domingo, 26 de mayo de 2013

ENTREVISTA CON SALLY RODRÍGUEZ, Daniela Cruz Gil

DANIELA CRUZ GIL [mediaisla] “A todos nos gusta que nos reconozcan, es verdad, pero yo prefiero que lo poco que haya escrito logre pasar la  del gran jurado que es el tiempo. Ese que no tiene simpatías particulares ni partidos políticos, ese que termina desbaratando  ruido para hacer su propia lista”.
Con pausas y sin prisas. Así discurre la vida  y literaria de esta poeta mocana. Sally es Sally desde que Manuel Mora Serrano así la nombró para la poesía. Pero eso ya lo sabemos. En Estancia Nueva, Moca, nació como María del Carmen Rodríguez. Se graduó de Filosofía y Letras en la Pontificia  Madre y Maestra de Santiago. Ha sido docente y actualmente también la artesanía.
Su bibliografía se compone de Luz de los cuerpos (Editora Nacional, 1985), Diálogos sin cuerpos (Ángeles de Fierro, 2003), La llama insomne (mediaIsla, 2008) y las antologías Una mujer está sola, textos de Aída Cartagena Portalatín (Angeles de Fierro, 2005) y Milagro de jueves, Antología del Taller Literario del Centro de la  de Santiago (Angeles de Fierro, 2005).
Ya nos habíamos encontrado muchas veces. Tardes de miércoles, luego jueves, todas las semanas. Luego los encuentros han tomado la frecuencia de los cometas: pocas veces los ves en el cielo, pero la luz que te dejan, iluminan todo un siglo. De todas las reuniones, ésta es la primera que mediamos por las redes virtuales. Aun así, sus palabras casi se escuchan con la densidad de su voz suena en una tarde de  y confidencias.
Hace 28 años de la publicación de «Luz de los cuerpos». ¿Qué quiso decir en aquella ocasión que tal vez no dijo?
—Es posible que me inquietara la idea de no haber sido muy bien entendida en Luz de los cuerpos. Tal vez reducida o simplificada como si se tratara de una literatura de carácter puramente erótico y nada más. De ahí que, en el segundo  Diálogo sin cuerpos hay cierta intención de expresar que “cuerpo y corazón es lo mismo” y siempre situar en el plano de lo sagrado todo lo que pertenece a las sensaciones y al .
¿De dónde proviene esa preocupación temática por los cuerpos que se aprecia en sus dos primeros libros?
—Para ser sincera, la que escribió Luz de los cuerpos nunca se planteó que tenía que escribir sobre el cuerpo o algún tema en particular. Sencillamente empezó a mirarse por dentro, a encontrarse, a descubrir sensaciones y a escribir. Parte de ese poemario fue escrito a los 19 y 20 años, en tiempos de literatura social y política. Me costó mucho atreverme a compartir mi escritura tan íntima y personal.
Luego, en Diálogo sin cuerpos, mi intención (porque en este caso sí tuve un propósito) fue, no negar el cuerpo, (con ese título, cualquiera pensaría que intentaba hacerlo) sino más bien ahondar en lo que significa el encuentro más allá del cuerpo: verdadero erotismo ese reto de entrar en el otro “adentrándome adentrándome/ y el animal sagrado que hay en ti/ cruzará los caminos del silencio/ sumergiéndose en neblinas/ que hay en mí/ para entrar ven/ cierra los ojos”.
Ya lo predecía Pastor de Moya en el epílogo de «Diálogos sin cuerpos», cuando habla de una llama múltiple y, sin embargo, no dejamos de presentir esos cuerpos en «La llama insomne».
—Sí, Pastor habla de la llama múltiple, acordándose de Octavio Paz con su Llama doble, donde teoriza sobre el erotismo y el amor. Y en efecto, sigo siendo la misma en La llama insomne también. Parece que esa llama me ha perseguido siempre.
Hay un erotismo sigiloso, sin pretensiones ni estridencias, pero incisivo en los tres poemarios. ¿Se lo planteó así desde siempre o se ha ido dando en el tiempo?
—Claro que no. Esas cosas no se plantean, creo yo. El erotismo es parte de esa llama. Sencillamente fluye si está dentro de uno. Y si es delicado es porque eres así. Además siempre he sabido (al principio por pura intuición) que en esto hay una frontera, si la traspasas, se acaba el misterio y muere todo. De manera que es asunto de delicadeza. Fuerza y delicadeza al mismo tiempo. Es como la llama: tú sabes que arde suavemente, pero igual, quema.
Siempre versos, siempre sin puntuación. ¿Por qué o para qué?
—Quizás por creer que tengo más libertad, no sé.
1985, 2003, 2008… ¿Hasta cuándo será la pausa esta vez?
—Estoy trabajando un texto nuevo, pero sé que le falta bastante. Y no tengo prisa, la verdad.
En 28 años, 3  de poesía. Con tanta gente urgida de publicar cualquier cosa, con ansiedad ¿qué puede decir Sally sobre su dilatada  poética publicada?
—Es que no importa la cantidad. Eso no hace que un  sea mejor. Hay quienes se preocupan todo el tiempo por mantener su nombre vigente, por sonar sin hacer pausas porque andan buscando notoriedad, algún reconocimiento, algún , algún favor. A todos nos gusta que nos reconozcan, es verdad, pero yo prefiero que lo poco que haya escrito logre pasar la prueba del gran jurado que es el tiempo. Ese que no tiene simpatías particulares ni partidos políticos, ese que termina desbaratando todo ruido para hacer su propia lista.
¿Le ha interesado alguna vez trabajar otros géneros literarios?
—Me encantaría poder escribir cuentos o novelas (leo más narrativa que poesía). Sin embargo, tengo dudas de que pueda lograrlo. Recuerdo que una vez me hiciste esa pregunta y conversábamos al respecto. La verdad es que me queda cierta frustración, pero quién sabe…
¿La discreción poética se extiende a su vida personal o viceversa?
—La discreción es parte de mi personalidad. No me gustan las exageraciones ni el ruido. Amo la privacidad y estar lejos del bullicio, ocupándome solamente de vivir con lo que considero esencial.
¿De qué no sería capaz en nombre de la literatura?
—La literatura es parte de lo que considero esencial. La poesía es sagrada para mí. Sin embargo, no estaría dispuesta a venderme, a cambio, por ejemplo, de dar a conocer mi obra. No sacrificaría por ella la propia vida. En orden de prioridades, antes que el yo-artista está el yo-humano enfocado en crecer espiritualmente. Por suerte, hasta ahora he podido convivir con todo lo que de verdad me interesa.
Que la poesía no sirve para nada o que sirve para todo. A usted, ¿para qué le sirve la poesía?
—¿Y para qué sirve la belleza y para qué sirve el arte? A mí me sirven para vivir. La verdad, no logro imaginarme un mundo sin poesía. Descubrirla, encontrarla viva en el camino, en un texto, un cuadro, una melodía o en una escena cinematográfica es un verdadero privilegio, un regalo divino. O mejor aún, lograr que nazca en nuestras propias manos por obra y gracia de esa alquimia que convierte el dolor en maravillosa luz estremecida, eso sí tiene un gran sentido. | dcg, santiago, rd lapetitearare@yahoo.es

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