martes, 6 de mayo de 2014

PADRE Y MEMORIA, Ana García Bergua

Ana García Bergua
Padre y memoria

Estaba leyendo Padrey memoria, el último libro de Federico Campbell, que salió hace poco. En general los escritores, para conjurar a la suerte, nunca dicen “el último”, sino “el más reciente”. Desgraciadamente aquí el adjetivo es preciso, pues Federico falleció hace muy pocas semanas, víctima de la influenza H1N1. En el Día del Libro, en medio de tantas conmemoraciones y fallecimientos recientes de tantos escritores, elegí hablar de Federico para recordar que hace muy poco seguía aquí con nosotros, vivo, ameno y cultísimo como pocos. En los ensayos que conforman Padre y memoria lo podemos ver: multitud de lecturas e ideas alrededor de los dos temas que de alguna manera lo acompañaron a lo largo de muchos años.

Federico Campbell nació en Tijuana en 1941. Narrador, ensayista, periodista, traductor de David Mamet, Harold Pinter y del escritor italiano Leonardo Sciacia, a quien introdujo en México, su obra abarca registros y temas muy diversos. Por ejemplo, el asunto del poder y las mafias como fenómenos forzosamente simultáneos. Maestro del periodismo, en sus columnas reunidas aparecen estos temas vistos con gran sagacidad. Otro tema de Federico era Tijuana y la vida fronteriza, pensando también en la frontera como un asunto existencial, de bordes y límites psicológicos, como cuando los especialistas hablan, por ejemplo, de una personalidad fronteriza: la que presenta los rasgos de algunas patologías sin caer en ellas. Este tema lo abordó en sus relatos de Todo sobre las focas y en las novelas Tijuanenses y Transpeninsular, que ganó el Premio Mazatlán.

La narrativa, la autobiografía y el periodismo se trenzan en La clave Morse, novela publicada en 2001 que trata de un periodista que viaja a Sonora para hacer un reportaje sobre una matanza de campesinos en Tesia y aprovecha para visitar su casa familiar en Navojoa y recordar con sus hermanas la evasiva figura del padre telegrafista. Está armada con los diálogos que el periodista graba y las versiones que cada quien recuerda sobre los momentos con el padre, la vida tijuanense de los treinta y cuarenta, el cine: “Fuimos testigos de situaciones iguales y por tanto debíamos tener, suponía yo, idénticos recuerdos. Sin embargo, a medida que iba transcurriendo la noche, en el sosiego del traspatio, emergía cada vez con más peso la sospecha de que cada quien había vivido una historia diferente.”

También en Post scriptum triste –un diario literario al estilo de Jules Renard y de Leonardo Sciacia–, Federico abordaba el tema de la memoria desde el punto de vista de la depresión, el bloqueo de los escritores, por qué un escritor decide, como Rulfo, dejar de escribir. Padre y memoria indaga en la figura del padre desde la perspectiva de muchos escritores, como Kafka, Sartre, Philip Roth o Eliseo Diego, y también en la búsqueda del pasado cuyo origen es el padre. Y todo ello invariablemente centrado en la escritura; la escritura como búsqueda y enigma, como centro de la vida: “El escritor que se encierra en una habitación sale de viaje ante todo a su propio interior y logra hablar de su propia vida como si fuera la de los otros y de la de los otros como si fuera suya”, dice, hablando de Orhan Pamuk. La memoria sería una forma de narrativa que el cerebro forma con una serie de estímulos, de manera que, tal como en La clave Morse, no hay una historia verdadera de la que nos podamos asir, si bien existe, por otra parte, una verdad: la verdad que se va decantando conforme pasa el tiempo, y la verdad de la literatura, que surge a partir de la invención. “Necesitamos saber contarnos a nosotros mismos para ser lo que somos, no para asimilarnos a lo que los demás creen que somos. Vamos escribiendo y editando nuestra vida buscándole una forma narrativa, un tono, una verdad interior.”


En cada uno de los pequeños y brillantes ensayos que componen Padre y memoriaencontramos más preguntas que respuestas sobre nuestra naturaleza de humanos del siglo XXI: cómo las nuevas tecnologías transforman físicamente nuestra manera de pensar, razonar e incluso de leer literatura. Proust y Shakespeare y Truman Capote, pero también Oliver Sacks y otros neurólogos y científicos que intervienen en este libro que es como una conversación apasionante entre la literatura, la vida, la ciencia y el periodismo. Una conversación con Federico Campbell interrumpida bruscamente en este año de monstruos, una conversación que, al leer sus libros, podemos retomar y alimentar.

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