CIEN DÍAS DE FELICIDAD: UNA NOVELA QUE TE CAMBIARÁ Y JAMÁS OLVIDARÁS
Los días más importantes de mi vida han sido tres. Para no quitarle mérito a ninguno de ellos, os los enumero en riguroso orden cronológico.
El primero fue el viernes 13 de octubre de 1972. Viernes 13.
Ese día, mientras Fokker se estrellaba en los Andes arrastrando consigo a cuarenta y cinco pasajeros que más tarde se devorarían los unos a los otros para sobrevivir, Antonio y Carla, es decir, papá y mamá, que tenían dieciocho años, me concebían en un incómodo Dyane beige. Los chicos habían aparcado el precioso vehículo, que ya en aquel entonces era vintage, en una explanada de las afueras de Roma que el ayuntamiento había dispuesto para que las parejitas la utilizaran como alcoba. A su alrededor, un vacío cósmico, algunos frigoríficos aburridos y ateridos, una melancólica farola con hipo y un desguace con montones de coches resignados.
El decorado perfecto para el inicio de una historia de amor.
Antonio y Carla se habían conocido aquella misma tarde en la fiesta de cumpleaños de un tal Manrico, un empollón obeso y sudoroso de Frascati que iba detrás de mamá desde secundaria sin haber conseguido nada. Ella acababa de rechazar su invitación para bailar un lento con las notas lascivas de un joven Elton John cuando vio a papá observándola desde lejos y casi se atragantó con un sandwich de atún, mayonesa y tomate. Lo cierto es que papá era de los que hacían que te atragantaras con un sandwich de atún, mayonesa y tomate. Era alto, delgado y oportunista, tocaba la guitarra eléctrica y componía música rock copiada toscamente de canciones desconocidas de los Stones. Parecía el hermano guapo de Sean Connery, pero con una cicatriz en la mejilla que lo hacía más oscuro y misterioso que 007. Por lo que respecta al origen de su cicatriz, era capaz de encandilar a su público durante horas hablando de ello. Según quién lo escuchaba, se la había ganado durante una sangrienta pelea en un mercado de la Ciudad de México o, si no, era consecuencia de una puñalada de un jugador de rugby bergamasco, cornudo y celoso, o bien el resultado de un botellazo que le había propinado Frank Sinatra, quien lo envidiaba por su talento vocal.
Si quieres saber cuáles son los otros dos días más importantes en la vida de este personaje, entre muchas cosas más, debes leer Cien días de felicidad, de Fausto Brizzi.
Cien días de felicidad, de Fausto Brizzi, está disponible en librerías ytiendas en línea bajo el sello Planeta.
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