*UnA NOTA DE HAROLDO TENORIO
ÁLVARO MUTIS: PETARDO Y CAMELO
“Poesía: moneda inútil que
paga pecados ajenos con falsas intenciones.
Comercio milenario de los prostíbulos.
El metal blando y certero que equilibra los pechos de incógnitas mujeres es el poema
El amargo nudo que ahoga a los ladrones de ganado cuando se acerca el alba es el poema
El tibio y dulce hedor que inaugura los muertos es el poema
La duda entre las palabras vulgares, para decir pasiones innombrables
y esconder la vergüenza es el poema
El cadáver hinchado y gris del sapo lapidado por los escolares es el poema
La caspa luminosa de los chacales es el poema”
A.M.
Comercio milenario de los prostíbulos.
El metal blando y certero que equilibra los pechos de incógnitas mujeres es el poema
El amargo nudo que ahoga a los ladrones de ganado cuando se acerca el alba es el poema
El tibio y dulce hedor que inaugura los muertos es el poema
La duda entre las palabras vulgares, para decir pasiones innombrables
y esconder la vergüenza es el poema
El cadáver hinchado y gris del sapo lapidado por los escolares es el poema
La caspa luminosa de los chacales es el poema”
A.M.
“Nuestro
gobernante debe ser
Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona,
y no Juan Carlos, su hijo, que es un usurpador”
A.M.
Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona,
y no Juan Carlos, su hijo, que es un usurpador”
A.M.
Nadie ha hecho más daño, a la cultura en Colombia, en este medio
siglo, que Álvaro Mutis, al estucar, con el prestigio y respetabilidad que da
la poesía, su variado expediente de servicios de asco a empresarios y
gobiernos hegemónicos. Ayer, a los negociantes de hidrocarburos y el
celuloide, hoy, junto a Belisario Betancur, el otro agente, a los
millonarios españoles nacidos del franquismo, cuyas
empresas se dedican no sólo al lucro y blanqueo de divisas, sino al
fomento de la ignorancia entre las clases medias de América Latina promoviendo
la frivolidad y señorerío ideológicos. Por algo sus amos fueron Nelson y
David Rockefeller y en los últimos tiempos, el aliado de los petroleros Bush,
José María Aznar, a través de Esperanza Aguirre y Gil de Biedma y la renegada
de Bandera Roja, Pilar del Castillo.
Porque lo que no sabe el respetable, es que Álvaro Mutis no ha
gozado la vida por cuenta de la poesía, sino mediante un arcoíris de
raros e innumerables oficios: desde gacetillero radial, actor de radionovelas, director
de la Radio Nacional de Colombia y la Emisora Nuevo Mundo de Bogotá, promotor
de anuncios para televisión, jefe de publicidad de la cervecería Bavaria y la
Compañía Colombiana de Seguros, jefe de relaciones públicas de la aerolínea
LANSA de Colombia y de ESSO, mejor conocida como Standard Oil Company, gerente
de ventas para América Latina de la Twentieth Century Fox y Columbia Pictures,
hasta suplantador de la voz de Walter Winchell, enThe Untouchables, donde paradójicamente un
detective y su equipo, persigue timadores del fisco en la cabeza de Al Capone,
experto en lavado de activos y evasión de impuestos. Empleos que le llevaron
por más medio siglo de la Seca a la Meca, dando 17 veces la vuelta al mundo sin
cambiar de modo de ser. Según Gabriel García Márquez:
“A los 18 años, siendo locutor de la Radio Nacional, un marido
celoso lo esperó armado en la esquina, porque creía haber detectado mensajes
cifrados a su esposa en las presentaciones que él improvisaba en sus programas.
En otra ocasión, durante un acto solemne en este mismo palacio presidencial,
confundió y trastocó los nombres de los dos Lleras mayores. Más tarde, ya como
especialista de relaciones públicas, se equivocó de película en una reunión de
beneficencia, y en vez de un documental de niños huérfanos les proyectó a las
buenas señoras de la sociedad una comedia pornográfica de monjas y soldados,
enmascarada bajo un título inocente: El cultivo del naranjo. Fue también jefe
de relaciones públicas de una empresa aérea que se acabó cuando se le cayó el
último avión. El tiempo se le iba en identificar los cadáveres, para
darles la noticia a las familias de las víctimas antes que a los periódicos.
Los parientes desprevenidos abrían la puerta creyendo que era la felicidad, y
con sólo reconocer la cara caían fulminados con un grito de dolor. En otro
empleo más grato había tenido que sacar de un hotel de Barranquilla el cadáver
exquisito del hombre más rico del mundo. Lo bajó en posición vertical por el
ascensor de servicio en un ataúd comprado de emergencia en la funeraria de la
esquina. Al camarero que le preguntó quién iba dentro, le dijo: 'El señor
obispo'.”
Una vida desperdiciada al servicio de un capital sin rostro,
sedienta de honores, genuflexa e indecente, cuyos [Premio
Nacional de las Letras, Premio Nacional de Poesía, Premio Los Abriles de la
Crítica, Orden del Águila Azteca, Xavier Villaurrutia, Doctor Honoris Causa de
las Universidades del Valle, del Tolima, de Antioquia, Orden de las Artes y las
Letras de Francia, Médicis para Extranjeros, Nonino, Lila, Italo de Roma, al
Mérito de Francia, Roger Callois, Homenaje de César Gaviria en Casa de Nariño
con discurso de GGM y Gran Cruz de Boyacá al cumplir 70 años, Gran Cruz de
Alfonso X, Grinzane-Cavour, Príncipe de Asturias, Reina Sofía, Rossone de Oro,
Triestre, Cervantes, Homenaje en la Feria de Guadalajara al cumplir 80 años,
etc., etc ],
son frutos de una ardua labor de cabildeo en cancillerías, presidencias,
academias, editoriales, todas orquestadas por él mismo, su hijo Santiago Mutis
Durán, J.G. Cobo Borda, la poetiza Piedad Bonnet, Ramón, el hijo de
Alicia Baraibar y numerosos periodistas empleados por Mutis en la agencia EFE,
France Press, FCE y/o Real Academia Española, que a su vez reciben laureles,
introitos, entrevistas, ediciones, viajes y felicitaciones.
Mutis, que no nació en Bogotá sino en Bélgica mientras su padre
gozaba de las canonjías de la diplomacia al decirse descendiente de José
Celestino Mutis, el sabio gaditano que despertó las pasiones del Barón de
Humbolt, no estudió ni el bachillerato pues gracias a las raras intuiciones de
su madre, Carolina Jaramillo viuda de Mutis, se educó en los billares y
prostíbulos del centro de la capital colombiana, hasta que un golpe de suerte y
politiquería le puso, a los 17 años, de director de la Radio Nacional cuando
descendió al averno que le llevaría a la gloria: la Standar
Oil Company de
los Rockefeller, que desde 1870 ha sido la más poderosa y temida empresa del
mundo.
La ESSO, que derrocó a Hipólito Irigoyen y Ramón Castillo, embargó
las nacionalizaciones de Lázaro Cárdenas, tumbó a Juan José Arévalo y Jacobo
Arbenz en Guatemala, a Víctor Paz Estensoro en Bolivia, a João Goulart en
Brasil, a Salvador Allende en Chile, a Juan Velasco Alvarado en Perú, colaborando
en la derrota de Perón y derrocando a Arturo Frondizi, desnacionalizando el
petróleo brasileño con la Operación Brother Sam, etc., etc., encargó al recién
inaugurado poeta la nada fácil tarea de convencer, no sólo de palabra sino de
obra, a un buen número de los 90 miembros de la Asamblea Nacional
Constituyente que había legitimado el golpe de estado del dictador Gustavo
Rojas Pinilla, de votar ahora en su contra, principalmente porque Rojas se
disponía, aconsejado por Antonio García, el socialista asesor de Paz Estensoro,
a nacionalizar el petróleo colombiano. Actividades que fueron descubiertas por
el Servicio de Inteligencia Colombiana (SIC) que controlaba el ministro de
gobierno Lucio Pabón Núñez, quien ordenó la inmediata captura del
culpable, que con la ayuda de Leopoldo Mutis, su hermano; el marchante de arte
Casimiro Eiger y un caballero de industria, don Álvaro Castaño Castillo, en una
avioneta de la compañía petrolera logra huir hacia Cuba, hospedándose en casa
del músico Julián Orbón, para luego trasladarse a México, donde el gobierno
colombiano solicitó su extradición acusándole de ser el instrumento de una
empresa extranjera para derrocar el gobierno legítimo.
Mutis dijo entonces que había dilapidado en juergas y comilonas
con amigos las enormes sumas que la Esso destinó a los sobornos de los
constituyentes como pretendidas partidas de ayuda en obras de caridad, pero
como los intereses políticos de la dictadura colombiana apuntaban a una
denuncia contra la petrolera, los abogados de ésta aconsejaron a Mutis cometer
una infracción que le llevara a la cárcel e impedir así su extradición, para lo
cual se urdió la patraña de que el exiliado y perseguido intelectual había
atropellado a una anciana y su nieto en una avenida mexicana, abandonando el
lugar del crimen, siendo detenido y confinado en Lecumberri, sin
proceso, por los quince meses que tardó en caer Rojas Pinilla.
Allí le visitaron, mientras intentaba calcar a Jean Genet en
español, varios periodistas que han contado esta historia. La Junta Militar que
reemplazó a Rojas se desentendió del asunto, pero sólo doce años después, en
1969, siendo Canciller su amigo Alfonso López Michelsen durante el gobierno de
Carlos Lleras Restrepo, pudo regresar a Colombia. López Michelsen haría borrar
todo vestigio de esta historia de los expedientes judiciales mexicanos con la
ayuda de Antonio Carillo Flórez, el todo poderoso Secretario de Relaciones
Exteriores de Gustavo Díaz Ordaz, [informante de Agencia Central de
Inteligencia y cerebro de los asesinatos masivos de estudiantes durante la
rebelión estudiantil mexicana], quien sería, además, director del Fondo
de Cultura Económica en los años de la entronización de Mutis como poeta.
El resto de la patraña ya es literatura. Mutis recibió como premio
a sus servicios y sus prisiones dos de los empleos más fabulosos que puede
tener alguien en el mundo: un vendedor de películas de Hollywood aficionado a
la poesía pero protegido por el Center for Inter American Relations de Park Av., en New York. Y la boliviana
Rosario Santos.
“Siempre pensé –escribió García Márquez-- que la lentitud de su creación era
causada por su oficios tiránicos. Pensé además que estaba agravada por el
desastre de su caligrafía, que parece hecha con pluma de ganso, y por el ganso
mismo, y cuyos trazos de vampiro harían aullar de pavor a los mastines en la
niebla de Transilvania. Él me dijo cuando se lo dije, hace muchos años, que tan
pronto como se jubilara de sus galeras iba a ponerse al día con sus libros. Que
haya sido así, y que haya saltado sin paracaídas de sus aviones eternos a la
tierra firme de una gloria abundante y merecida, es uno de los grandes milagros
de nuestras letras: ocho libros en seis años.”
Tanto la llamada “poesía” como la “prosa” de Mutis son
ejemplos flagrantes del arte de la sociedad de consumo. Un “arte” que vende el
mejor de sus productos: el rechazo ramplón de lo que conocemos como modernidad,
con sus ofertas de igualdad, libertad y fraternidad, consideradas por Mutis
otras supersticiones de nuestro tiempo. Para él la literatura fue mera
entonación o estilo, no comunicación. Heredero de la voz radial de Jorge
Zalamea en sus traducciones de Perse, Mutis hizo de sus monodias presagio de la
vacuidad, o como él prefiere llamarla: desesperanza.
Desde Los elementos del desastre (1952), Reseña
de los hospitales de ultramar (1959)
y Los trabajos perdidos (1964) el asunto fue lo mismo.
Según José Miguel Oviedo "todos sus poemas revelan la misma actitud"
pues animados por una idea fija, "todas las palabras empleadas en el fondo
son iguales ya que es uno mismo el sentido que se les otorga..." Y agrega:
“Mutis es uno de esos poetas que, a cualquier edad, escriban lo que escriban,
dicen siempre lo mismo...” Cobo Borda ha descubierto, además, que “Un libro de
Enrique Molina, Costumbres errantes o la redondez de la
tierra, aparecido en 1951, manejaba los mismos tópicos de Mutis.”
Decadencia, soledad, ruina física y moral, trivia, abulia,
pocilgas, camastros, mendrugos, trapos y errancia son las rutas y geografías
que recorre sin descanso, y sin que importe al lector, Maqroll El gaviero,
sosías y único pretexto literario de Mutis. Todo ello singularizado en
cafetales, techos metálicos donde retumban las lluvias, catres desvencijados
que resisten la angustia de quien descansa en ellos, hoteles de puerto de mar o
de tierra, trapiches, quebradas murmurantes, mujeres opulentas de baja o
dilapidada condición, socavones de minas, frutas descomponiéndose por el
horrendo calor que nos acosa por todas partes, viejos combatientes desamparados
y perdidos, colegios, hospitales, etc.
Y como en las óperas de magia, el cambio de
telón apenas deja sospechar un cambio de escenografía: Bengala, Riga, Lisboa,
Nueva Orleáns, Tashkent, Akaba, Caucasia, Alaska, Trinidad, Jamaica, Spira,
Amberes, Cocora, Paramaribo, Hamburgo, Cádiz, Belem do Pará, etc., todos los
caminos llevan a lo mismo. Quien maneja los hilos del extático aventurero
Maqroll, y el aventurero mismo, nunca conocieron las gratificaciones de la
salud corporal, el diálogo y el entendimiento, sólo la peste del cuerpo y el
monólogo. Para ellos, avezados facinerosos, acaso apenas importe reflejar en
los Otros y ¿el lector? su chorro de voz y la miseria de sus recuerdos.
Octavio Paz, reseñando Los elementos del desastre,
resumió lucidamente ese mundo:
“El paisaje
espiritual y físico del Gaviero es insoportable de varias maneras. Enumeraré
algunas: la precisión en el horror chabacano, la alianza del esplendor verbal y
la descomposición de la materia, la descripción de una realidad anodina que
desemboca en la revelación, apenas insinuada, de algo repugnante; la
familiaridad con las imágenes desordenadas de la fiebre y, también, con las
repeticiones del tedio y del aburrimiento; el gusto por las cosas concretas e
insignificantes que, a fuerza de realidad, se vuelven misteriosas; la
predilección por el encuentro de objetos cotidianos y vulgares en un escenario
extraño, presencias que no dejan de producir escalofrío….”
Honorio Alvarado Tenorio, es el nombre correcto...
ResponderEliminarHAROLD ALVARADO TENORIO, perdón...
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