LAS SIETE DÉCADAS DE JAVIER MOLINA.
La enseñanza de la poesía es su alma limpia incluso en la barbarie
EL FINANCIERO Jueves, 8 de noviembre de 2012
Hay cosas que uno proyecta y luego realiza, y otras que simplemente suceden. Arrancaban los años sesenta cuando Javier Molina ya veía su futuro más próximo lejos de Chiapas. Muy bien cavilada estaba su decisión de estudiar en la UNAM. Para 1963 ya era alumno de la Prepa 7, en el DF.
Un día, 30 años después, volvió a San Cristóbal. Y, sin más, se quedó a vivir de nuevo en la montaña.
Así las cosas, uno entiende con nitidez el porqué a Javier Molina siempre lo ha impresionado aquel fragmento de Heráclito que dice: si no esperas lo inesperado, nunca lo encontrarás, ya que es harto difícil de hallar.
A Javier Molina lo conocí al finalizar un encuentro de escritores en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Su apariencia chocaba con la esfera jactanciosa y pesada que formaban algunos de los funcionarios e intelectuales que celebraban la reunión. Javier caminaba por ahí, silencioso, sencillo, retraído, pequeño, delgado y de pasos breves. Traía bajo el brazo un periódico, un libro, una libreta quizás. Y empezamos a conversar. Le pregunté, entonces, por la brigada Marilyn Monroe, que integró, junto a otros estudiantes, en 1968. Javier, algo sorprendido, cambió su rostro reflexivo, melancólico, curtido, con una breve sonrisa cargada de recuerdos. Un lustro ha pasado ya de aquel encuentro. Así que hoy, cuando el periodista y poeta Javier Molina celebra 70 años, le pedimos que rememore otra vez aquel agitado tiempo de lucha y esperanza.
-El movimiento estudiantil de 1968 -nos dice al teléfono Javier Molina desde San Cristóbal de las Casas- fue no sólo de lucha política, sino también, y quizás sobre todo, un gran movimiento cultural, de la sensibilidad, de la expresión plástica, literaria, musical, cinematográfica. Fue una gran manifestación por la libertad, por ocupar las calles, en contra de la autoridad. Y la belleza no podía quedar fuera. Dentro de ella, Marilyn Monroe: víctima de las grandes mafias y compañías de cine hollywoodense, desde que se murió en 1962 dejó una fuerte presencia. Poseía una verdad muy limpia, antisolemne. Influyó en mucho ámbitos: en la poesía quedan los versos de Ernesto Cardenal ["Oración por Marilyn Monroe"]. Al estallar el movimiento estudiantil de 1968 teníamos en la Facultad de Ciencias Políticas un cineclub al que yo había propuesto que llamáramos Marilyn Monroe. Así que cuando se vino el movimiento y formamos nuestra brigada política, fue casi natural bautizarla con el mismo nombre del cineclub, pues estábamos casi los mismos. No éramos militantes cuadrados, no nos sentíamos los sacerdotes rojos que decía José Revueltas: estábamos más cercanos al arte, a la imaginación. Así que pensamos que el nombre de Brigada Política Mariliyn Monroe le daba a nuestro actuar un poco de alegría e informalidad, cierta ligereza sana que le quitaba la solemnidad. Fue un momento de jóvenes que decidieron apartarse de las formas antiguas y anquilosadas de los viejos políticos que, por cierto, ahí siguen unas y otros.
Fue en 1974 cuando Javier Molina publicó su primer libro de poesía: Bajo la lluvia, al que han seguido (años más tarde) Para hacer plática, Muestrario y La luz se revela. No es un autor con prisa por publicar. Espera a que, en su interior, el verso vaya madurando hasta caer. Tal vez por eso su marcha, su paso, su andar por la vida deje siempre esa huella de calma, de lentitud, de contemplación, de pausa.
-Su poesía parece más emocional que reflexiva, Javier...
-En el poema todo cabe. La poesía tiene que ver tanto con el momento como con todo aquello que se ha experimentado desde el principio. Pero sí, sí, en la época más reciente tengo algunos poemas de reflexión, no a la manera del saber filosófico sino sobre los temas que a la poesía le es dado abordar: el sentido de la vida, la razón de la existencia, la grandeza de las relaciones humanas, la grandeza de lo pequeño; es decir, son poemas sobre las cosas que verdaderamente han nutrido al arte y que hay que luchar por no perder. Vivimos momentos de mucha violencia, entonces uno se pone a pensar y aparecen algunos poemas que contestan a esto de muy diversas maneras. No como algo forzado, sino que con la naturalidad de la emoción ha venido la reflexión. Porque el pensamiento y el sentimiento son inseparables en la poesía, sobre todo en América Latina. Tenemos, por ejemplo, la reflexión humana de César Vallejo, pero también la emoción amorosa y encendida de Pablo Neruda. En nuestros pueblos se conjuga muy bien pensar en lo que sucede y sentir lo que sucede al mismo tiempo.
Dice Javier Molina que al paso de los años pudo darse cuenta de que, para el poeta, en el primer libro suele estar la semilla de lo que va a desarrollar después. Ahí, en ese primer volumen, están los temas, la entonación, la musicalidad, la respiración que se irán puliendo y enriqueciendo al no abandonar el oficio, un oficio (el de poeta) que él lleva practicando casi cuatro décadas. ¿Qué es lo que le ha dejado?
-La posibilidad de expresar las verdades de nuestra historia, de nuestra vida cotidiana. La posibilidad misma de la poesía de expresar la emoción, el sentimiento, el amor que se le tiene a muchas cosas de México, a la amistad, al compañerismo, a la naturaleza, a lo que nos sucede, a lo que sucede en el mundo. La poesía permite ver cómo cambia el mundo, pero también có- mo cambia lo que vamos escribiendo y el escenario en el que lo hacemos. Van surgiendo, y uno va recogiendo, palabras nuevas. Otras se transforman. Algunas más se quedan. Pero, como te contaba, ahora sé que en mi poesía, aunque sea diferente, siempre hay una línea en común: una raíz humana que está ahí de manera muy fuerte. La gran enseñanza de la poesía, para mí, es su alma limpia incluso en los momentos, como ahora, en que la barbarie quiere extenderse sobre la Tierra. La poesía es la vida de las palabras, el canto de los pájaros, la libertad: la libertad de cantar para decir lo que uno siente.
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