viernes, 16 de mayo de 2014

MAESTROS, José Díaz Cervera


José Díaz Cervera

Difícil tiempo para ser maestro, difícil pero no menos apasionante.

No creo en las celebraciones por contrato; no celebro el día de la madre ni el día del padre ni el del escritor ni el del filósofo ni el del instructor de cardio-salsa.

En todo caso, algunas de esas fechas me mueven a la reflexión porque constituyen elementos de nuestra cultura y de nuestra manera de vivir. Más que un homenaje vacuo, me gusta pensar en aquellos referentes que en mi imaginación ocupan las madres, los maestros, los escritores y otros personajes de nuestra vida social.
No hay mejor maestra que la vida ni maestro más sabio que el tiempo, pero para que la vida y el tiempo hagan lo suyo se necesitan esos otros personajes que detonen nuestras ganas de saber, de ser mejores, de vencer nuestros miedos.

Ahí están entonces los amigos, los hermanos, los padres y todos aquellos afectos que nos aleccionan con su cariño y su buena fe.

Pero junto con ellos están esos otros personajes -ciertamente raros- que están comprometidos con nosotros de antemano sin conocernos, a veces por las razones más inverosímiles, ofreciéndonos sus dudas y sus incertidumbres, mucho más allá de lo poco o mucho que reciben como pago a cambio de ello.

Soy un privilegiado. Grandes mentes se han cruzado en mi camino y sus lecciones siguen vigentes en mi vida: creo que todos mis maestros de primaria, mis maestras de español y literatura de la secundaria, la profesora Donají Revueltas (que me enseñó álgebra), el buen Sandino Araico (hippie, desmadroso y mago de las matemáticas), Froylán López Narváez en la preparatoria (por él abrí los ojos al materialismo dialéctico), Francisco Paoli en la universidad junto con Paco Prieto, Tirso Limón, Jesús Galindo, Chuy García, Miguel Manzur y Jaime Pontones, entre otros. Asimismo, este privilegio se extendió en mis estudios de posgrado con gente como Martin Fricke, Nicole Ooms, Pedro Stepanenko y Carmen Trueba, y en mi formación como escritor con personajes como Carlos Illescas, Oscar Oliva y Rubén Bonifaz Nuño.

Yo no podría presumir algunas cosas que otros presumen. Soy un hombre de clase media baja en un país depauperado. No soy rico ni famoso ni interesante, pero tuve maestros espléndidos por cuya generosidad soy un hombre menos malo. Cuando abro un libro, cuando escribo un texto o cuando me paro frente a un grupo, ellos están conmigo. La vida y el tiempo obran en mí gracias a esos maestros. Yo los recuerdo con afecto, más allá de una fecha.

diacervera@gmail.com

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