jueves, 27 de diciembre de 2012

ANÁLISIS DEL "TONEL DE AMONTILLADO", Héctor Zabala


ANÁLISIS SOBRE “EL TONEL DE AMONTILLADO”
de Héctor Zabala ©

DUDAS Y DIFICULTADES
La primera duda que se presenta es dónde se sitúa el crimen y de qué nacionalidad son los personajes. Algunos críticos opinan que todo ocurriría en Italia y que tanto víctima como asesino serían italianos.
Pero en esto discrepo un poco. Es razonable admitir que el asesinato se sitúa en Italia; la palabra palazzo y ciertos detalles de la construcción (catacumbas, arcos, etc.), así como la existencia de por lo menos dos italianos (Fortunato y Lucresi), apuntan en ese sentido. Incluso hasta podría entenderse como muy probable que el homicidio tuviera lugar puntualmente en Venecia por la gran humedad del sótano, el salitre que aflora de las paredes, el nivel de la cripta por debajo del agua y el carnaval.
Sin embargo, el nombre (o apellido) Montresor no parece en absoluto italiano. Suena catalán o francés; incluso existe un pueblo al sudoeste de Tours (centro de Francia) que se llama Montrésor. Por otra parte este personaje de Poe habla como hablaría un extranjero xenófobo, al usar un modo despectivo contra los italianos y, además, siempre en tercera persona del plural, nunca en primera de ese número (nosotros). Por ejemplo, cuando afirma: “...el entusiasmo que fingen [los italianos] se adapta al momento y a la oportunidad, a fin de engañar a los millonarios ingleses y austríacos. En pintura y en alhajas Fortunato era un impostor, como todos sus compatriotas...”
Después tenemos las palabras “...pero en lo referente a vinos añejos [Fortunato] procedía con sinceridad. No era yo diferente de él en este sentido; experto en vendimias italianas, compraba con largueza todos los vinos que podía”. Esto, que podría equipararse con el sacrificio de la misa y verse como un preanuncio de la inmolación que Montresor haría de la persona de Fortunato, me reafirma en la idea de que el asesino probablemente fuese un extranjero en Italia dedicado a la reventa de vinos y que quizá ni siquiera residiese en ese país al momento de contarlo.
Por su parte, Fortunato demuestra ser un experto en vinos por ciertos tecnicismos referidos a la época en que el otro habría recibido la partida y al juzgarse capaz de distinguir entre amontillado y jerez, capacidad que a su vez niega de otro experto (Lucresi). El vino amontillado es una variedad española, lo que condice con el buen negocio del que habla Montresor a Fortunato (“No pude dar contigo y tenía miedo de echar a perder un buen negocio”). Al tratarse de un vino importado, su venta en Italia resultaría cara y por ende implicaría una gran ganancia para el importador.
Hay críticos que aseveran que el crimen tendría las características de unavendetta al mejor estilo italiano. Pero no se necesita ser italiano para desquitarse. La historia abunda en represalias realizadas por gentes que nada tenían de itálicos. Y en cuanto a la literatura, ahí tenemos a Hamlet, retratado por William Shakespeare en la obra homónima, o a los hermanos atridas Electra y Orestes, de los que nos hablan los tres grandes trágicos griegos [1]. Todos ellos personajes que nada tienen de italianos y que, sin embargo, llevan hasta el fin sus respectivas venganzas.
Por otra parte, hay detalles que van más allá de una simple vendetta. Desde el principio, el homicida se justifica así: “Había yo soportado hasta donde me era posible las mil ofensas de que Fortunato me hacía objeto”. Más allá de la hipérbole (que es como debe entenderse lo de las mil ofensas), esto de soportar estoicamente sucesivos agravios tampoco sería propio de alguien acostumbrado a la vendetta. Quienes responden así, por lo general no esperan que se los humille una y otra vez.
Otro intríngulis es a quién (o a quiénes) le habla Montresor y dónde. Podría pensarse que el relato es la confesión de un hombre arrepentido y moribundo a un sacerdote católico, o bien de alguien muy poderoso que se jacta impunemente ante amigos y sirvientes. Si bien el pronombre you en inglés vale para  y vosotros (o para usted y ustedes), me inclino por lo segundo porque Montresor dice al comienzo: Vosotros [así lo traduce Cortázar], sin embargo, que conocéis harto bien mi alma, no pensaréis que proferí amenaza alguna”.Parece hablarle a un grupo de gente reunida, gente de la que además no tiene necesidad de cuidarse mucho. Asimismo, no existe en el relato del asesino la menor pizca de arrepentimiento, más bien daría la impresión de regodearse en puntualizar los detalles; esto deja a un lado la posibilidad de que se trate de una confesión al estilo católico.
Varias de las cuestiones antedichas y el hecho de que el asesinato ocurriera cincuenta años antes demuestran que Montresor ya es un anciano cuando relata su crimen. Y en cuanto a dónde lo relata, quizá no se trataría del palazzo,en cuyos sótanos está emparedada la víctima, sino en un país extranjero. Sostengo esto porque en su exposición parece pintar pormenores y costumbres de los italianos con ánimo de ilustrar, explicaciones que estarían de más si su auditorio estuviese compuesto exclusivamente de personas nativas de Italia.

CONCEPTOS GENERALES
El cuento está muy bien pensado. La preparación del crimen es óptima: el asesino se desprende por un día de todo sirviente inoportuno, se pone un antifaz para que nadie lo reconozca por la calle y además insiste en emborrachar aún más a la víctima para evitar toda resistencia.
Andar del brazo hasta la residencia de Montresor también debe verse como una medida precautoria de parte del asesino, pues contribuye a que los paseantes (y posibles testigos) ni siquiera se fijen en ellos. Seguramente la gente los tomaría por dos borrachos que se abrazan para mantenerse en pie, cosa improbable de lograr por separado. Y se sabe que nadie repara demasiado en borrachos callejeros.
Decidida la venganza, vemos que el asesino conserva una sangre fría que pone a prueba al más flemático. En efecto, relata con una ironía y precisión dignas de un homicida convencido de lo que hace. Un verdadero psicópata.
Es digno de señalar cómo Poe avanza y suma tensión aun cuando desde el principio nos revela que Montresor será el asesino y Fortunato la víctima. La técnica de Poe crea un clima de terror y suspenso que no flaquea un instante. Incluso son notables los primeros diálogos en los que el asesino se esfuerza por llevar a la víctima a su propia bodega subterránea, pero apelando a la duda y al rechazo para incentivar más a un Fortunato pagado de sí mismo o de sus conocimientos, y encima celoso de otro experto en vinos como es Lucresi. Esta primera parte del cuento nos recuerda una araña que espera pacientemente la caída del insecto en su tela.

INDICIOS EN GENERAL
Y ahora vayamos a los indicios. Estos se centran no tanto en insinuar un asesinato –de hecho Poe hace que el homicida lo anticipe abiertamente a su auditorio– sino en cómo se ejecutará ese crimen. También hay algunos preanuncios del victimario a la víctima.
1) La ironía del traje rayado. Poe aprovecha el carnaval para vestir a la víctima de bufón pero también –quizá, en una segunda lectura– para anticipar que será un preso de por vida (y aun después de muerto); es decir un tipo que quedará para siempre entre cuatro paredes. [2]
2) La ironía de Montresor “...pero observa las blancas telarañas que brillan en las paredes de estas cavernas”, anunciándole a Fortunato que lo tiene atrapado en su red.
3) La botella de Medoc. Este vino tinto suele ser de un brillante rojo oscuro. Esto puede ser visto como una advertencia de que se producirá un hecho de sangre. Incluso, al romper el cuello de la botella es muy probable que se haya derramado líquido de ese color: una especie de preanuncio de parte del victimario a la víctima sobre lo que le espera.
4) La expresión romper el cuello. Si bien se refiere a una botella, no deja de ser también un mensaje subliminal: alguien terminará con el cuello roto; es decir, muerto. [3]
5) Hay un indicio expresado por el propio Fortunato (“...por los enterrados que reposan en torno de nosotros”), seguido de un sarcasmo del asesino a su futura víctima: “Y yo brindo porque tengas una larga vida”.
6) A estas ironías se suman otras anteriores como cuando el homicida dice “Tu desaparición sería lamentada, cosa que no ocurriría en mi caso. Volvamos, pues, de lo contrario te enfermarás y no quiero tener esa responsabilidad”. O bien cuando la propia víctima dice “Esta tos no es nada y no me matará. No voy a morir de un acceso de tos”. ¡Y por supuesto que Fortunato no morirá por un acceso de tos!
7) En un momento Fortunato señala “He olvidado vuestras armas”, que se puede tomar también como que no ha tenido en cuenta lo peligroso de la familia de los Montresor.
8) Los blasones de la familia del homicida. Hay quienes afirman que Poe puso el “Nemo me impune lacessit”, lema de la caballería escocesa, en homenaje a su padre adoptivo [4] que era de esa nacionalidad. Pero aparte de la curiosidad autobiográfica, esto también podría indicar que Montresor tuviera el espíritu vengativo de algunos clanes escoceses de antaño, muy sensibles al honor personal y de familia. Montresor agrega: “...el pie aplasta una serpiente rampante, cuyas garras se hunden en el talón”. Más allá de que ninguna serpiente tiene garras y que quizá sea un dragón a lo que se refiere, la frase sugiere connotaciones religiosas, lo que llevaría a pensar que para el asesino vengarse del insulto quizá fuese un tema sagrado. En efecto, la frase es muy similar a la que figura al cierre del versículo 15 del capítulo 3 del Génesis [5]. Y esto se refuerza con el lema familiar “Nadie me hiere impunemente”, que Montresor le lanza casi de inmediato.
Esta referencia indirecta a lo escocés, quizá sea también un indicio velado de cómo morirá Fortunato (entre cuatro paredes), pues las logias de la masonería[6] responden a tres ritos y uno de ellos es el escocés. Los otros son los ritos inglés y francés. De ser así, todo ese fragmento sería un indicio dentro de otro indicio. La tradición supone que la masonería tuvo su origen en el gremio de los constructores y albañiles.
9) Después viene un pasaje en el que Poe desarrolla un avance de estilo gótico, siniestro, que lleva al máximo la tensión dramática mientras aprovecha para mechar nuevos indicios con gran habilidad: “...Dejamos atrás largos muros formados por esqueletos apilados...”, “...Estamos debajo del lecho del río. Las gotas de humedad caen entre los huesos...”
10) Más tarde aparece por segunda vez el indicio de “romper el cuello” para finalmente desembocar en un diálogo referido a la masonería y a una pala o cuchara de albañil, señales evidentes que hablan de la inminente construcción de una pared o algo similar.
11) Además, las criptas en sí serían otro indicio.

INDICIOS NUMÉRICOS
Es muy probable que Poe nos haya dejado indicios numéricos en este cuento. Por ejemplo, las hileras de piedras con las que empareda Montresor a Fortunato son once y según algunos especialistas en numerología el once querría decir “justicia divina”. Habría que ver qué significarían cosas como que la cripta en que queda encerrado Fortunato tenía cuatro pies de largo, tres de ancho y seis o siete de alto, etc.

DESENLACE
Casi sin respiro, Poe sigue en su desarrollo narrativo amontonando huesos y hablando de paredes hasta que por fin Montresor engrilla a Fortunato y comienza a levantar el muro para que el otro muera de hambre y de frío, operación que describe con todo detalle.
Finalmente nos muestra que el asesino cumplió su plan tal como quería, cosa que afirma desde el comienzo del cuento cuando dice “No sólo debía castigar, sino castigar con impunidad. No se repara un agravio cuando el castigo alcanza al reparador, y tampoco es reparado si el vengador no es capaz de mostrarse como tal a quien lo ha ofendido”.
Es probable también que lanzar la antorcha dentro del reducto fuese un símbolo de “mandarlo al infierno”.

[1] Las obras y autores trágicos que relatan la venganza de Electra y Orestes son: “Las coéforas” de Esquilo (525-456 a. J.C.) y las dos “Electra” de Sófocles (496-406 a. J.C.) y Eurípides (480-406 a. J.C.).
[2] Desde fines del siglo XVIII y hasta bastante avanzado el XX, los presos peligrosos vestían trajes a rayas para que en caso de fuga cualquiera pudiese detectarlos.
[3] En inglés la palabra neck tiene el mismo valor que cuello en castellano: sirve tanto para designar el cuello de un humano, de un animal o de una botella.
[4] Los padres de Poe fueron artistas trashumantes que no se ocuparon de su educación. Quien lo crió fue John Allan (1779-1834), un escocés que emigró a los Estados Unidos y se dedicó al comercio. Edgar Allan Poe, quien adoptó el apellido de su padre de crianza, tuvo con éste una fuerte relación amor-odio, según atestigua la correspondencia entre ambos.
[5] “Pongo perpetua enemistad entre ti [la serpiente] y la mujer. Y entre tu linaje y el suyo: Éste te aplastará la cabeza y tú le morderás el calcañal” (Génesis 3: 15).
[6] Si bien los historiadores no están de acuerdo en cuanto al origen de los masones, no cabe duda de su relación original con la albañilería. Tanto el nombre como sus símbolos (en particular el compás y la escuadra) apuntan a tal oficio. La masonería o francmasonería (del francés, franc, libre; mason, albañil) es una asociación secreta (o cerrada, según prefieren algunos) de personas que profesan principios de fraternidad mutua, usan emblemas y signos especiales, y se agrupan en entidades llamadas logias. Su origen moderno data de principios del siglo XVIII en Francia e Inglaterra, aunque se difundió rápidamente por toda Europa y más tarde por América.
No faltan quienes remontan sus comienzos a los gremios de albañiles y arquitectos medievales, proponiendo que su poderío inicial se debió a los fuertes ingresos provenientes de la construcción de catedrales, iglesias y murallas defensivas para ciudades y burgos. Más allá de esta teoría, hay logias que intentan exagerar su prestigio remontándose a los tiempos del rey Salomón (siglo X a. J.C.) y de su amigo, el rey Hiram, de Tiro (Fenicia), quien le facilitó materiales y constructores para las obras del templo de Jerusalén.
Si nos parece extraño que unos meros albañiles se conviertan en una agrupación poderosa que supera su estructura inicial, hay que tener presente que la palabra gremio no tenía en el Medioevo el significado actual de sindicato de trabajadores. El gremio era una asociación quecomprendía patrones y obreros. En aquel tiempo (y aún bastante después) no había libertad de trabajo tal como la conocemos hoy y el gremio era la institución que reglaba en detalle la actividad de un determinado oficio. Cada gremio establecía los derechos y obligaciones de sus respectivos maestros (patrones), oficiales y aprendices. Ninguna persona podía abrir taller o comercio ni ejercer su oficio por fuera de tales instituciones y reglamentos.

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