Felipe Garrido
Mira, güey
Y cada que pasaba, güey, otra vez me lo decía, para que no se me olvidara, tienes que ser atento, güey, de al tiro muy fijado, con las pilas puestas, que te la crean que eres de la casa, que no se vea que andas de colado. Y ahí andaba de arriba abajo, de la cocina a la sala, de la sala a la terraza, de la terraza al jardín y otra vez de vuelta y a ver qué querían, güey, a quién le faltaba una cerveza, una copa, más botana... El chingomadral de gente, güey, y ahí en la escalera el grupito aquel, güey, el del ruco que te digo, canoso, bigotudo, chaparrito, peinado patrás. No fallaba una; cada vez que pasaba a ver joven, qué pasó con las cubas, ándele, no se me duerma, traiga unos ceniceros, no se distraiga, unos canapés... Y la pinche risa de los demás, güey. Ya la traían conmigo, y fue cuando le dije lo de pinche ruco quién te crees que eres y él se dobló de la risa, me cae que creí que le había gustado... cómo iba a saber que era el patrón.
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