Sören Aabye Kierkegaard, hijo de Michael Pedersen Kierkegaard y Anne Sorensdatter, nació en Copenhague el 5 de mayo de 1813 y murió el 11 de noviembre 1855. Inició sus estudios de teología en la universidad de su ciudad natal en 1830 que posteriormente abandonaría. En 1838, tras la muerte de su padre, Kierkegaard decidió reanudar sus estudios, y tras la ruptura de su compromiso con Regina Olsen (su prometida) en 1840 Kierkegaard se dedico por completo a escribir.
En su lecho de muerte, ya con un legado literario bastante amplio, Kierkegaard enfocó sus últimas fuerzas y letras en publicar El Instante una revista escrita y firmada por él, en la cual ataca a la iglesia oficial de Dinamarca y a aquellos que se encontraban tras ella proclamándose cristianos. El 30 de Enero de 1854 murió el obispo Jacob P. Mynster, quien fue su educador en la juventud, y de hecho la cabeza espiritual de Dinamarca durante medio siglo. Kierkegaard lo reconocía como un hombre astuto y prudente pero no como un verdadero cristiano, fue el obispo Mynster y la estructura del cristianismo de Dinamarca quienes provocaron que con sus últimas letras Kierkegaard plasmara la “hipocresía” de los dirigentes cristianos. El filósofo que estaba persuadido de que alguna vez debía desenmascarar la total falta de religiosidad que se desplegaba en esa pretensión de los “testigo de la verdad” decidió lanzarse al ataque y hacer protesta, por el medio del cual el mismo afirma estaba enamorado, las letras. El Instante cuyo primer número apareció el 24 de mayo de 1855, que tuvo un total de 9 números y entre estas publicaciones existía un intervalo de aproximadamente 10 días la cual vio su fin con la novena y última publicación hecha por el autor, el 30 de septiembre del mismo año. La lucha que sostuvo Kierkegaard con la iglesia cristiana de Dinamarca duro cuatro meses y fue intensa; Kierkegaard descargo allí sus últimas energías, pues el 2 de octubre cuando el décimo número estaba listo para ser publicado Kierkegaard murió después de caer desmayado en la calle.
Toda la obra Kierkegaardiana gira en torno al problema de qué significa ser cristiano; en toda su obra de escritor, Kierkegaard siempre luchó contra la cristiandad. Las ideas que aparecen expresadas en El Instante no son nuevas más bien lo contrario, recorren toda su obra; incluso se podría afirmar que son las mismas que desarrolló en sus últimos libros.
¿Por que nombrar a su revista "el instante"?, el filosofo afirmaba que se tenía que actuar en el instante, es decir preguntarnos “pero tú, ahora, en este instante, ¿Qué es lo que estás haciendo?” Kierkegaard afirmaba que solo es aquí y ahora donde se jugaban todas tus posibilidades que tienes solo un instante, afirma el filosofo que debe asegurarse por todos los medios la posibilidad de utilizar el instante.
En sus publicaciones Kierkegaard habla de cómo el Estado[1] pretende que el pueblo adquiera el titulo de cristiano, por conveniencias políticas y económicas. Afirma que al estado le conviene tener un pueblo cristiano pues así podrá sustentar los gastos y lujos de los funcionarios, el Estado enajena al pueblo con el fin de extorsionarlos, la cristiandad es una estafa dice Kierkegaard.
En el país hay un millón de hombres ergo, un millón de cristianos y entonces se colocan los mil funcionarios para vivir de ellos. Y también se da un paso más, se invierte esta última oración y se concluye: cuando hay mil funcionarios que tienen que vivir del cristianismo y esto ya es así, entonces tiene que haber un millón de cristianos, de lo contrario no podemos asegurarles el sustento a todos estos funcionarios.[2]
Kierkegaard menciona que los hombres deberían tener un conocimiento amplio del Nuevo Testamento, para que cada hombre tuviera la libertad de decidir si desea ser cristiano o si, honradamente y de manera sincera no desea serlo. Ya que nos dice el filosofo, “para Dios en el cielo es infinitamente más grato que tu reconozcas con sinceridad que no eres y no quieres ser cristiano; esto es infinitamente más grato que la repugnancia de adorar a Dios tomándolo en broma”. Kierkegaard dice que es repugnante vivir como si la adoración cristiana fuera un hombre vestido dramáticamente y que nos diga que allá arriba habrá un ajuste de cuentas, mientras tanto te tienes que regir con las leyes de la cristiandad ya que después vendrá tu recompensa. Un “libre pensador” como se autodenomina Kierkegaard, tiene la responsabilidad de exponer a la iglesia. Como es posible que puedas acudir a tres iglesias diferentes cada semana y en ninguna de ellas escucharás la palabra de Cristo; ejemplifica de esta forma “los funcionarios cristianos piensan más o menos de este modo: así como el dicho asegura no debes de hablar de la soga en la casa del ahorcado, así también sería una locura que en la iglesia se citaran aquellas palabras de la Palabra de Dios que ponen al cielo por testigo contra todas las payasadas del pastor”[3]
Kierkegaard solo busca exponer el hecho, de que el pastor y su familia vivan con lujos por la acción de que tú seas un hipócrita o hacer de ti un hipócrita o de conservarte en la condición de hipócrita. No ataca a Cristo, ataca la institución que busca lucrar con la imagen de Dios, ataca el hecho de que argumentamos que si viviéramos en la época de Cristo no lo hubiéramos asesinado o trataríamos de impedir su muerte, pero la realidad es que celebramos su muerte. Una crítica tan directa a la iglesia como la Kierkegaard, deja a la luz los grandes problemas de la institución de la iglesia a nivel mundial.
BIBLIOGRAFIA
Kierkegaard Soren, El Instante, Madrid, Editorial Trotta, 2006.
[1] En Dinamarca la Iglesia y el Estado están íntimamente compenetrados, al punto de volverse indistinguibles en muchos asuntos sociales, políticos y jurídicos. Por ejemplo; los nacimientos los certifica la iglesia.
[2] Kierkegaard Soren, El Instante, Madrid, Editorial Trotta, 2006. P. 24 - Nota: En la época de Kierkegaard en Dinamarca existían aproximadamente mil funcionarios detrás de la iglesia.
[3] Ibíd. P. 47
Carlos Ramírez Valdés
Tomado del blog de Juan Zapato...
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