La piedra negra y el poder libertario de Elena Garro
I. La obra antes que la vida y viceversa
La vida de Elena Garro es tan alucinante como su extraordinaria obra. Tal vez por eso ya no me asombra que a estas alturas, y toda vez que históricamente han quedado demostrados su enorme superioridad y talento, algunas escritoras e intelectuales me aconsejan que para escribir este ensayito “no haga caso de lo que se dice de ella, que nada es cierto, que cuando la crítica proviene de las mujeres, es por pura envidia; que cuando todavía levantan ámpulas sus declaraciones, se debe a las añoranzas de un poder político puesto en cuestionamiento; que la difamación a su obra y a su persona no es sino producto de la envidia que le tenía Octavio Paz (envidia reciclada por los incondicionales del excelente poeta, ensayista e intelectual mexicano), que cuando el ataque es a su fama como mujer libre y preciosa es porque viene de críticos y escritores machos y/o mediocres, cuando escriben o conferencian las académicas ‘dueñas’ de sus novelas”; dicen que me olvide de la vida de Elena Garro; en fin, me dicen que Elena es una feminista inmadura y que mejor me concentre en su obra.
II. Ni filias ni fobias
No es legión, pero hay quienes la defienden a capa y espada, como si Elena Garro fuera una mártir, una santa de las sufragistas o una víctima absoluta de los poderes políticos y de las mafias intelectuales. La verdad es que en pleno siglo xxi la escritora superlativa continúa provocando una especie de batalla campal cuyo objetivo es denostarla o empoderarla dentro de la nueva (eterna) escena del arte y la literatura en México. Se piensa que al hablar de su vida y “milagros” uno se ve obligado a definirse a favor de ella y en contra de Octavio Paz. Sin embargo, como dice Alejandro Jodorowsky, “estar a favor de Alfa no implica estar en contra de Omega”. Más que juzgar las actitudes de Elena es preferible entender el contexto en el que sucedieron algunos de los acontecimientos más relevantes de la vida política y cultural de México a mediados del siglo xx, período turbulento que medio siglo después puede explicarse con el famoso oxímoron de Elena Garro: los recuerdos del porvenir. Más allá de las filias categóricas y de las fobias groseras, es tiempo de abandonar los papeles de jueces edificantes o de “madre ardientes” para comprender las “causas y azares” que dieron paso a una figura y a una obra excepcionales.
III. Ave de las tempestades
“La pterodroma hasitata es una especie de ave oceánica. Realiza veloces vuelos rasantes sobre el agua batiendo las alas rápidamente, o sin moverlas, cuando aprovechan los vientos en contra. La causa de su disminución se debe a la depredación humana directa. En los sitios donde se aparea su presencia suele ser causa de creencias en seres sobrenaturales. Esto se debe a que sus llamadas producen extraños sonidos en la noche y –como son difíciles de ver– suelen ser tomadas por brujas o diablos, cosa que ha originado toponimias como La Bruja, en Cuba; o Morne Diablotín, en Haití.” (Wikipedia)
IV. 1968
Es increíble que a estas alturas de la postmoderna, hipercomunicada e inhumana realidad que vive México, a Elena Garro se le siga estigmatizando por su estilo de vida, por sus declaraciones, muchas de ellas políticamente ingenuas, así como por sus desplantes y actitudes. Estoy seguro de que a medio México le hubiera fascinado conocer “en vivo” a una mujer que, como hasta sus detractores afirman, era, además de atractiva, inteligente y subyugante. Esta escritora, verdadera ave de las tempestades, comenzó a desplegar los poderes de su pluma poco antes de que en México y en el mundo se desatara el ciclo de revueltas juveniles que transformarían algunas de las formas de vida hasta entonces conocidas en el mundo occidental, mutación cuya energía revolucionaria, social, política y sobre todo cultural, causará estragos hasta el presente. Francia, Estados Unidos, Checoslovaquia y México son algunos de los países en donde los movimientos juveniles tuvieron mayor repercusión, especialmente en torno a los temas de la transformación democrática de las instituciones, sexualidad y educación, libertades civiles (particularmente de información y expresión), en contra de la discriminación y de la intervención ideológica y militar colonialista. Durante este tempestuoso ciclo surgen movimientos ecologistas, hippies, feministas, homosexuales, guerrilleros, anarquistas, situacionistas, existencialistas y neosurrealistas. Entre otros movimientos contraculturales, se popularizan las literaturas beatnik y onderas, el happening y el pop art; es un tiempo en donde a ritmo de poesía y narrativa inédita, de rock and roll y de contratiempos jazzísticos las sociedades se tensan y destensan, se fracturan y reconstituyen, donde los movimientos juveniles tienen triunfos relativos (sobre todo en el terreno cultural) pero donde se dan los más politizados, o donde el poder es más autoritario e intolerante, son reprimidos. Tal es el caso de México, cuyas fatales consecuencias conocemos todos.
V. La imaginación es la loca de la casa: Santa Teresa
No son pocos los autores que consideran que Elena Garro padecía un delirio de persecución, espejismo que encaja con algunos síntomas de paranoia. Dice Lacan que la paranoia sumerge al sujeto en el desconcierto, delirio que va a suplir “la metáfora paterna desfalleciente, construyendo una metáfora delirante destinada a dar sentido y cohesión a aquello que carece de sentido y cohesión”. En algunas de las entrevistas que Elena Garro ofreció, podemos inferir que la presencia de su padre “desfallecía” literalmente por ausencia física, ya que durante largas temporadas Elena y sus hermanos eran dejados al cuidado de algunas trabajadoras de origen indígena que laboraban con su familia en Iguala. Su padre fue un español que Elena apenas deja ver en La semana de colores, serie de cuentos de corte fantástico, donde una niña suele desatar su poderosa imaginación narrativa bajo la mirada afectuosa, cómplice y comprensiva de algunas nanas y jardineros de la estancia familiar. Por ejemplo, en el relato “La culpa es de los tlaxcaltecas”, donde la interlocutora de Laura (heroína a quien daban por muerta) es la cocinera Nacha, a quien le confiesa que sus incesantes fugas (de la realidad) y su apostasía de lo sacrosantos valores occidentales, tiene que ver con “la traición” llevada a cabo por los tlaxcaltecas durante las guerras de conquista en México, y que, como la heroína tránsfuga tiene miedo, traiciona a su marido occidental. “La señora Laurita no era de ese tiempo, ni era para el señor”, dice Nacha. En realidad Laura pertenece al tiempo de la fuga, en este caso hacia un tiempo mítico de origen precolombino. La misma sensación persecutoria la encontramos con mayor plenitud en la novela Reunión de personajes, donde la protagonista es acosada por un tipo siniestro. En esta postmoderna historia en la que interviene el fantasma de Scott Fitzgerald, tanto los tiempos como el núcleo temático se mueven por todas partes, como el azogue. Justamente la idea del mercurio como elemento sine qua non de la hermenéutica, nos permite acceder al “sistema” de relaciones y umbrales en los que se mueven y atraviesan los personajes de la narrativa de Garro. Por ejemplo, lo que sucede con el personaje femenino de Julia en la novela Los recuerdos del porvenir, quien después de permanecer “sometida” física y sexualmente por el general que ha tomado en sus manos la vida y el destino de los habitantes de Ixpec, se las ingenia para huir con su amante en la búsqueda de su felicidad y destino. En la novela transcurren los acontecimientos que dan paso a ese porvenir que, a medio siglo de distancia, nos muestra la situación que padece un buen número de mujeres mexicanas, dentro de un escenario en el que, más allá del sometimiento del que fueron víctimas por caudillos y caciques de la revolución, todavía es más cruel por la práctica de la trata y por el feminicidio. Sin embargo, en Los recuerdos del porvenir también está latente el potencial libertario de las mujeres representadas por Julia, quien, mediante una estrategia en la que guarda silencio, logra hacer que su mente piense únicamente en lo que ella quiere y desea. Casi como si fuera una maestra budista, la heroína de Garro mantiene a buen resguardo su salud mental ante una realidad ominosa. Por otro lado, la madre de Elena Garro parece un personaje perdido en un mundo de libros del que sólo sale para acompañar a su esposo en sus viajes frecuentes. Se trata de un mundo encantado, como el del tío Boni, quien juega un papel iniciático en la vida literaria de la escritora.
VI. El buen y el mal hombre
En un buen número de sus cuentos, novelas y obras de teatro vemos surgir las figuras de personajes masculinos, muchos de ellos de origen indígena, y otros como Felipe Ángeles, cuya figura masculina es la más alta y significativa en la obra de Elena Garro. Es bien conocida la anécdota en la que Felipe Ángeles cuestionó la brutalidad de los soldados haciendo un elogio del hombre de armas apegado a la legalidad institucional. Esta actitud marcó su trayectoria política y ética. No es casual que durante diversas movilizaciones agrarias, así como en el movimiento de 1968, Elena Garro manifestara su pertenencia a una estructura institucional, ya fuera a la Central Nacional Campesina o reconociendo la figura de Carlos Madrazo, quien se proponía transformar a México desde el pri. Igual que Felipe Ángeles, quien fuera criticado por iluso e irrealista, Elena Garro fue vista como un personaje fuera de la realidad y naive. Como valiente ave de las tempestades, durante muchos momentos Elena Garro pareció vivir bajo la frase más célebre de Felipe Ángeles: “Por qué temerle a la muerte, si no le temo a la vida.” Entre el ejemplo del estratega maderista honorable y los militares corruptos se desenvuelve la obra de Garro. En realidad existe una correlación entre su literatura y sus posturas políticas. Hay quienes consideran que la novela Los recuerdos del porvenirforma parte de la novela de la Revolución mexicana, cuando en realidad es una novela ferozmente crítica con dicha revolución. Por otra parte la estructura, el lenguaje poético y los recursos técnicos empleados en esta obra son inéditos. Algunos de esos hallazgos estructurales y conceptuales también se encuentran en El Llano en llamas y en Pedro Páramo de Juan Rulfo, en especial la idea supernatural de los muertos que viven y la del tiempo que vuelve. En ese sentido, la narrativa de Elena Garro se encuentra más cerca del estilo fantástico de Juan de la Cabada (a quien Elena admiraba profundamente) que a la fantasía narrativa de García Márquez; incluso su contenido es más cercano al de Borges (a quien también admiraba) y al de Bioy Casares, quien además fue el amor de su vida.
VII. El poder del silencio
Durante los episodios de Los recuerdos del porvenir, el pueblo entero parece ser la familia de Elena Garro, quien durante el episodio sangriento de la Guerra cristera (doscientos cincuenta mil muertos) sufre por la violencia machista de unas fuerzas armadas dirigidas por caudillos irresponsables. Entonces como ahora, los personajes femeninos encuentran en los poderes de la seducción una alternativa para sobrevivir, incluso para escapar de ese pueblo de muertos. Sometimiento y prostitución o rebeldía y fuga para hacerse de una realidad propia, de un destino donde a través del amor pueda reivindicarse a la mujer, dominio que tiene que ver con el deseo de libertad y plenitud sexual. Elena Garro nos dice que la liberación comienza por el pensamiento, que cada una de las mujeres es lo que piensa, no necesariamente lo que dice, estrategia de liberación fantástica para una época donde el poder patriarcal era incuestionable, poder que también es puesto en duda en las figuras políticas de caciques como Pedro Páramo, símbolo del macho alfa en el panteón de los grandes protagonistas de la novela mexicana.
VIII. La piedra angular o piedra roseta
Ciertas tradiciones hermenéuticas dicen que entre el alma y la piedra existe gran correspondencia; que la piedra bruta es andrógina, condición perfecta del estado primordial, instrumento que provoca la clarividencia de los chamanes. La Chatita Helena Paz Garro solía decir que su madre tenía mirada de hombre. La misma Elena Garro creía que el pensamiento masculino tenía una poderosa influencia en ella. Como en Shakespeare, a cuya profundidad y vastedad de inteligencia Harold Bloom vincula con la “energía” femenina que se movía dentro de su psique, es probable que en la mente de Elena Garro confluyera una energía dual de ambos signos, provocándole una plasticidad creativa muy especial, una capacidad chamánica para desenvolverse en la duermevela donde trans-curren sus historias fantásticas. Como la piedra negra y parlante de Cibeles, el palladium de Troya, la piedra negra de La Meca o la Piedra triangulada del Tajín, podemos imaginar que la piedra angular de Los recuerdos del porvenir es como el reverso de la Piedra de sol, poema del insigne Octavio Paz. Elena Garro, a quien la idea del feminismo no le atraía particularmente, dice con voz poética y masculina al principio de su obra cumbre:
Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga •
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