domingo, 2 de diciembre de 2012

TRES POETAS CHILENOS


Tres poetas chilenos
William Faulkner desde su tumba
Jaime Valdivieso
Hoy escucho voces desde lejos
Leves pisadas que se acercan
Son los que caminan por el cementerio
Los que buscan a la muerte como amiga
Yo sé que en vida pocos me quisieron
Decían que era un borracho
Que salía a cazar con los negros
Me importa un carajo lo que digan
La mayoría de estos son los
Hipócritas protestantes
Que nada sabían de la vida
Y menos de la muerte.
Ya pueden irse al carajo
Y ocuparse de su propio culo.
Claro que seguí cazando con los negros
Y bebiendo whisky con ellos
No sólo me odiaban por esto
Sino por felicitar a un vendedor de diarios
Por decir que era comunista
Y tener el coraje de decir lo que era.
Se pueden ir tranquilamente al carajo.
En días pasado vino un joven
De un país del sur de Latinoamérica
Venía con su mujer y se sentó junto a mi tumba
Y habló en silencio
sobre mis libros y sus propios sueños
Que a él le bastaría dejar sólo
Unas pocas líneas
Que lo salvaran del tiempo y el olvido
No quería más que eso
Lo vi recogido sobre sí mismo
Como si estuviera hablándome
Más acá de mi muerte
Y sin pensar que yo lo escuchaba.
Pelambre
Carmen Berenguer
A mi madre
Mis gruesas hebras
salieron rudas y con ahínco porque tenían que nacerme
crines  a que domara mi estancia
No hubo peine que cardara a diario el desafío
de crecer la mata negra
Mis enredos en ondas cerdas ululando el viento
En temporales de húmedas marañas que al desenredarlas
la lluvia lloraba dentro
Mi peineta no entraría a mi selva negra
que ordenara su resistencia
a cualquier amarra que llevara
a mi vera
a mi chascona
Temprano estas mil cerdas
no arruinarían mis gruesos ondulados 
azabaches e irrespetuosos de una noche sin destino
fue esta mata invertebrada de revueltos azulejos huecos
de un ramaje postrero
Y su espesor una especie de orgullo
de ancestros originarios
Me lo gritaban a la vera del camino
India! con sorna perpleja de arrebatos
diurnos
Mis metálicas crinches iban más allá de su existencialismo
Metafísico, lejos del modernismo,
más bien parece un ramo decadentista 
El maltrato a mi pelo iba más allá  de su desacato 
a la obsesión de ser puro pelambre
o quién hendía un peine en mi revoltijo de noche
rabias ajenas en tal desenredo
Que de tanto encono me eché aceite de comer
a fin de desenredar la melancolía
que iba alojándose en el cuerpo
Y mirando mis cadejos de plata con cierto reproche
le unté linaza y cerveza para suavizar la melcocha
La loca del parque me lo manoseaba
como vieja callejera recitando un mantra
lindo!
lindo!
pelo!
pelo!
Con el tiempo me acostumbré a dar que mirar
Mis lijas torpes al perder las cejas y el incipiente bigote
que sin asunto se alisaba planchadito
sin asunto se encrespaba de arrebato
o era un Volcán eléctrico de lava ardiente
o un Arrayán Florido porque sí
al rato se ponía Ópalo porque no 
luego enrizaba el bosque y
ni un diente
un pinche
una amarra
libre caía la ramada en la siena
mamita hay piojos en mi pelo
muchos piojos
y me pusieron parafina 
dormí con la cabeza amarrada
que al prender un fósforo
habría iluminado la cuadra
mamita hay piojos en mi pelo
me echaron creolina
y dormí la noche con olor a baño de la plaza
mamita tengo piojos
y a la mañana al sol me sacaron 
cuatrocientas liendres y 
piojos
y piojos
caían al recipiente con agua 
mamita! Los piojos arrancaron por el cuello
mamita no quiero mi pelo
mamita no quiero ocuparme de mis crenchas
Y unas cerdas se enredaron en mis pies
danzando
danzaban
y danzan
y entonces el profesor ruso miró
mis rodillas
apuntó a mis rodillas
como prontuarios de vida raquítica
Furtivamente había huido la niña
y me había gibado ocultando mis mudanzas corporales 
hacia el despertar de la muchacha
Sin darme cuenta
mi cola de greda iba de un lado para otro
sin corpiño y sin refajo 
Mis tetas no eran tan crecidas como para no jugar a la pelota
con los puercos de la esquina
mis pies eran ligeros rápidos en danzas rusas
aquí debajo del ala de la iglesia de la calle
di patadas a las canillas de los cabros
Entonces me pasé la juventud en el cine de la cuadra
El cine de postguerra y mi pelo resentido fueron amantes de la imagen
Mientras veía desnudarse a la B.B. en
Y dios creó a la mujer 
Yo continuaba trenzando nerviosa tal desparpajo corporal
Mientras Sofía Loren y su hija
eran violadas en una iglesia abandonada
por una soldadera en Dos mujeres
yo estiraba alerta mis rulos en la oscuridad
y quedaron las mechas tiesas en la desesperación
Mientras veía cómo jugaba con los plumones de la burguesía
Marcelo Mastroiani en la Dolce Vita
yo me había cortado la trenza y comenzaba a copiar
la moda europea y gringa en mi gruesa pelambre subdesarrollada
y la compleja relación entre plancharlo y/o escarmenarlo
La distancia solemne entre el peinado gato ordeñado a punta que
saltara a mi cuello encima de la oreja
Y la alarma secreta de la noche una media la cubría enterita
pegadita al rostro la guedeja lisa
De qué les hablo de esta testera que es mi sorna
cuando me acompañaba larga la greña por las noches
ayudándome a esconder el rostro travieso a que me dijeran un día que
pelaba los dientes cuando soltaba el trapo.
El tiempo que sueña. Que soñamos que nos sueña
Elicura Chihuailaf
La Palabra surge de la Naturaleza
y retorna al inconmensurable Azul
desde donde nos alegra y nos consuela
Cuando la Palabra cree / imagina
    interrogarse
no es sino lo innombrado que la interroga
    para sacudirla
para desempolvarla, para intentar
    devolverle su brillo original
¿Para qué entonces el deseo
    de decirlo todo
si, como en un tejido, el Ahora
    –en el tiempo circular–
    existe y se completa
con las hebras del ayer y del mañana?
Así nos dice el tiempo que sueña
    que nos sueña. Que soñamos.

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