miércoles, 6 de enero de 2016

JOHANN PAGE: "LOS ESCRITORES TIENEN QUEC APRENDER A SER AUTORES", Gabriela Wiener

Johann Page: “Los escritores tienen que aprender a ser ‘autores”

Escritor y editor. Estudió Lingüística y Literatura Hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es autor de los libros Los puertos extremos (Estruendomudo, 2004), Zambrano Comegusanos (Peisa, 2007) y Todo termina esta noche (Peisa, 2015).
Johann Page: “Los escritores tienen que aprender a ser ‘autores”
Johann Page: “Los escritores tienen que aprender a ser ‘autores”. Foto: Angélica Lunardi.
Gabriela Wiener
Le comento a Johann Page que después de hablar con él un rato una se da cuenta de que no presume de nada, no habla de su próximo proyecto, ni cuelga compulsivamente sus entrevistas en Facebook, ni parece ansioso de sentarse de invitado especial en el exclusivo banquete de la literatura. Así que a riesgo de actuar prejuiciosamente no puedo evitar lanzarle mi duda a la cara: ¿No eres demasiado bella persona para ser escritor? "Te confieso: soy en realidad un descreído crónico" –me contesta agotado, después de pasar horas jugando con su hijo a que son Darth Vader y Luke. Antes de publicar su reciente libro de relatos, Todo termina esta noche –que incluye, por cierto, el cuento ganador del premio Copé, Patrimonio, sobre un padre y un hijo–, Page fue editor y esa experiencia cambió su modo de afrontar el mundo literario. “He visto a autores sonreír ante las cámaras para luego revelar sus temores y debilidades (y bajezas también), de manera que me juré jamás mostrar así mis propias vergüenzas”. También asegura que aunque descreído, no es un cínico: “No pierdo la ilusión de ser leído, pero mi combate es interior: lucho conmigo mismo controlando mi ego para que no sea él quien hable. En la fastuosa cena literaria procuro guardar silencio, escuchar y sonreír para no revelar que mi presencia allí es un accidente, y que tarde o temprano alguien más vendrá por esta silla”. Y su hijito vuelve a agarrarle a espadazos. 
 
 
¿Por qué parece que oscilar entre el deseo de éxito y el miedo al fracaso, entre la resistencia y la gloria, es más neurotizante para un escritor? ¿Qué tanto te desnudas en el cuento “Escritura creativa”? ¿Crees como tu personaje que es cosa de talento y constancia pero sobre todo de esa esquiva suerte?
 
Ese cuento tiene una pregunta mortal, que incluso ahora me persigue en la voz del personaje de la niña: “¿Y si no tengo nada que decir?”. Su padre, un escritor temeroso pero con talento, con ganas ardorosas de triunfar —como todos nosotros—, recibe la frase como un puñal. ¿Qué es ese famoso “éxito”? ¿Hallar tu voz? ¿Tener algo que decir? Creo que esas deberían ser las primeras tareas del que escribe. Lo desesperante en cuestión para los escritores es descubrir que el talento no es suficiente. ¿Debería serlo? Quizá. Pero esa ingenuidad es la base de todos los lamentos posteriores. La suerte es vital, sin duda. Pero más importante: saber esperar, sentado y sin desesperación.
 
-En todas tus entrevistas se menciona que habías enviado varias veces, con menos suerte, tus relatos al Copé, como si fueras un profesional de los premios. En el cuento de Roberto Bolaño, “Sensini”, el viejo escritor le enseña al aspirante por qué los premios de provincia son los mejores. ¿Algún consejo a lo Sensini para novatos?
 
Repetir como un mantra los versos de la magnífica Varela: “Digamos que ganaste la carrera/ y que el premio/ era otra carrera…”. Jeffrey Eugenides decía que los premios literarios son solo una idea, un voto de confianza. Como la Literatura, existen solo en la mente. En sus mejores días, los escritores de todo el mundo están ganando un premio, solos, sin nadie mirando. Por eso creo que los premios literarios son como la homeopatía: solo funcionan si crees en ellos.
 
¿Y por qué de repente ya no visitar alguna ciudad inventada, jugar con las palabritas o hacer ficción dentro de la ficción y por qué un sí rotundo a la experiencia?
 
Porque tu centro cambia: te exige contar lo emergente. Eso que está contenido y aplazado en tu corazón y que consideras sin valor. Hasta que un día pide ser narrado, existir. Juegas cuando nada te consume. Escribes cuando empiezas a arder y no tienes más remedio que seguir.
 
Antes, el matrimonio y la paternidad estaban en las antípodas de lo que se entendía como temas literarios “de prestigio”, si algo así de aberrante existe. Pero ahí está Karl Ove Knausgard. Aquí te tenemos a ti. ¿Sientes que tu narrativa conecta con cierta cuestión contemporánea?
 
Sin duda. Las tendencias tienen un sentido: revelan un sentir común. Creo que lo de Karl Ove responde a la necesidad actual de contar y leer lo que llamo “el testimonio de lo aprendido”. Rutas vitales, experiencias próximas. Nunca de modo aleccionador —allí tropiezan muchos—. En mi caso busco desentrañar las grietas personales, las fisuras en las relaciones. Es mi discreta contribución.
 
¿Cómo escribir sobre la muerte del padre sin matarlo?
 
No podemos elegir a nuestros padres. Sin embargo, podemos reconfigurarlos al escribirlos. Narrar al padre es volver a darle rostro. Paradójicamente, con ello no lo matamos: le damos más vida que nunca. Quizá eso es lo que necesitábamos después de todo. Tenerlo ahí, en nuestras páginas, para poderlo querer y moldearlo como siempre anhelamos.
 
¿Qué tal te llevas con los críticos peruanos? Cuéntame algo positivo y algo negativo. Y, ¿por qué crees que no hay críticas literarias mujeres en los medios?
 
Ese es un cambalache tremendo. Lo negativo: haber sido testigo de una época en que, a falta de crítica literaria seria en medios, esto fue tierra de nadie. Y claro, se acabó a las trompadas (literales, yo fui testigo). Lo positivo: aprendimos la lección y, con los actuales críticos en medios —ahora más acuciosos—, ya al menos nadie se agarra a golpes. ¡Y desde luego que es rarísimo que no haya mujeres criticando libros, con las talentosas escritoras y lectoras que tenemos!
 
Como editor que fuiste –del Grupo Planeta Perú de 2011 a 2013–, ¿cómo ves la supuesta lucha por los autores nacionales entre dos grandes como Penguin Random House y Planeta?
 
Lo veo estupendo para los autores. Yo les digo: dejen que las editoriales les ofrezcan todo. Exijan todo. Adelantos, mejores contratos. Creo que hay que saber “ser autor”: eso quiere decir entender que para un escritor con talento, con algo de reconocimiento, el que una editorial grande lo quiera publicar no es un favor. Es algo ganado. Y esa editorial —que vive de ese autor— debe responder haciendo todo lo posible por difundir su obra. Hay que creérsela, sí. Pero cumpliendo el deber: respondiendo con libros sólidos.
 

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