miércoles, 5 de agosto de 2015

AMA, APRESÚRATE, Jaime Sabines

Ama, apresúrate (Jaime Sabines)


   Horal

El mar se mide por olas,
el cielo por alas,
nosotros por lágrimas.

El aire descansa en las hojas,
el agua en los ojos,
nosotros en nada.

Parece que sales y soles,
nosotros y nada…

--

SITIO DE AMOR, lugar en que he vivido
de lejos, tú, ignorada,
amada que he callado, mirada que no he visto,
mentira que me dije y no he creído:

en esta hora en que los dos, sin ambos,
a llanto y odio y muerte nos quisimos,
estoy, no sé si estoy, ¡si yo estuviera!,
queriéndote, llorándome, perdido.

     (Ésta es la última vez que yo te quiero.
     En serio te lo digo.)

Cosas que no conozco, que no he aprendido,
contigo, ahora, aquí, las he aprendido.

En ti creció mi corazón.
En ti mi angustia se hizo.
Amada, lugar en que descanso,
silencio en que me aflijo.

     (Cuando miro tus ojos
     pienso en un hijo.)

Hay horas, horas, horas, en que estás tan ausente
que todo te lo digo.

Tu corazón a flor de piel, tus manos,
tu sonrisa perdida alrededor de un grito,
ese tu corazón de nuevo, tan pobre, tan sencillo,
y ese tu andar buscándome por donde yo no he ido:

todo eso que tú haces y no haces a veces
es como para estarse peleando contigo.

Niña de los espantos, mi corazón caído,
ya ves, amada, niña, qué cosas dijo.


   Del corazón del hombre

He mirado a estas horas muchas cosas sobre la tierra
y sólo me ha dolido el corazón del hombre.
Sueña y no descansa.
No tiene casa sobre el mundo.
Es solo.
Se apoya en Dios o cae sobre la muerte
pero no descansa.

El corazón del hombre sueña
y anda solo en la tierra
a lo largo de los días, perpetuamente.

Es una mala jugada.


   De la ilusión

Escribiste en la tabla de mi corazón:
desea.
Y yo anduve días y días
loco y aromado y triste.


   Del adiós

No se dice.
Acude a nuestros ojos,
a nuestras manos, tiembla, se resiste.
Dices que esperas –te esperas- desde entonces,
y sabes que el adiós es inútil y triste.


--


ANDO BUSCANDO A UN HOMBRE que se parezca a mí
para darle mi nombre, mi mujer y mi hijo,
mis libros y mis deudas.
Ando buscando a quién regalarle mi alma,
mi destino, mi muerte.

¡Con qué gusto lo haría,
con qué ternura me dejaría en sus manos!

--


SI SOBREVIVES, si persistes, canta,
sueña, emborráchate.
Es el tiempo del frío: ama,
apresúrate. El viento de las horas
barre las calles, los caminos.
Los árboles esperan: tú no esperes,
éste es el tiempo de vivir, el único.


--


DIGO QUE NO PUEDE DECIRSE EL AMOR.
El amor se come como un pan,
se muerde como un labio,
se bebe como un manantial.
El amor se llora como a un muerto,
se goza como un disfraz.
El amor duele como un callo,
aturde como un panal,
y es sabroso como la uva de cera
y como la vida es mortal.

El amor no se dice con nada,
ni con palabras ni con callar.
Trata de decirlo el aire
y lo está ensayando el mar.
Pero el amante lo tiene prendido,
untado en la sangre lunar,
y el amor es igual que una brasa
y una espiga de sal.

La mano de un manco lo puede tocar,
la lengua de un mudo, los ojos de un ciego,
decir y mirar.
El amor no tiene remedio
y sólo quiere jugar.

(De “Tarumba y otros poemas, antología”, con selección y prólogo de Eduardo Langagne, colección El Viento de los Locos, Cooperativa de Trabajo Editora Patria Grande, Buenos Aires, 2015. Jaime Sabines nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en 1926, y murió en Ciudad de México, en 1999. Estudió filosofía y letras. Recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, el Nacional de Literatura y el Xavier Villaurrutia de Poesía, entre otros reconocimientos. Algunas de sus obras: "Heral" -la primera, publicada a la edad de 23 años-; "La señal", "Adán y Eva", "Tarumba", "Poemas sueltos", "Yuria", "Tlatelolco", "Maltiempo", "Algo sobre la muerte del mayor Sabines", "Otros poemas sueltos", "Los amorosos: cartas a Chepita". El director Claudio Isaac realizó un documental sobre su vida y obra, titulado “Algo sobre Jaime Sabines”. El poema “Los amorosos”, ya publicado en www.lapoesiaalcanza.com.ar e incluido en “Tarumba y otros poemas, antología”, fue la base para una serie de televisión que llevó ese mismo nombre. El mismo poema fue llevado a la música por Alejandro Filio y Pedro Aznar. En el prólogo de esta edición, Langagne sostiene que con Sabines “se conquistaron nuevas regiones de lo indecible”).

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