lunes, 17 de agosto de 2015

VIGENCIA DE TEILHARD DE CHARDIN, Hugo Gutiérrez Vega


 
Pierre Teilhard de Chardin en los debates en el Congreso de Filadelfia
Fuente: teilharddechardingrupodeestudio.org
En El medio divino, De Chardin plantea la reconciliación
de la ciencia con el pensamiento religioso.
El sacerdote jesuita fue un viajero incansable
y un hombre hechizado por el mundo.

Hugo Gutiérrez Vega

Dice Claude Aragonnés que Pierre Teilhard de Chardin fue un gran viajero sobre la Tierra. Su pensamiento mantiene una total vigencia y nos sigue sorprendiendo con su originalidad, su profundidad científica y su actitud mística. El sacerdote jesuita francés fue un profesional de las ciencias de la Tierra, y un especialista en geología y en paleontología chinas. Viajó por todo el mundo, realizó extensas investigaciones, participó en excavaciones y coleccionó piezas y testimonios invaluables para la investigación sobre la presencia del hombre en la Tierra. Su investigación más memorable fue el descubrimiento del famoso Sinanthropus, el hombre fósil de China en 1929. Nuestro antepasado fue encontrado en un lugar cercano a Pekín y pronto se convirtió en uno de los acontecimientos fundamentales de la paleontología del siglo pasado.

Teilhard de Chardin escribió numerosas obras. Sobresalen, entre ellas: El fenómeno humano, La visión del pasado, El medio divino La activación de la energía humana. Su libro titulado El grupo zoológico humano tuvo una importancia esencial en el desarrollo de los estudios sobre la evolución. Aragonnés recuerda una caricatura del padre Teilhard en un congreso celebrado en Filadelfia en 1937. En ella aparece rodeado de científicos y sosteniendo en las manos el cráneo de Chou-Kou-Tien. El científico describe a nuestro antepasado, cuya antigüedad se evalúa de acuerdo con un múltiplo de cien mil años. Él insistió mucho en la necesidad de que se constituyera una ciencia nueva: la antropogénesis, que se dedicaría al estudio de los orígenes humanos y del desarrollo de la humanidad.

Pierre Teilhard de Chardin al frente
Réplica de cráneo del Homo erectus pekinensis,
en el Museo Paleozoológico de China
Su obra tiene una importancia fundamental en la conciliación de la ciencia con la mística. Siempre estudió los trabajos relacionados con la evolución humana y manifestó su respeto al pensamiento de Darwin y de su libro fundamental, El origen de las especies. Esta postura le trajo problemas ante sus superiores e hizo que las narices tumefactas del Santo Oficio olfatearan golosas las páginas de sus libros, especialmente las de El fenómeno humano. Afortunadamente tuvo algunos defensores y salió adelante frente a las acusaciones. Esto le permitió viajar nuevamente por todo el mundo y ampliar sus investigaciones, que llegaron a su punto de mayor altura en el libro El medio divino. En esta hermosa obra, tan perseguida por la feroz Inquisición, por el Santo Oficio y por los enemigos del progreso humano, reconcilia a la ciencia con el pensamiento religioso. En las manos de Teilhard se encontraban las pruebas de la evolución humana. En esas manos se encontraba también la presencia de la divinidad en el principio del largo y prodigioso proceso de la evolución.

Teilhard de Chardin viajó durante muchos años por los territorios de China. En una de sus cartas afirma que la “las ideas de evolución y de duración han invadido incluso la física de la materia y nos invitan a construir sobre el espíritu sus explicaciones del mundo experimental”. Esta afirmación lo llevó a formular la idea de una cosmología espiritual, no metafísica, de la persona. Su pensamiento místico parte de la inmortalidad del alma y de la personalidad que “pierden su aspecto de verdades interesadas o antropomórficas y adquieren una significación esencial en la estructura del mundo”. El científico habla del cráneo del hombre de Pekín y se entusiasma al encontrar a varios homínidos que tienen una “dentición completamente humana, forma de la mandíbula típicamente simiesca y cráneo de dimensiones completamente humanas”. Estos hallazgos, según Teilhard, dan el tiro de gracia a los adversarios del “transformismo extendido al hombre”.

Reproducimos en estas páginas algunos fragmentos de la abundante correspondencia del padre Teilhard de Chardin. Sus cartas fueron dirigidas a sus parientes, compañeros de la orden, amigos científicos y escritores franceses, como Claudel, Duhamel y Mauriac. Creo que es urgente releer la obra de Tresmontar sobre el pensamiento de Teilhard de Chardin, así como las biografías del científico y del religioso escritas por Cuénot y De Lubac. Sus Cartas de viaje testimonian su aventura científica y espiritual; muestran su entusiasmo ante los paisajes del mundo y la belleza de la creación.

El padre Teilhard de Chardin murió en Estados Unidos el 10 de abril de 1955. Hechizado por el mundo al igual que Quevedo, sintió con intensidad la presencia de Dios en el origen del largo proceso evolutivo. Su trabajo en laboratorios y excavaciones le permitió alcanzar un pensamiento ordenado y riguroso, y relacionarlo íntimamente con una intensa experiencia mística. En este momento de revisión de muchos aspectos del hombre y de la cultura, conviene regresar a un pensador que con su sensatez, su sinceridad y su rigor científico, nos entrega una visión equilibrada del fenómeno humano.

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