Iván Navarro, The Missing Monument for Washington, 2007 |
Amante profesional
Ramón Díaz Eterovic
Ramón Díaz Eterovic
Romero, asesino de profesión, se vanagloriaba de ser un hombre de palabra. Al conocer a Raquel sintió una súbita comezón en su orgullo. La invitó a cenar, la enamoró y por la mañana, cuando el sol caía plácido sobre los cabellos de la mujer, le disparó entre los pechos por el simple y estúpido placer de cumplir un contrato.
Caja china
Diego Muñoz V.
Diego Muñoz V.
En la pantalla del televisor, un ojo café, enorme, ocupando todo el espacio disponible. En la pupila se refleja un salón amplio, iluminado, repleto de gente. Entre las personas estás tú, sonriendo, vestida de blanco. En tu pensamiento estoy yo, escribiendo esta historia. Así son las cosas, simples o complejas, según quieras verlas.
Basura del desierto
Virginia Vidal
Virginia Vidal
Dejo Antofagasta y penetro en el desierto más árido del planeta. El vehículo traga distancia. Casitas de ánimas y plásticos, latas, botellas decoran la vera de la ruta. Desierto convertido en basural donde pena el ánima del oro. En la Cascada de Calama, una pastora vestida a la antigua usanza guía sus llamas sorteando desperdicios en busca de pasto. La Cascada dejó huella de llanto seco en los riscos. El ojo de agua, repugnante sopa de pañales, botellas, bolsas plásticas, apenas permite un claro para admirar al pez que nada bajo la nata de inmundicia.
Balcones que no miran a La Moneda
Max Valdés
Max Valdés
Un niño habitaba el segundo piso de un edificio de viviendas sociales del barrio Estación Central. Todas las tardes se ponía a mirar a los transeúntes que iban de un lado a otro. Era el invierno de 1983 y no tenía nada más que hacer. El chico no lograba comprender por qué la gente caminaba cabizbaja y con desgano. Al ir a sus trabajos y al volver a sus casas. ¿Por qué ellos que sí podían caminar, correr, agarrarse a puteadas con el chofer del microbús estaban deshechos, cansinos, derrotados? Entonces para despertarlos decidió lanzar trozos de pan desde su balcón como si se tratase de palomas circunspectas y vestidas a la usanza bancaria. Algunos, posados en su indiferencia no lo advertían, pero hubo otros que subían la mirada para ver desde dónde eran lanzadas esas migajas. La sorpresa venía enseguida al verificar que un adolescente colorín, montado sobre una silla de ruedas, portaba la máscara de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte para violentar a los transeúntes ¡Vaya manera de superar la discapacidad!
Los ensacados
Gabriela Aguilera V.
Gabriela Aguilera V.
Así los encontraron, diecisiete años después, en un pueblo costero del norte. Los habían metido en sacos, luego de vendarles los ojos y dispararles de frente y de espaldas. Los ejecutores ni siquiera les dieron la oportunidad de quedar mirando el mar y los arrojaron en la fosa de dos metros de profundidad. Permanecieron sumergidos en la oscuridad y la sal. Pero los muertos que no son olvidados insisten en aparecer, y cuando salieron a la luz, el grito que permaneciera coagulado en sus bocas después de la última ráfaga se escuchó en todo el país acribillado.
Parábola de los ateos y los creyentes
Pedro G. Jara
Pedro G. Jara
Perjurio es un pueblo ubicado en el sur profundo. La mayoría de sus habitantes son ateos, pero una minoría es creyente. El fin de semana los creyentes se diseminan por el pueblo de Perjurio propagando la voz de Dios, distribuyendo revistas, vestidos con sus ternitos grises, muy bien peinados y la Biblia entre sus manos. Tocan puertas pero los ateos, de mal talante, les dan con la puerta en las narices, los increpan y les echan los perros.
Cierto atardecer de abril, los perjurienses descubrieron con asombro una frase de nubes escrita en el cielo: “¡Ateos!... ¿Por qué no creen en mi modelo?”
Los ateos, arrepentidos, corrieron tras los pastores para salvarse, pero éstos, de mal talante, les daban con las puertas en las narices, los increpaban y les echaban los perros.
Hospital
Sebastián Amar M.
Sebastián Amar M.
Yace en su cama, pensando, agonizando, contando sus últimos minutos, pero todavía no llega su trasplante.
Inmortalidad
Cecilia Quijada P.
Cecilia Quijada P.
Solía vivir en mundos paralelos, cambiando de un lugar a otro sin avisar, como lo hace un rayo al caer. Esto la hizo inmortal. La muerte nunca la pudo hallar.
La mujer ilustrada
Carla Svigilsky
Carla Svigilsky
Muy a su pesar, se fue desdibujando de a poco.
Por necesidad de la empresa
Lorena Díaz Meza
Lorena Díaz Meza
Pasó la lengua una vez más por encima de la línea roja que se formaba desde el pecho hasta el vientre cada vez que la herida quedaba expuesta, y comprobó que hasta en eso le habían mentido: su jefe no tenía la sangre tan fría.
Trabalenguas
Linda Báez L.
Linda Báez L.
Érase una pasión que no tenía remedio. Érase un remedio que no encontraba enfermedad. Érase una enfermedad que no tenía cura. Érase un cura que no encontraba su religión. Érase una religión que no tenía Dios. Érase un Dios que no hacía milagros. Érase un milagro que la pasión tuviera remedio.
Buenas noticias
Fernanda Cavada
Fernanda Cavada
Cuando me decían que no me iba a enamorar nunca, es que no sabían que había otro como yo, ahí afuera, al que le habían dicho lo mismo.
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