domingo, 2 de diciembre de 2012

ARTE CHILENO RECIENTE: POLÍTICA Y MEMORIA, Ana María Risco *

Arte chileno reciente:
política y memoria
Ana María Risco*
Alfredo Jaar, Los ojos de Gutete Emerita, 1996
Mientras las noticias internacionales sobre arte y artistas chilenos han celebrado este año el centenario de Matta o la presencia de Fernando Casasempere en el programa cultural londinense de los Juegos Olímpicos, al interior del país el diálogo menos glamoroso entre arte y coyuntura política sigue teniendo peso en la agenda. Recientemente, un grupo de intelectuales y artistas se reunieron en un simposio llamado Trienal de Chile 2, revisión de la primera versión del evento organizado por el Estado en 2009 y que no tuvo su correspondiente continuidad este año debido a problemas administrativos. Se trataron allí temas que atañen transversalmente al mundo del arte actual, como la empresarización y predominio de las lógicas “feriales” en la circulación de obras, pero también asuntos más locales, como el boom de las escuelas universitarias que arrojan cada año cientos de egresados cuyo diploma los consagra como “artistas”, o las actuales políticas públicas en materia de cultura, fuertemente orientadas a la formación de audiencias, con beneficio principal para las industrias culturales.
El dato señala cierta proclividad, a veces saturada de discurso, de los productores y agentes del medio artístico en Chile hacia la crítica cultural e institucional, característica que comenzó a formarse en los años 1975-1985, cuando cobraron cuerpo las primeras vanguardias fuertes (influidas por la neovanguardia internacional, pero también en evidente respuesta al remedo de arte propiciado entonces por la dictadura). Aunque las generalizaciones se equivocan siempre en algún punto, podría sostenerse que esa proclividad hacia la crítica cultural marca el devenir de las artes visuales chilenas hasta hoy. Cuando no han sido meras portadoras de discursos fáciles de denuncia, muchas obras han ido meritoriamente por un camino incisivo, desarrollando estrategias que desestructuran, contravienen o remedan los sistemas de representación dominantes, dentro y fuera del arte, con claros, aunque no directos ni inmediatos efectos políticos. El fin del aislamiento cultural en los años noventa y la primera década de 2000, y la salida de artistas jóvenes a formarse y vivir intermitentemente fuera de Chile, ha añadido perspectivas y experiencias a esos lenguajes críticos, lo que hace que el medio se encuentre dominado hoy por una variedad de propuestas que en algunos casos hacen suyos los traumas y los dolores recientes de la sociedad chilena (siguiendo los pasos de obras emblemáticas del período dictatorial) y, en otros, se solazan en la ocupación lúdica, cínica, irónica o indignada de ese amplio y provocador espacio de negociaciones simbólicas que constituye la cultura global.
En la línea que une densidad crítica, rigor conceptual y esplendidez formal se encuentra el trabajo de Alfredo Jaar, artista que emigró a Nueva York a principios de los ochenta, y quien se consagró internacionalmente en los noventa con su proyecto en varias fases sobre el genocidio de Ruanda. Su obra, que confía a un cuidadoso tratamiento de la imagen la posibilidad de restituir en ella su capacidad de afección, ha sido objeto en años recientes de muestras antológicas y retrospectivas en diversas ciudades del mundo, como la que acaba de concluir en Berlín. El artista, que representará a Chile en la próxima Bienal de Venecia, trabaja en la actualidad en varios proyectos de alcance internacional, entre ellos el memorial público temporal que conmemorará los setenta y cinco años del bombardeo de Guernica.
En el mismo orden de magnitud en lo que a calidad y alcance se refiere, sobresale el trabajo de Eugenio Dittborn, figura clave del arte de avanzada surgido en la dictadura y cuya producción aeropostal ha atravesado durante ya más de veintinco años el mapa del mundo a través del servicio de correo regular. Una monumental muestra de sus pinturas, que combinan la aeropostalidad con la poética del archivo visual de la barbarie, pudo verse el año pasado en la Bienal del Mercosur, donde Dittborn fue artista homenajeado.
Entre los artistas más jóvenes es posible observar la aparición de nuevas operaciones y temas que rearticulan la vocación política ya observable en obras precedentes. Voluspa Jarpa, a quien la última versión de la feria ARCO de Madrid adjudicó su espacio Solo Project, inspira su trabajo en los polémicos archivos desclasificados por la CIA, mientras que Iván Navarro, que vive fuera y que este año expuso en la Fundación Volume!, de Roma, lo hace en la “estética” (si es que puede llamarse así) de los espacios arquitectónicos transformados en centros de tortura. La fuerza y coherencia en el lenguaje de estos dos sub-45, atrae permanentemente la mirada del mundo del arte dentro y fuera del país, por lo que cabe pensar en su proyección creciente. Por otra parte, ciertas facetas históricas del arte chileno han comenzado a ser revaluadas por estos días. Destaca en este sentido la reciente retrospectiva de la singular precursora del arte cinético, Matilde Pérez, en la feriaPINTA (Londres, 2012) y la retrospectiva de Juan Pablo Langlois, que transcurre ahora mismo en Santiago, importante por cuanto permite apreciar el impacto del trabajo de este artista que, desde fines de los sesenta, impuso en su obra cuestiones relevantes para el arte contemporáneo, como lo efímero, lo precario, lo banal y lo inmaterial.
Si se trata de realizar una fotografía del arte chileno actual, habría que constatar, también como parte de este panorama, un creciente aumento de la circulación comercial de obras, especialmente a partir de la pujante feria CHACO, y de las publicaciones en el área: el libro antológico Copiar el Edén (2006), impulsado por el crítico cubano Gerardo Mosquera, convertido en una mezcla de archivo y vitrina del arte chileno para el mundo; la voluminosa recopilación de pintura de las tres últimas décadas Revisión técnica (2010); los libros de entrevistas de Federico Galende a artistas y agentes del mundo del arte llamados Filtraciones (I, II, III), entre otros, muestran que los aparatos editoriales han comenzado a considerar seriamente la importancia de este campo.
*Catedrática de la Universidad Alberto Hurtado (Santiago de Chile)

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