lunes, 31 de diciembre de 2012

LOS ESCRITORES NO SE JUBILAN, Jorge Edwards


Decidió que era tiempo de compartir su historia, así que hace unas semanas llegó a México la primera parte de sus memorias, que lleva el título de “Los círculos morados”.
Ciudad de México- Jorge Edwards, el gran narrador chileno vivo que ha compartido su ejercicio literario con su labor diplomática -tarea que aún ejerce aunque con mucho menos ganas que en los primeros años- decidió que era tiempo de compartir su historia, así que hace unas semanas llegó a México la primera parte de sus memorias, que lleva el título de “Los círculos morados”.
Edwards, embajador de Chile en Francia, dice a EL UNIVERSAL que “Los círculos morados” es una evocación muy íntima, un retrato literario de una vida y una época.
“¿Sabe porque se llama así?, yo descubrí primero la literatura en los libros de la casa, en los libros del colegio, empecé a escribir; descubrí a los grandes autores, pero los descubrí solo, a Rimbaud, a Baudelaire, a San Juan de la Cruz, a García Lorca, a Neruda; yo no sabía quién era Neruda, un día llegó un chico a la clase y preguntó: ‘¿ustedes saben quién es Pablo Neruda?’, y entonces él leyó el primer poema de los `Veinte poemas de amor´... ‘Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos...’, era un poema tan erótico que todos quedamos iluminados y nos fuimos a leer a Neruda.
“Después conocí a algunos de los poetas de Chile, íbamos a las tabernas, muy sórdidas, en unos subterráneos, medio infernales y bebíamos vinos malos, salíamos de ahí con un círculo de color lila alrededor de la boca del vino malo, yo pensé siempre: este es el signo delator, ¿delator de qué? De que uno se pasó de la casa burguesa a la poesía, a la escritura, a la taberna infernal.
Yo tenía mucho miedo de que mi madre me sorprendiera con los círculos morados”.
Aquí relata cómo descubrió la literatura Es el tema de la salida del orden en cierto modo y la aventura, hay grandes poemas sobre el tema del orden y de la aventura en el arte, del descubrimiento de la palabra, de la salida del orden para entrar en un mundo de aventura intelectual e incluso espiritual.
¿Cuándo decidió que era tiempo de contar las memorias? Decidí que era tiempo hace tiempo, cuando tenía 15 años de edad y actué conforme con esa idea, estudié Derecho para dejar contenta a la familia, pero cuando recibí el título lo metí en un canasto y lo olvidé; ese descubrimiento es muy antiguo; pero de repente descubrí que yo podía escribir un libro que cuenta esa historia.
En el segundo voy a hablar de mi conocimiento y de mi experiencia y relación con los grandes escritores latinoamericanos que vinieron después, que conocí antes de que fueran tan famosos: Julio Cortázar, a quien conocí en la casa de Mario Vargas Llosa; Carlos Fuentes, que era un gran bailarín, era un gran trabajador pero al final del día le gustaba mucho bailar, era muy simpático, después nuestras relaciones se complicaron un poco pero tuvimos una estupenda reconciliación en París, estuvo en mi casa, poco antes de morir.
Yo pensaba “después de esta reconciliación espero tener tiempo para conversar con él, para hablar de todos estos años que han pasado que hemos estado con cierta distancia”, pero se murió.
¿Por qué el distanciamiento? Hubo cierta vacilación y cierta distancia por mi libro sobre Cuba, en ese tiempo era muy difícil ese libro, muy arriesgado.
¿Cómo evalúa esos primeros años? Los evoco como años irrepetibles, luminosos. Cuando empecé a escribir tenía un pariente escritor que ya era bastante conocido, después sacó el Premio Nacional de Literatura; se llamaba Joaquín Edwards Bello, primo hermano de mi padre.
Él estaba alejado de la familia, justamente se había alejado para escribir, en la familia se hablaba de él como “el inútil de Joaquín”, entonces cuando yo me metí en el mundo de escritor, me metí en la inutilidad, del riesgo vital, pero así lo hice.
Tenía una vieja tía que era muy baja de estatura y muy narigona, era tía abuela, muy simpática; me mostraba las tapas del libro de Joaquín, pero lo hacía casi a escondidas y me decía “tu sabías que tienes un tío escritor”.
Yo me reía. Después lo conocí y escribí una novela sobre él porque era un personaje muy misterioso para mí; era un personaje de la familia que nunca estaba, estaba muy lejos o de viaje o en un barrio de Santiago que ya no era bien visto.
¿Nunca lo llamaron “el inútil de Jorge”? Cuando comenzaba a escribir yo fui calificado por mucha gente; era un buen alumno en el colegio, era rápido, sacaba las mejores notas, creían que yo iba a ser un gran abogado, que me iba a enriquecer y cuando empecé a aparecer como escritor la gente empezó a decir, “el niño de Sergio -mi papá se llamaba Sergio- que prometía tanto y se puso tonto”.
¿Nunca se ha arrepentido de dedicarse a la literatura? No, al contrario, mi padre vivió hasta muy viejo y al final estaba un poco orgulloso de mí, lo disimulaba, cuando fui a la ceremonia de admisión a la Academia de la Lengua Chilena, mi padre a la vuelta me dijo una cosa que me pareció muy cómica, quizás él no se dio cuenta de lo cómica que era, pero me dijo: “fuiste el mejor”.
Ya había un reconocimiento paternal allí.
¿Ya trabaja el segundo volumen? No, porque estoy terminando una novela, cuando la termine me meto en el segundo volumen, me meto fuera de la embajada, eso lo juro porque el segundo volumen como va a ser un volumen con muchos personajes literarios que conocí, algunos de ellos vivos, quiero hacerlo acompañado de una relectura muy extensa de todos esos personajes, de todas esas novelas, a Neruda no necesito releerlo, pero quiero releer a Alejo Carpentier, hasta llegar al día de hoy.
Así que tengo mucho trabajo por delante. Eso es lo bueno de ser un viejo escritor, que los escritores no se jubilan.
Claro si se ponen tontos los jubilan los lectores, ellos no se dan cuenta.
¿En el segundo tomo de sus memorias aparecen escritores mexicanos? Claro, por lo menos aparecen dos, Carlos Fuentes y Octavio Paz, y algunos más como José Emilio Pacheco.
Carlos Fuentes me dijo: “No vas a escribir el segundo tomo porque hay mucha gente viva”.
Yo le dije: “No, yo sé presentar una cosa sin ofender”. Y eso es cierto. Así que voy a escribir tres.

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