domingo, 2 de diciembre de 2012

NUEVA VISITA A LOS ESPACIOS DE LA MEMORIA, Miguel Ángel Fornerín


Nueva visita a los espacios de la memoria: Ideologías y mestizaje en La muerte anduvo por el Guasio de Luis Hernández Aquino

Nueva visita a los espacios de la memoria: Ideologías y mestizaje en La muerte anduvo por el Guasio de Luis Hernández Aquino
MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN [mediaislaLa Muerte anduvo por el Guasio es un texto que realiza una esperada visita a un espacio de la memoria de la Historia puertorriqueña: la invasión estadounidense de 1898. El texto presenta distintas visiones en las que se han fraguado las ideologías políticas puertorriqueñas
Edgardo Rodríguez Juliá ha reiterado que “en última instancia, toda nuestra literatura lo que hace, es justamente eso, explicar por qué  Rico hoy por hoy sigue siendo una colonia”.[1] Como inicio de esa explicación, tanto la literatura de  como la histórica ha tenido un especial interés en explicar, simbolizar los acontecimientos que dieron origen a la presente situación colonial de Puerto Rico. Una de las  más significativas que retrata este período es La muerte anduvo por el Guasio (1959) de Luis Hernández Aquino.
La importancia de esta  no ha sido del todo aquilatada por la  literaria puertorriqueña. Pocos estudios se han hecho de la misma. Y no aparecen ediciones recientes. Entendemos que los estudios literarios y la lectura están más centrados en textos que planteen asuntos urbanos. Y el texto de Aquino puede verse como parte de una escritura telúrica, por su lenguaje y su entroncamiento realista y naturalista. Sin embargo, creo que se debe recuperar como la única novela que recupera la poética criollista desde una perspectiva integralista que ya aparece definida en la Revista El Diario Estético.
El naturalismo que se presenta en esta obra acerca a Hernández Aquino al realismo mágico. En la nueva conquista que realizan los estadounidenses del territorio puertorriqueño, la naturaleza juega un  de extraordinario valor, porque ella actúa como sentido telúrico de reafirmación de . El asunto de la obra es sencillo: el poder colonial español llega a su final. Las tropas estadounidenses esperan desde Guánica que la organización logística de invasión se haya completado y que un guía conocedor del terreno les ayude a adentrarse en los pueblos del oeste de la Isla.
Por su parte, los españoles agotados y prácticamente rendidos, dependen de un cuerpo de guerrilleros que ante la superioridad numérica y armamentista de los estadounidenses parece poco confiado en su triunfo. Al valor y la abnegación de estos combatientes, se le  la del grupo de Tomás Cáceres, un valiente afiliado a las ideas libertarias del patriota Manuel Emeterio Betances. El asunto termina con la muerte de los seguidores de Cáceres en una emboscada que le tienden a la  de Don Lopito . La obra presenta como telón de fondo las acciones de las partidas de bandoleros y come vacas que asoló las haciendas de los españoles en el período de transición de la soberanía española a la estadounidense.
También presenta, el encuentro entre las ideologías conservadoras y liberales. Tomás Cáceres es el personaje que encarna la puertorriqueñidad: la defensa del suelo patrio, primero frente a España y más tarde frente a . Ante la confusión que se presenta en la historia “verdadera”, Tomás Cáceres es la voz de Betances, el más preclaro y prácticamente el único luchador en contra de la llegada de los estadounidenses.
EL sentido histórico es buscado en esta obra para, al entrar en un espacio y tiempo, representado por la Historia, presentar unos valores y hechos posibles, no contado por los historiadores y reconstruido y representado en la ficción narrativa. Trata de contestar la pregunta: ¿Hubo o no resistencia a las tropas estadounidenses en el suelo boricua? La novela afirma este hecho, no como verdad de la Historia, pero sí como realidad de su historia. El grupo de los Cáceres existe como un valor de resistencia frente a los españoles en decadencia, la armada del progreso triunfante. Es el valor de las ideas de Betances como revolucionario radical, frente a las atenuaciones y “mediannías” de la coyuntura histórica.
En contraste, la obra pone en actitud antagónica a dos personajes que representan las dos corrientes ideológicas del momento, la de los colaboradores y la de los revolucionarios, verdaderamente puertorriqueñistas. El primer grupo está ampliamente documentado en la Historia, mientras que el segundo aparece reconstruido en el retado. Don Lopito Lago había estudiado en Estados Unidos y era parte de la fracción de puertorriqueños que apoyaron y dieron ayuda logística a las tropas estadounidenses para que derrocaran el régimen español en Borinquen.
En el personaje de Lopito aparece una larga simbolización de una parte del puertorriqueño frente a  Estados Unidos. Lopito representa el “mestizaje” entre lo estadounidense y lo puertorriqueño. La perspectiva de Lopito se da dentro de un desprecio de la situación de la Isla en 1898. La miseria del jíbaro frente al mundo de modernidad y progreso que está a su puerta. Como había estudiado en Estados Unidos se siente como el actor intermediario: ha visto su progreso simbolizado en máquinas y fábricas. Considera que “los pueblos no tienen que seguir durmiendo en ese sopor secular que les lleva a la molicie y al estancamiento” (58).
La perspectiva del presente llega a Lopito a establecer una construcción del futuro como estado deseado para su colectividad. Como sujeto educado él entiende que debe cambiar la situación a partir de la colaboración con las fuerzas de la modernidad y en progreso. Él se constituye en un sujeto mestizo, actúa entre dos culturas y entiende que el desarrollo tecnológico de la cultura donde ha realizado su aprendizaje (ingeniería) podría ayudar a cambiar la situación presente en su espacio de origen y de llegada. La transformación del contexto social está planteada a través de la colaboración: es otro superior quien debe cambiar la casa. Lopito es un intermediario. Se dice: “Lopito, tienes que darte una causa grande en beneficio de tu pueblo, como hacen algunos de los exiliados en Nueva York, quienes ven que el camino es éste. Betances delira…” (58).
Es significativo que las acciones de don Lopito están bien pensadas. El futuro de su pueblo depende de acabar con la miseria a través de las ideas del progreso que se manifiestan en un país dominante: “la metrópoli”. El sujeto se mediatiza en lo social, no pretende como los liberales, establecer una República soberana. En don Lopito encontramos el germen del intermedismo que ha caracterizado la cultura puertorriqueña, base de las indagaciones culturales que se simbolizan en su literatura.
Por su parte, don Tomás Cáceres tomará otro rumbo. En él está la historia como futuro ideal, sin condicionamiento. El futuro es una construcción de un nosotros “que se manifiesta en las personas de unos pocos sujetos libertarios. Tomás reafirma su puertorriqueñidad: “antes que nada soy puertorriqueño”, dice (66). Piensa que no tiene por qué cambiar un amo por otro amo. En nombre de la hombría y la dignidad, Tomás Cáceres entiende que los puertorriqueños deben ser “dueños de su propio destino”. Su discurso recupera el liberalismo, la Carta Autonómica, el pensamiento de Román Baldorioty de Castro. Considera que los de Nueva York, los que plantean la aceptación del nuevo amo y señor serán “la carne maldita de la historia”. (67).
Lopito, en esa entrevista con Tomás Cáceres, expone lo que será el sentido histórico. Ambos personajes tienen conciencia de que están en una coyuntura marcada por la historicidad y digna del recuerdo y la memoria. Para Lopito, la historia está iniciando. Es una historia de progreso, es una nueva historia que pide nuevos actores. Dice Lopito que: “Esta historia será grande un día bajo el ala de la gran Nación” (68). Mientras que Cáceres considera que su interlocutor está muy atrasado. Otro sentido histórico que designa lo histórico como una visión de vanguardia y donde no se puede pensar y situarse atrás sino adelante. Para Cáceres, la historia tiene otra ingeniería. El ingeniero Lopito Lago quiere construir una casa moderna, pero para eso pretende rendirse bajo el pájaro grandioso, que es el águila americana. Tomás Cáceres cree que se puede construir un destino, una casa ideal, siendo su propio amo. Finalmente, Cáceres concibe a Lopito como una traidor, unpitiyanqui. Y reafirma la nación puertorriqueña (68).
Finalmente, este personaje tan consciente de que actúa en un momento histórico, visualiza como un sujeto independiente: “diga usted a su general, que Tomás Cáceres actuará por su cuenta; que desde la hora y punto en que considero a ustedes invasores de mi país, responderé sólo a mis sentimientos de lucha y con procedimientos propios”(68). Tomás ha hecho referencia a dos tópicos del romanticismo: el suelo y los sentimientos. Esa defensa del territorio como defensa de la Nación o la Patria, es lo que lo lleva a considerar a Lopito como un traidor. Entiende que cada hombre hace su propia historia. Y tiene razón, en la obra de Hernández Aquino no existe un pueblo en lucha existen unas individualidades que sirven como alegoría de las ideologías del momento.
La Muerte anduvo por el Guasio es un texto que realiza una esperada visita a un espacio de la memoria de la Historia puertorriqueña: la invasión estadounidense de 1898. El texto presenta distintas visiones en las que se han fraguado las ideologías políticas puertorriqueñas desde entonces: el autonomismo, que se inició con España y sigue aún bajo Estados unidos, la corriente pesimista caribeña que postula la incapacidad de constituir naciones libres y busca el amparo en Estados unidos y la corriente liberal que desea la independencia para la Isla. Lamentablemente, esta obra escrita por un poeta y crítico literario de la dimensión de Luis Hernández Aquino, aparee relegada a la inedición y al olvido. Ella, como otras que se han difundido después [como La llegada de José Luis González (1980) y Seva (1983) de Luis López Nieves] son una muestra de la constancia en la revisión de la Historia y en explicarse por qué Puerto Rico sigue siendo una colonia, como dijo el escritor Edgardo Rodríguez Juliá. | maf, caguas, pr trabajosparafornerin@gmail.com


[1] En “Edgardo Rodríguez Juliá: 1. Crónica de  entierros, ficción de nacimiento” entrevista con Julio Ortega:Reapropiaciones: cultura y nueva escritura en Puerto Rico. Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1991, pág. 132.

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