el jefe de la cuadrilla que esperaba un poco más allá, se acercó a ella.
―Señora, si necesita nuestra ayuda, estaremos a unos metros. Bastará un gesto para que acudamos de inmediato.
Gervasia agradeció y afirmó que no sería necesario. Calzó los guantes de esparto, tomó el pico y dejó de pensar en su vida y en el Doble Ciego para concentrarse en romper los terrones. A pesar de los blancos y delicados brazos de la enfermera, su fuerza era superior a la de un hombre. A los tres minutos de excavar, gotas de traspiración cayeron sobre la tierra. Llevaba una cantimplora con agua pero no se detuvo a beber. Más allá, los obreros la observaban. El promedio que demoraba un peón de cementerio en cavar una tumba era de diez minutos. Ella podía hacerlo en ocho
A poco de llegar a los tres metros, ya cerca de la tapa del cofre, con la punta del pico trazó en la tierra el diseño ritual exigidos por la “Fecundación Negra”: una estrella de cinco puntas con un círculo en el centro. Desde allí, excavó primero de norte a sur y luego de este a oeste
.
A los siete minutos, según su cronómetro, Gervasia había separado toda la tierra. En el hueco surgió la cubierta brillante del ataúd.
Protegida por la máscara, la enfermera tomó el equipo que llevaba y con la autógena empezó a quitar la soldadura de la plancha metálica que cubría el interior del féretro.
Surgió la silueta del cuerpo: boca arriba, con las manos cruzadas sobre el pecho. La enfermera debía tomar muestras y comprobar el ADN con un equipo que guardaba en la mochila. En caso de ser positivo el resultado, cargaría el cadáver en su van, y lo conduciría a la sede de Eunuperia, Allí la esperaban con el equipo necesario para moler el cuerno y los huesos.
Bajo la potente luz del spot, la silueta en el interior de la tumba pareció vibrar. Gervasia descendió al pozo y al ver de cerca el supuesto cadáver, comprobó que no era un cuerpo, sino un enorme enjambre de cucarachas suspendidas en un vuelo constante. La formación imitaba la silueta de un hombre acostado Al recoger uno de los insectos, comprobó que tenía un cuerno tan grande como el cuerpo. Gervasia no conocía ejemplares con esas características y menos que se alimentaran de carroña. Si habían devorado el cadáver, la prueba de ADN a una de esas cucarachas, podía ser significativa.
Siguiendo el protocolo, la mujer conectó el detector de unicornios: un aparato con forma de antigua fonola. En uno de los lados disponía de un cuerno. La enfermera lo apuntó a la nube de insectos. Al encenderlo, funcionó con un leve rumor. Pasados un par de minutos, las cifras en los contadores digitales corrieron hasta detenerse. La enfermera las anotó. Conocía las escalas y podía prever los resultados, pero para asegurarse, buscó las tablas. Aquellas cucarachas, que formaban una figura con forma humana en el interior de la tumba, eran unicornios. Así lo establecían esa máquina que brindaba más precisiones: tanto los insectos por separado como el enjambre completo, formaban un ejército de aquellas bestias.
Gervasia tomó otra cucaracha, la colocó con cuidado en una plancha de vidrio y abrió el vientre con un pequeño escalpelo. De allí recogió la muestra con la que completaría los procesos para determinar el ADN.
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“He cumplido con lo establecido. Me constituí en el cementerio del norte a las 12:30 AM. Al abrir la tapa del ataúd, descubrí el nicho repleto de “cucarachas unicornio”. Las llamo así porque al aplicar el detector, el resultado fue positivo. También como estaba previsto en el protocolo, he tomado una muestra de ADN y las he comparado con el barrido bucal que disponemos del hombre unicornio. La coincidencia es del 99.9 por ciento. Cabe señalar que en este porcentaje hay algunas variaciones. Las mismas están medidas y ajustadas de acuerdo a las variables de los unicornios. En resumen: Se trata del propio escritor al que aparentemente habrían devorado las cucarachas”.
A las tres de la mañana, el equipo médico del hospital clandestino de Eunuperia estaba reunido en el salón central para escuchar el informe de la enfermera. El Doble Ciego permanecía recluido en la celda de autocastigo. Él mismo había ordenado levantar la habitación; una cámara rectangular, con las paredes cubiertas de grillos, cilicios y otros instrumentos de tortura. Con ellos se castigaba ferozmente a sí mismo en la espalda y las nalgas. Nadie sabía el por qué de esas puniciones ni de la reclusión que solía durar semanas. Algunas veces como aquella, exigía a un par de enfermeros que lo encierren en un chaleco de fuerza,
La ausencia física de Villarreal disminuía la tensión entre los colaboradores. El Doble Ciego podía comunicarse verbalmente con el equipo y eran de prever gritos e insultos, pero al menos se evitaba la agresión directa.
Un monitor trasmitía la imagen del psiquiatra; bajo la poca luz de la celda de castigo, sólo se distinguía la silueta corpulenta vestida con una túnica clara que resaltaba apenas entre la poca luminosidad. Con tono profesional, Gervasia , completó el informe de su tarea
…según los resultados del detector de unicornios, cada una de estas cucarachas está formada por una gran cantidad de dióxido de azufre. Recuérdese que este elemento se encuentra en los tejidos, los huesos y principalmente en el cuerno, así como todas las características groseras y sutiles que definen a una de estas bestias. Del cuerpo del escritor no hay rastros. He tomado fotos: ellas diseñaban la silueta de un hombre, pero eran tan solo insectos. En la tumba no hay restos humanos.
En un silencio absoluto, todos esperaron la respuesta del Doble Ciego. En la pantalla vieron agitarse levemente las vestiduras blancas. El chaleco de fuerza que lo cubría, vibró apenas. Se comentaba que durante los períodos de autocastigo, Pedro Villarreal era capaz de separarse del cuerpo, volar hasta donde se encontraban sus enemigos, meterse en la sangre y desatar terribles enfermedades. Desde el sistema computado, la voz del psiquiatra fue inesperadamente gentil.
―Querida Gervasia. Debo admitir que realizaste un excelente trabajo Me faltaría saber lo que has averiguado en la mansión de Petrov.
El escritor no se encuentra allí. No he completado la investigación de las barreras, por cumplir con la observación de la tumba. Tan sólo he llegado a comprobar que en uno de los cuartos de la biblioteca hay una doble valla de invisibilidad tejida con sangre. La disolví con los hechizos del fuego y constaté que el lugar estaba vacío. A pesar de la falta de resultados en la indagación, puedo afirmar que Petrov oculta algo. No sabemos dónde.
―Está bien. Repito que has realizado un buen trabajo. Ahora quiero que te olvides de la objetividad del informe, y me des tu opinión acerca de los insectos, las cucarachas unicornio como las llamas.
No puedo explicar cómo han llegado a su tumba. Si lo han hecho desde afuera, o si el propio cadáver se ha transformado en ellas. Mi conclusión es que poseen la quintaesencia del unicornio con las propiedades eróticas que buscamos. Si licuáramos una porción, podríamos compararla con las muestras de otros unicornios que están en el laboratorio para saber si el resultado es el mismo. Quizá de este modo se pueda lograr con menos esfuerzo la bebida erótica que reforzará la vitalidad de militares ancianos.
Otro momento de silencio. A través de la proyección vieron que Villarreal hacia un gesto a un costado. Alguien aumentó la intensidad de la luz y acercó la cámara al rostro del Doble ciego.
―Gervasia, quiero que te acerques.
La enfermera obedeció.
―Mira mis ojos, Gervasia, míralos profundamente. Allí verás el cielo que te pertenece. Te pertenece por haberlo creado. Me dices que las cucarachas son la quintaesencia del unicornio. Que ellas guardan en sus cuerpos el principio activo. Que si las licuamos tendremos la bebida que tanto nos cuesta conseguir. ¿Es eso lo que dices?
―Es eso.
―Bien. Entonces la probaremos. Tú serás la encargada de determinar su eficacia.
La luz del cuarto de castigo se apagó de pronto. La pantalla quedó a oscuras. Gervasia suspiró. La “Konanañaga”, la iniciación de Eunuperia que cambiaba la cabeza, la forzaba a cumplir cualquier orden que llegara del Doble Ciego.
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