domingo, 1 de junio de 2014

NINFOMANÍACA. DE LARS VON TRIER (II y última), Naief Yehya

Ninfomaníaca, de Lars von Trier (II Y ÚLTIMA)

Pornografía e hipersexualidad
La pornografía tiene como función estimular la libido al crear una ilusión esquizofrénica del sexo: mostrarlo en close up de forma hiperrealista pero a la vez en improbables narrativas fantasiosas, donde todas las mujeres están siempre disponibles y deseosas. Lars von Trier reconstruye estos clichés en su controvertidaNymph()maniac mediante la adicción al sexo de la protagonista, Joe (Charotte Gainsbourg), pero los actos sexuales mostrados (explícitamente con dobles de cuerpo) rara vez son apetecibles o, si resultan excitantes, su atractivo radica precisamente en que a menudo carecen de emociones, son dolorosos, desesperados y parecen empujar la narrativa hacia la tragedia. Más que una gozadora insaciable, la joven Joe parece una administradora de recursos, siempre fría, calculadora y pragmática. Von Trier enfatiza que el título se refiere a una condición médica: el estado de deseo permanente, denominado también furor uterino, que ha sido definido desde su descubrimiento-invención en el siglo XVIII como una condición patológica de la mujer, cuyo deseo sexual es por fuerza monstruoso, perverso y pérfido, por tanto representa una amenaza contra el orden patriarcal.
Mea vulva, mea maxima vulva
Joe de joven, interpretada por la asombrosa Stacy Martin, es parte de un grupo de jóvenes que desprecian el amor y prometen no sucumbir nunca a esa pasión, ni siquiera tener sexo con la misma persona dos veces, ya que el amor es sólo “deseo más celos”. Su lema es mea vulva, mea maxima vulva. Mientras el sexo promiscuo es un intercambio eficiente y gratificante en la economía emocional, el amor es confuso y representa la verdadera esclavitud; de ahí que cuando Joe se enamora y tiene un hijo, pierde su única certeza: el orgasmo. La contraparte de las relaciones amorosas, representadas por un frágil y desolado Shia Lebouef, es el sádico profesional interpretado por Jamie Bell, cuyos golpes son usados como terapia de choque por Joe para recuperar las sensaciones.
Argucias y genialidades
Podríamos pensar que la idea de dividir el filme en dos partes o “volúmenes” es una argucia comercial, un gancho más para hacer pagar dos boletos al espectador, pero hasta cierto punto hay una división atmosférica entre las dos partes que las hace independientes y a la vez conceptualmente antagónicas, ya que la primera es principalmente ligera, humorística y sexy, mientras que la segunda es oscura y sórdida. Curiosamente, en la primera parte hay dos escenas de una intensidad asombrosa y cruel, en las cuales intervienen actores hollywoodenses a los que sitúa en los límites de su potencial: Christian Slater, en el papel del padre de Joe, y Uma Thurman como la furiosa esposa de uno de los enamorados de Joe, en una escena de celos histórica.
Como moscas
Seguramente, nada divierte más a Von Trier que la indignación de aquellos que critican a Nymph()maniac por ser una cinta sobre sexualidad femenina hecha por alguien que ni la entiende ni ultimadamente le importa. La metáfora de la pesca con mosca es particularmente relevante, porque se trata de un forma de engañar a los peces con el movimiento del anzuelo para que crean que es una mosca. Muchos ven aquí al sexo como el anzuelo y al público entusiasta como esos crédulos peces. Algunos han acusado al cineasta de haber querido contarse a sí mismo una historia masturbatoria, indulgente, monotemática, wikipediesca, repleta de chistes privados y claves que no revelan nada, y que no es más que mala pornografía. Además, Von Trier deja pasar acentos lingüísticos torpemente fingidos (quizás porque sucede en un país que parece Inglaterra pero es un territorio fantástico) y se cita a sí mismo al evocar la secuencia de Anticristo, en que un niño pequeño camina hacia un balcón atraído por la nieve que cae.
Filosofía del tocador
Von Trier parece haberse liberado del pesimismo y la depresión de sus filmes recientes. Aquí ha recuperado la ironía metafílmica de sus primeras películas y sus lúdicas estrategias narrativas (como las tipografías en pantalla y la división del filme en capítulos, como de novela dieciochesca). La realidad es que esta serie de confesiones van de la comedia a la filosofía del tocador, y como la novela de Sade de ese título, la cinta está armada por diálogos en los que eventualmente triunfa la crueldad. En la siniestra recámara de Seligman lo que realmente se debate es la condición de una sociedad hipersexual, informatizada, en la que libertinos desaforados y reprimidos son torturados por sus deseos al tiempo que sus dispositivos digitales se han convertido en eficientes altares al hardcore.

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