domingo, 19 de agosto de 2012

PUBLICADO PIOR CLAUDINA DOMINGO


Jack el Destripador: el monstruo acecha en la esquina

Si bien su figura determinó el perfil de asesino serial y prefiguró la aparición de este espécimen de Sapiens Sapiens, la brutalidad no era nueva, como sabrá cualquiera que haya tenido un libro escolar de historia a la mano. Grandes masacradores (ahora también agrupados en la categoría de asesinos seriales) habían deambulado por Europa y Asia empalando y decapitando (la mayoría de las veces con criados que se manchaban las manos por ellos), con la total impunidad que les daba su carácter de señores y gobernantes. Además, la exposición pública de entrañas humanas fue común a toda Europa cuando ésta vivía bajo el yugo del papa y el Santo Oficio. Y sin embargo, o justamente porque tras la Ilustración y la Revolución Industrial los europeos, y particularmente los ingleses, preferían creer en el orden que en la superstición, el alumbramiento de un nuevo monstruo produjo efectos permanentes es las sociedades urbanas.




Por otro lado, parecería equivocado que el asesino serial sea una leyenda urbana tomando en cuenta que, como el siglo XX ha demostrado, los asesinos seriales más exitosos han reinado en los suburbios; ejemplos concretos y familiares existen cada semana en la página electrónica de El Universal en sus subportales “Ecatepec”, “Nezahualcóyotl”, “Tlaltepantla” y “Chalco” (municipios de los que este diciembre saldrán los cuatro jinetes del Apocalipsis). Pese a lo suburbano de su naturaleza, la figura del asesino serial se encuentra en el imaginario urbano: sin ciudad no hay suburbio. Chikatilo y el Asesino de Greenriver (dos serials con abultado currículo) violaron, mutilaron y mataron en los bordes de las carreteras y en los bosques y no en el corazón de la ciudad, pero la imagen del demonio humano acechando en la madrugada en una calle solitaria la había acuñado el Destripador y ya nadie la podría borrar de la pesadilla común urbana.


No es el interés de este breve post intentar develar la identidad del Destripador, sino anotar algo sobre los rasgos de esa macabra imagen poética que ha seducido y horrorizado a la sociedad occidental. Hay que señalar, por otro lado, que el Destripador es tan urbano como nuestro amigo/enemigo el Diario; sin periódico, Jack hubiera sido olvidado el mismo día que sepultaron los cadáveres de sus víctimas. Su figura tampoco sería emblemática sin la existencia de esa musa siniestra que es la Fotografía. Gracias al uno y a la otra se forjó un retrato sin rostro (el asesino brutal y escurridizo) y uno de los paisajes más grotescos de la modernidad: la escena criminal y el cadáver de la víctima.


El terror tiene marcas definidas que viajan a través de las fotografías y en los nervios de la sociedad urbana:


-Los motivos son perversos, sádicos y sexuales.


-Las víctimas son, de por sí, figuras abominables: prostitutas, de preferencia ebrias, drogadictas, gordas (o flacas sifilíticas), enfermas y desdentadas.


-El agresor puede ser cualquiera (cualquiera puede ser cliente de una prostituta).


-La escena suele ser nocturna y apenas alumbrada por una farola distante.


-La violencia hacia el cuerpo es obscena y descarnadamente visceral. Sirva como ejemplo el último de los cadáveres del Destripador: útero, ovarios, estómago de fuera; riñones removidos y desollamiento de una de las piernas; la garganta fileteada, lo mismo que la nariz.





Con todo ello se dibuja un retrato diabólico de un asesino alevoso que se complace profanando de manera sexual y sádica un cuerpo; que obtiene placer al provocar la agonía y que, además (o sobre todo) se burla de las leyes humanas y divinas dejando tras sí, no como ofrenda sino más bien como retablo, un cuerpo salvajemente mutilado que es una promesa de un próximo cadáver. El asesino advierte así al mundo que no está arrepentido de sus actos y que mientras haya noche y posibles víctimas, él seguirá haciendo reencarnar personajes que el mundo moderno creía desterrados: el diablo, el monstruo, el devorador, el demonio.


Nadie tuvo la oportunidad de entrevistar al Destripador para explicar sus crímenes, cosa que ha sido de mucha necesidad y para la cual se acude a la siempre muy bien plantada Mrs. Psychiatry, que cuenta la historia para develar el mito (y para intentar tranquilizarnos): maltrato y violencia sexual, muchas veces por parte de la madre, abuso físico infantil, incapacidad para relacionarse con las mujeres, falta de empatía hacia otros seres vivos, etcétera. Sin embargo, las explicaciones siguen pareciendo demasiado humanas para abarcar la monstruosidad. Así, la larga sombra del Destripador seguirá persiguiendo con ahínco los taconeos nocturnos.

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