EJE CERO/4
Alfonso Sánchez Arteche
El 31 de diciembre, al mediodía, el profe Bartolo escuchó un golpeteo insistente. Después de inquirir varias veces "¿quién es?" sin recibir respuesta, el vetusto mentor se acercó jadeando y maldiciendo al umbral de la entrada, corrió el cerrojo de metal y, al abrir la puerta de cedro apolillado, sus pupilas acuosas, flotando tras los anteojos, se toparon con la mirada bovina de Casimiro el plomero. Sorprendido por la visita, farfulló algunos monosílabos, que el vecino incómodo atajó con una frase elocuente: "No se amuine, mi tícher, que nomás vengo a desearle feliz año nuevo... y si usté no nos lo toma a mal, dice mi vieja que a ver si nos hace el favor de acompañarnos en su humilde cantón a recibir juntos el 2016". El jubilado solterón estuvo a punto de soltar una majadería, pero recordó que, a pesar de haber ejercido por más de cuarenta años el oficio magisterial, era un hombre bien educado. Apenas alcanzó a responder, mientras intentaba organizar sus ideas: "Mire, no sé, dígale a su señora esposa que le agradezco mucho la invitación, pero..."
Macuca, la estudiante de letras hispánicas, que había escuchado este breve diálogo mientras limpiaba unos romeritos para el revoltijo que iba a preparar su mamá, se lavó rápidamente las manos y salió corriendo a la calle para ver en qué iba a terminar ese suceso insólito, porque bien sabía que los dos entes parlantes eran el agua y el aceite. Como muchas veces había tenido que separarlos antes de que llegaran a las manos, la chica se acercó a una prudente distancia para escuchar lo que decía don Casimiro: "pos ya ve, mi profe, como son las rucas, y la mía dice que cómo se la va a pasar usté de a solapa, si nomás hai quecharle más agua a los frijolitos y bien que nos alcanza pa todos, las hijas, los ñetos, ya ve usté que a dos dellas las dejaron sus maridos y a lotra nomás nos la empanzonaron... pero, ¿cómo le digo?, pos questas son fechas de mucha alegría y amor ora sí que a los semejantes".
Don Bartolo no decía nada, sólo observaba con curiosidad de taxidermista al plomero; de pronto se le iluminó la sesera y con un brillo maligno en sus ojillos repuso: "Yo no sabía que usted fuera pagano". El otro, ingenuamente, repuso: "¿y eso qué tiene que ver? claro que sí, pago el predial, el agua, el..." Macuca lo interrumpió de manera cortés: "no, don Casi, el profe insinúa que no es usted cristiano". Y luego, encarando al docente, la muchacha le recriminó: "tampoco se mande, si bien sabe que los dos, el señor y su señora son rebién católicos, van todos los días a misa y comulgan a cada rato". Sin perder la calma, el maestro prosiguió: "A eso me refiero, Macuquita, a que la fiesta de Año Nuevo es una tradición pagana muy antigua que a nosotros nos heredaron los romanos". El sorprendido ahora era el plomero: "Ah, chirrión, cómo estuvo eso?". Macuca se rascaba la cabeza mientras oía la explicación:
"El calendario solar de los romanos principiaba el primero de marzo. Por eso nuestros noveno, décimo, undécimo y duodécimo se siguen llamando Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciembre, respectivamente. El undécimo de ellos estaba dedicado al dios Jano, que tenía dos rostros: con uno veía al pasado y con el otro al futuro. De ahí que a ese mes se le llame January en lengua inglesa, Janeiro en portugués y Enero en español. Pero como el primer día del mismo era cuando se elegía a los cónsules, el Senado decidió cambiar el inicio del año a esa fecha".
Don Casimiro, que no entendía nada, quiso demostrar que sí entendía e hizo una brillante deducción: "oquei, y del cenado viene la costumbre de cenar el 31 de diciembre". El profe, que hasta ese momento había conservado la calma, estalló en indignación: "¡pero cómo será usted bruto, dicho sea con perdón de las nobles bestias!" Macuca, para serenar los ánimos, intervino: "mejor sígale, profe, que está muy interesante eso de los meses, yo tengo la curiosidad de saber por qué Julio y Agosto tienen 31 días si uno viene enseguida del otro". De inmediato obtuvo respuesta: "Julio se llama así en honor al emperador Julio César, y quien le sucedió, el César Octavio Augusto, quiso tener también su mes y también de 31 días; para cumplirle el gusto, le restaron un día a febrero, que ya era de 29 y sólo en los años bisiestos traía 30, y por eso se quedó en 28 y de 29 en los bisiestos". Casimiro estuvo a punto de interrumpir, pero se le adelantó Macuca: "¿y por qué le quitaron tantos días al pobre de Febrero?". El maestro Bartolo esbozó una sonrisa irónica mientras respondía: "ni tan pobre, Macuquita, los romanos lo consideraban de mala suerte y les urgía que se acabara cuanto antes". Casimiro, aburrido, no se quiso quedar con la duda: "pos pa pronto, dígame qué tiene de pagano el Año Nuevo". El preceptor en retiro, con una risotada inimaginable en él, contestó: "¡que los romanos lo celebraban con banquetes, orgías, bacanales y reventones, ni más ni menos que como ahora!".
Con el amor propio herido, Casimiro encaró a su vecino: "pos orgías nomás los pudientes y libertinos... Cuantimás, ya ni romanos hay, si acaso en la pasión de Ixtapalapa y es cuando salen de cinturones... A ver, si es tan sácalepunta, dígame por qué los cristianos siguieron con la celebración y es cuando uno va a la iglesia a dar gracias..." El profe, tolerante, le respondió: "De acuerdo, está bien que vaya si tiene algo qué agradecer. Nada más le comento que, como no había manera de desaparecer aquellas celebraciones, la cristiandad las encubrió con la circuncisión de Jesús".
La palabra dejó turulato al plomero: "¿circun... qué?", interrogante a la que el mentor replicó con otra: "¿No sabe lo que es la circuncisión?". Casimiro tuvo que responder que no sabía, pero Macuca tampoco y por eso insistió en que el profe les explicara su significado. Éste, con el rubor tiñéndole las mejillas, repuso: "Búsquelo en el diccionario, Macuquita. Y usted, don Casimiro, hágame el favor de disculparme con su santa señora, pero no ceno por lo de mi úlcera". Y civilizadamente entró a su casa, cerró la puerta tras de sí y no se le volvió a ver en el resto del año.
Macuca, la estudiante de letras hispánicas, que había escuchado este breve diálogo mientras limpiaba unos romeritos para el revoltijo que iba a preparar su mamá, se lavó rápidamente las manos y salió corriendo a la calle para ver en qué iba a terminar ese suceso insólito, porque bien sabía que los dos entes parlantes eran el agua y el aceite. Como muchas veces había tenido que separarlos antes de que llegaran a las manos, la chica se acercó a una prudente distancia para escuchar lo que decía don Casimiro: "pos ya ve, mi profe, como son las rucas, y la mía dice que cómo se la va a pasar usté de a solapa, si nomás hai quecharle más agua a los frijolitos y bien que nos alcanza pa todos, las hijas, los ñetos, ya ve usté que a dos dellas las dejaron sus maridos y a lotra nomás nos la empanzonaron... pero, ¿cómo le digo?, pos questas son fechas de mucha alegría y amor ora sí que a los semejantes".
Don Bartolo no decía nada, sólo observaba con curiosidad de taxidermista al plomero; de pronto se le iluminó la sesera y con un brillo maligno en sus ojillos repuso: "Yo no sabía que usted fuera pagano". El otro, ingenuamente, repuso: "¿y eso qué tiene que ver? claro que sí, pago el predial, el agua, el..." Macuca lo interrumpió de manera cortés: "no, don Casi, el profe insinúa que no es usted cristiano". Y luego, encarando al docente, la muchacha le recriminó: "tampoco se mande, si bien sabe que los dos, el señor y su señora son rebién católicos, van todos los días a misa y comulgan a cada rato". Sin perder la calma, el maestro prosiguió: "A eso me refiero, Macuquita, a que la fiesta de Año Nuevo es una tradición pagana muy antigua que a nosotros nos heredaron los romanos". El sorprendido ahora era el plomero: "Ah, chirrión, cómo estuvo eso?". Macuca se rascaba la cabeza mientras oía la explicación:
"El calendario solar de los romanos principiaba el primero de marzo. Por eso nuestros noveno, décimo, undécimo y duodécimo se siguen llamando Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciembre, respectivamente. El undécimo de ellos estaba dedicado al dios Jano, que tenía dos rostros: con uno veía al pasado y con el otro al futuro. De ahí que a ese mes se le llame January en lengua inglesa, Janeiro en portugués y Enero en español. Pero como el primer día del mismo era cuando se elegía a los cónsules, el Senado decidió cambiar el inicio del año a esa fecha".
Don Casimiro, que no entendía nada, quiso demostrar que sí entendía e hizo una brillante deducción: "oquei, y del cenado viene la costumbre de cenar el 31 de diciembre". El profe, que hasta ese momento había conservado la calma, estalló en indignación: "¡pero cómo será usted bruto, dicho sea con perdón de las nobles bestias!" Macuca, para serenar los ánimos, intervino: "mejor sígale, profe, que está muy interesante eso de los meses, yo tengo la curiosidad de saber por qué Julio y Agosto tienen 31 días si uno viene enseguida del otro". De inmediato obtuvo respuesta: "Julio se llama así en honor al emperador Julio César, y quien le sucedió, el César Octavio Augusto, quiso tener también su mes y también de 31 días; para cumplirle el gusto, le restaron un día a febrero, que ya era de 29 y sólo en los años bisiestos traía 30, y por eso se quedó en 28 y de 29 en los bisiestos". Casimiro estuvo a punto de interrumpir, pero se le adelantó Macuca: "¿y por qué le quitaron tantos días al pobre de Febrero?". El maestro Bartolo esbozó una sonrisa irónica mientras respondía: "ni tan pobre, Macuquita, los romanos lo consideraban de mala suerte y les urgía que se acabara cuanto antes". Casimiro, aburrido, no se quiso quedar con la duda: "pos pa pronto, dígame qué tiene de pagano el Año Nuevo". El preceptor en retiro, con una risotada inimaginable en él, contestó: "¡que los romanos lo celebraban con banquetes, orgías, bacanales y reventones, ni más ni menos que como ahora!".
Con el amor propio herido, Casimiro encaró a su vecino: "pos orgías nomás los pudientes y libertinos... Cuantimás, ya ni romanos hay, si acaso en la pasión de Ixtapalapa y es cuando salen de cinturones... A ver, si es tan sácalepunta, dígame por qué los cristianos siguieron con la celebración y es cuando uno va a la iglesia a dar gracias..." El profe, tolerante, le respondió: "De acuerdo, está bien que vaya si tiene algo qué agradecer. Nada más le comento que, como no había manera de desaparecer aquellas celebraciones, la cristiandad las encubrió con la circuncisión de Jesús".
La palabra dejó turulato al plomero: "¿circun... qué?", interrogante a la que el mentor replicó con otra: "¿No sabe lo que es la circuncisión?". Casimiro tuvo que responder que no sabía, pero Macuca tampoco y por eso insistió en que el profe les explicara su significado. Éste, con el rubor tiñéndole las mejillas, repuso: "Búsquelo en el diccionario, Macuquita. Y usted, don Casimiro, hágame el favor de disculparme con su santa señora, pero no ceno por lo de mi úlcera". Y civilizadamente entró a su casa, cerró la puerta tras de sí y no se le volvió a ver en el resto del año.
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