lunes, 5 de noviembre de 2012

...y con eso basta, GUILLERMO SAMPERIO


y con eso basta
por guillermo samperio
a mí
a los dos o tres años estaba acostado en la cama. no conocía el mundo, apenas algunos vislumbres como ráfagas de visión. estimaba que debía ser enorme como muchas ruedas de la fortuna juntas, haciendo una gigantesca, y que todas ellas giraban hacia diversos lados de forma regulada y podrían ser un mundo y sabía que había muchas calles hasta perderse mi vista. yo miraba el techo, pensando en esto; entonces imaginar las calles que se perdían en el infinito y que luego cobraban forma de un mundo con un montón de ruedas de la fortuna girando hacia distintos lados y, allá, muy alto en el cielo, la luna y un montonal de estrellas, también con sus ruedas de la fortuna, me vino entonces un vértigo, quizás mi primer vértigo, pero el sensación fue de miedo y sentí que en mi pecho se me formaba una especie de bola, pero luego el miedo se convirtió en pánico y sentí que flotaba en un espacio inmenso, impensable para mis dos o tres años. y lo único que pudieron hacer mi alma y mi cuerpo fue ponerse a llorar y sentí cómo las lágrimas saltaban de mi mis ojos entre sepias y verdes, y el líquido escurría por mi cara, y luego la nariz se me empezó a llenar de mocos y se juntaban con las lágrimas y aglutinados me resbalaban por los cachetes hasta venir a mi cuello y mojar mi camisa blanca de la preprimaria y no podía hacer otra cosa que llorar y que los mocos me siguieran saliendo. allí fue cuando descubrí la tristeza y me dije que eso era la tristeza y que la tristeza me estaba lastimando el pecho y luego todo el cuerpo y los brazos y supe que yo me había convertido en tristeza y que así iba a ser mi vida, con mucha tristeza, que me iba a doler el mundo, las calles, los hombres viejos, los postes, las casas con techos de cartones, mi abuela, mi casa, mi cuerpo, mi existencia, el fútbol, las estrellas y los cometas y mis zapatos de suela gruesa. 
me levanté con dificultad y fui al baño; allí me limpié los mocos y las lágrimas, me eché agua fría en la cara. salí del baño, ya sin llorar ni moquear pero sentía el dolor en casi todos mis músculos, articulaciones y mi cabeza, que allí estaba la tristeza y que me acompañaría toda la vida. los adultos nunca llegan a saber cómo les nace la tristeza a sus hijos y así se engendró en mí y supe que me habitaría por toda la vida y sólo pedí que tal tristeza no me matara tan rápido.
cuando escuchaba por la radio los partidos de fútbol de mi equipo y perdía, el llanto me amordazaba y me caían los lagrimones y me iba a meter al clóset para que nadie me viera dolerme de tal forma que yo suponía indecorosa. en esos partidos se confirmaba que nunca se me iba a quitar la tristeza y que iba a ser un hombre triste, pero muy triste y, por lo mismo, débil, y no me equivoqué porque he llorado casi por todo: por los pobres, por un avión que se destruye, por las bombas que avientan en las guerras, por el asesinato de una sirvienta de mi colonia que la mataron con trozos de granito del respaldo de una banca, por un atropellado, de adolescente por la novia que me dejó porque no gané la carrera de bicicletas, por un señor que pasaba pidiendo de comer, por una señora que se aventó desde un séptimo piso de su edificio, del joven que amaneció colgado del anuncio de una calle y por eso cada vez leo menos los periódicos, para no enterarme de todas las desgracias del mundo cuando yo mismo soy una de ellas y con eso basta

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