PODAR LA CEIBITA
Por David Ruano González
El término “poeta joven” ha sonado bastante en los últimos tiempos. En México, los estímulos en apoyo a estos escritores noveles abundan: premios literarios con retribución económica y publicación asegurada, otros con la pura publicación y la estrellita dorada en el currículum, una revista por aquí, una antología por acá. Todo esto para que, al final, puedan encontrar el boleto dorado con el cual Willy FONCA los llevará a su fábrica de jóvenes creadores[1] en la que podrán afianzar, un lugar en los círculos literarios del país.
El Programa Cultura Tierra Adentro del CONACULTA es el encargado de la difusión de los jóvenes talentos mexicanos. Éste se encarga de publicar lo que ellos consideran debe conocer la luz en su fondo editorial o en su revista bimestral. Desde el No.165 de la revista correspondiente a los meses agosto-septiembre de 2010, Tierra Adentro incluye un pequeño libro de poesía perteneciente a su nueva colección llamada La Ceibita. Su pequeña extensión no da para un libro como nos tenían acostumbrados en el fondo editorial, pero sí para ir de regalo. Como sabemos o podemos deducir, estas ceibitas son escritas por poetas jóvenes, sus años de nacimiento van de 1979 a 1985. Esto me hizo pensar: yo que también escribo y a penas tengo 21 cumplidos ¿soy un poeta niño? ¿un poeta bebé? De hecho, la diferencia de edades me hace pensar en una relación como la del hermano mayor, ese hermano mayor que sirve de inspiración o figura a seguir.
Por lo tanto, ¿qué están haciendo nuestros apenas hermanos mayores? ¿Cómo nos están abriendo paso a los que venimos detrás? ¿Cuál, en cierta forma, es el canon que están creando? Estos fueron algunos de los motivos que me ayudaron a escribir esta reseña. Las ceibitas que reseñaré son las número 2, 3, 4, 6 y 8, la 1 no la encontré.
No ahondaré en la cuestión de la forma y métrica, puesto que la mayoría de estos poetas se van por el verso libre, del cual tengo una posición muy clara que he tomado de Ezra Pound y que no veo lograda en ninguno.[2]
En primer lugar tenemos Mi nombre de guerra es Albión de Sergio Ernesto Ríos. (Toluca, Estado de México, 1981). Esta plaqueta se divide en dos: “The Colony Room” y “Mi nombre de guerra es Albión”. En esta segunda parte encontramos un poema en el que el autor nos da una idea de su escriturara:
Y dicho y hecho, él se entiende porque el lector no. Por ejemplo, el inicio de The Colony Room es un verso libre en el que se mezcla el español y el inglés con varias referencias a Francis Bacon que, captadas, no llevan a alguna parte más que a un ejercicio presuntuoso. Igual el segundo poema, escrito en prosa: una acumulación sin sentido de palabras acompañada de ausencia de signos de puntuación y referencias a distintos pintores y personajes históricos que sólo dejan con la pregunta ¿y eso qué? O qué decir del tercer poema, dos poemas en uno, donde se hace uso del versículo intercalando uno en inglés y otro en español: mientras que en uno habla precisamente sobre la publicación en la lengua anglosajona, en el romance describe una imagen vista desde la ventana; por lo tanto, si no existe relación alguna ¿por qué ponerlos juntos e intercalarlos?
Y podría seguirme así con cada uno de los poemas. Esa búsqueda de originalidad por parte de Sergio Ríos me recordó a Eliot al decir que un poeta enteramente original es un poeta enteramente malo; no puedes dejar toda una tradición poética atrás sólo para sentirte “el gran artista” como se siente el tal Albión. Otro síntoma de ello es el afán de escribir en otra lengua; recuerdo a Borges diciendo que era más fácil escribir en inglés por lo que escribir en español era un reto.
Mi nombre de guerra es Albión no se acerca a ese Albión representado por William Blake, más bien, al querer emular una figura mítica, el ejercicio le queda grande perdiéndose en la grandilocuencia y lo presuntuoso.
Adentro no se abre el silencio de Nadia Escalante Andrade (Mérida, Yucatán, 1982). Este libro es una metáfora de la enfermedad, ésta te traga en el hospital como si te tragara el mar. Esto me remitió a un ensayo de Virginia Woolf que hace poco publicó la UNAM, Estar enfermo. La escritora inglesa propone que es tarea del poeta encontrar un lenguaje que pueda describir un la molestia del flujo nasal, los espasmos estomacales y todos los males cuando uno se encuentra enfermo, porque cuando uno lo quiere hacer no encuentra las palabras adecuadas. Con esta premisa, Nadia Escalante pudo haber logrado un buen libro, pero no lo hace, la idea es buena pero mal ejecutada. Por ejemplo: la elección del mar tiene sus riesgos, ya que el oleaje, ese ir y venir de las aguas, tiene un ritmo propio que bien puede ser similar al de los escalofríos, a las palpitaciones aceleradas cuando uno tiene fiebre, a las punzadas de la migraña. En vez de eso la autora intenta un verso libre entrecortado: hemistiquios en versos de arte menor o dentro de la misma prosa, verso mezclado con prosa, una mayor atención a lo visual en detrimento de lo sonoro, o páginas completamente llenas y de repente la ocurrencia como “se abre” apareciendo sola.
Respecto a lo temático, tiene momentos en el que el mar y la enfermedad sí van formando uno solo; sin embargo, se queda ahí, pues no encuentro la emoción o la sensación de malestar, o peor aún, que me esté curando, perdiéndome en el lenguaje acuático. Por ejemplo, el final del libro:
Los poemas sobre la enfermedad nos deberían de acompañar en nuestra convalecencia causando esos efectos que sólo la poesía logra y que nos atrapa en su lectura; en cambio, tenemos un mensaje que, en busca de un significado profundo, termina ahogándose.
En el número correspondiente a los meses de abril y mayo de 2011, Tierra Adentro nos entregó Pájaro Lanzallamas de Luis Eduardo García. Éste libro es un tanto diferente a los dos anteriores. Mientras que en Mi nombre de guerra es Albión yAdentro el silencio no se abre los poemas sirven en conjunto para el significado del libro, en Pájaro Lanzallamas tenemos una colección de poemas sobre distintos temas, lo cual me resultó interesante. Más cuando leí “Fácil”, una idea sobre la poesía misma:
Y, como todo es verso, todo lo que escriba es poesía: la enumeración de ingredientes para una receta de comida, por estar acomodada en forma de verso, es un poema. Afortunadamente Luis Eduardo García no llega a ese punto, pero tampoco se aleja. Por ejemplo, al inicio tenemos títulos más largos que los poemas mismos, cosas que no sabes qué son como “Francis Bacon era un ángel”, también abundan las ocurrencias como “Un placer atenderlo”, o poemas que inician bien y llevan cierta emoción pero que se cortan de golpe y terminan mal como “Recuerdo de días peores”:
“Casi perfecta” me intriga porque tiene un gran parecido con “Postal” de Dalí Corona, publicado en la Revista de la Universidad de México en su No. 95 correspondiente al mes de Enero de 2012. O tal vez es un tópico de esta generación hablar sobre mujeres bellamente accidentadas. Es algo que se tendría que revisar.
En general, los poemas de Pájaro Lanzallamas no superan la página de extensión. En esto encuentro más problemas, ya que en este afán de decir mucho en tan poco termina diciendo nada (ya puse de ejemplo “Recuerdo de días peores”), o esa revelación que es característica del poema no sirve de mucho o es trillada, ejemplo de ello es “Felicidad dura”:
Es de resaltar “Algo sospechoso” y “Aligerado”; sin embargo, éstos no salvan todo el libro. Con esa actitud de “todo es verso” Luis Eduardo García podrá escribir muchos poemas, pero pocos lograrán ser poesía.
Después tenemos Por los rasgos una bayoneta de Javier Raya (ciudad de México, 1985). Sin dar tanta vuelta al asunto, este es el único libro que completamente vale la pena. Tal vez porque encuentro sinceridad en ellos. La anécdota no es usada como excusa para dar a conocer su erudición en distintas áreas ni mostrar una nueva experimentación con las palabras, la anécdota sirve para hacer uso de una de las más grandes raíces de la poesía que es el sentimiento. El poeta nos confiesa sin pretensiones lingüísticas distintos aspectos de su vida, un lenguaje que bien podría ser usado en una plática callejera pero con la sonoridad de alguien que sabe lo que es un verso. Se arriesga al incluir palabras del ámbito popular más que académico sin llegar a la vulgaridad. Ejemplo de ello es el poema que titula el libro:
O bien “Ciencias naturales”:
¿Cuándo se usaría a Dragon Ball como referencia en un poema? ¿Cuándo se mencionaría la marca de los juguetes de infancia? ¿Cómo renegar de los placeres sexuales que han sido tan exaltados? El talento de Raya no se queda ahí, hace los poemas no se queden en el libro, bien nos pueden acompañar en una situación similar a la que inspiró el texto. Ejemplo de ello es “Auto formal en Querétaro”:
Javier Raya es una muestra de que no se necesita mover tanto las cosas para ser innovador. Bien lo dice Pound, “sólo la emoción perdura”, y es lo que nos ofrece Por los rasgos una bayoneta, poemas que apelan a lo verdadero y al sentimiento, cosas que bastante falta hacen en la poesía actual.
Por último, tenemos Diarios del este de Yohanna Jaramillo. (Tijuana, Baja California, 1979). Si tuviera que definir la poesía de Yohanna Jaramillo, la definiría como una poesía ecológica, pero no únicamente en el aspecto de “cuida el agua”, “recicla”, etcétera; sino tomando en cuenta la etimología: oikos, casa, logos, conocimiento. Una poesía que demuestra la preocupación de la autora por lo que sucede en su hogar y entorno: desgaste de la naturaleza, aumento de la violencia, enfermedad, entre otras cosas.
Esta propuesta puede sonar bastante benévola, pero ello no significa que el resultado sea el mejor. A la poesía de Yohanna Jaramillo precisamente le falta eso, el elemento poético, abunda el mensaje y exhibe un descuido en el uso del lenguaje. En ocasiones no hay diferencia en sus poemas y un artículo de revista de divulgación científica o artículo de periódico; por ejemplo el poema inicial:
Puede tener algún acierto que alcanza a salvar el poema. Suena paradójico que su mejor poema sea el poema 11, el que nunca existió.
Habría que aclarar que Diarios del este tiene dos partes, la segunda llamada “Carteles”, cuya ejecución es mejor que la primera. La poeta deja los datos atrás e inicia a escribir poesía. Por ejemplo “Si me ponen un 4 con un 5 lo supero”, “Los testigos” y “Gente nueva”, más es en este último donde logra un resultado interesante en ese afán de mezclar el lenguaje poético con el científico, lo cual nos tuvo que haber entregado a lo largo de todo el librito.
A manera de conclusión, puedo decir lo siguiente. Recuerdo que uno de mis maestros dijo “El verso libre es para aficionados”. SiLa Ceibita de Tierra Adentro fuera un programa de TV o radio, bien sería la hora del aficionado, o al menos eso lo vimos en cuatro de cinco casos en año y medio de publicación.
Si esta es la línea predominante para los próximos años a la literatura mexicana, en este caso la poesía, le esperan unos años y publicaciones decepcionantes.
Estos poetas en un afán renovador de darle la vuelta, quedaron tan mareados que parece no saben dónde están.
Bibliografía
-RÍOS, Sergio Ernesto. Mi nombre de guerra es Albión. Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2010. (La Ceibita, 2).
-ESCALANTE ANDRADE, Nadia, Adentro el silencio no se abre. Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2010. (La Ceibita, 3).
-GARCÍA, Luis Eduardo, Pájaros lanzallamas. Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2011. (La Ceibita, 4).
-RAYA, Javier, Por los rasgos una bayoneta. Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2011. (La Ceibita, 6).
-JARAMILLO, Yohanna, Diarios del este. Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2011. (La Ceibita, 8).
[1] Debo de reconocer que esta agudeza no es mía. Se la debo a mi amigo Julio Flores. Pueden leer algo de su crítica aquí: http://cuadrivio.net/2011/12/%C2%ABcartas-ajenas%C2%BB-de-geney-beltran-felix/
[2] “No creo que se deba escribir verso libre sino cuando se vea uno forzado a hacerlo, es decir, cuando la cosa sola tome un ritmo más bello que el de la métrica establecida, o más real, más partícipe de la emoción de la “cosa”, más relacionado, íntimo e interpretativo que la métrica de la poesía acentuada con regularidad; un ritmo que lo haga a uno sentirse insatisfecho con los anapestos o los yambos rígidos.” POUND, Ezra, El arte de la poesía. México, Joaquín Mortiz, 1983, p. 21.
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David Ruano González (Ciudad de México, 1991). Estudiante de los últimos semestres de la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha asistido a diversos talleres de poesía y crítica. Mantiene con otros compañeros de la facultad una pequeña revista y blog llamados Distopías XIX. @medoriorules
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