Felipe Garrido
Espera
Beatriz volvió a examinar aquel documento. Revisó sellos y firmas. No había duda: Fecha de nacimiento, 30-03-1966. Diez años menos. Suspiró y se sintió ligera. Se puso unos zapatos de tacón, una falda corta, una blusa entallada; corrió al espejo y se vio de frente y de perfil y por detrás. Se pintó los labios y los ojos, se perfumó, ensayó miradas y sonrisas. Quedó satisfecha. Recogió el periódico en el que había estado buscando empleo y los papeles de su jubilación, que había comenzado a tramitar.
Con aquella constancia que la hacía diez años más joven se colocó bien. Hizo amistades, dieta y ejercicio. Se convirtió en una mujer radiante. El jefe la invitó a comer. Luego a cenar. Acabaron enredándose. Beatriz creyó que podía ir por todo. Hubo enfrentamientos.
Perdió su empleo. Reanudó los trámites de su jubilación. Una tarde la mujer que la atendía la vio con lástima: “Mi reina, estás adelantándote. Te faltan diez años. Vas a tener que esperar.”
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