Atrapado en la pupila del jaguar lunes, 29 de abril de 2013 - 212 visitas a la fecha | ||
Con ilustraciones de Manuel Monroy, esta versión de "Ojo de jaguar", editada en 1999, llenó mis sentidos en más de una forma. Disfrutaba leyendo el libro una y otra vez, degustaba verso tras verso, acompañado por el aroma del papel y la tinta. Aquella pieza editorial constituía una fuente de placer continuo que hasta hoy día recuerdo con agrado. La siguiente etapa de mi lectura fue la captación del sentido del libro, de esos versos afilados, contundentes y cuya factura es en apariencia sencilla. Fue una de mis primeras lecturas cuando recién iniciaba el camino de la creación literaria. Y tal como me sucedió con Jaime Sabines, los versos de Bartolomé me sedujeron al grado de buscar imitarlos. La presencia de la Tierra (sí, con mayúscula), la evocación de los recuerdos y la naturaleza que se abre de par en par en cada estrofa, me hizo pensar en que recurrir a este estilo me comportaría un beneficio por demás grato, sobre todo pensando en entrar a algún certamen literario, de los que tanto abundan en nuestro país. Sin embargo, con el tiempo comprendí que esta naturaleza primigenia, por decirlo de algún modo, me rechazaba. El libro en sí me transportaba a sitios que jamás hubiera imaginado, pertenecían a Chiapas. Reconocí entonces que soy una bestia crecida en pavimento. Así pues, "Ojo de jaguar" pasó a engrosar la vastedad de mi pequeña biblioteca. En ese entonces veía imposible conocer al autor. Pertenecía a otro mundo, a un mundo de poesía y perfección que me estaba vedado por inexperiencia. II Años después, conocí finalmente a Efraín Bartolomé en una lectura de poesía. Sin mal no recuerdo, en la inauguración de la sala que ahora lleva su nombre. Leyó su poesía. Y esto cambió radicalmente mi visión en torno a su trabajo. ¿Cómo era alguien, en estos tiempos, capaz de evocar la idea del demiurgo, del sabio que convoca al pueblo a escuchar los designios de los dioses, a contar el drama de nuestros abuelos, quizá sus desventuras? Ese fue el Efraín que conocí como un sencillo espectador, un lector que se acerca al poeta del momento, que, al igual que Jaime Sabines, es una suerte de rockstar literario a quien la gente pide "otra, otra", y que llega a conocer sus versos más famosos. Al concluir esa lectura, me acerqué a Efraín con la edición aquella, guardada celosamente entre los estantes. Conservaba el mismo aroma, la misma esencia de las primeras lecturas. Seis años habían pasado desde entonces, y ahora, Efraín me obsequiaba una firma y sonreía de ver esta edición cuyo tiraje ahora solo pertenece a algunos coleccionistas de su obra. Entonces una parte de Efraín Bartolomé formaba parte de mi biblioteca. III Nunca pensé que, justo seis años después, compartiría la mesa con el poeta y con su voz en la que resuenan valles y árboles frondosos. Fue una tarde de marzo, en la que, invitado en complicidad por Robertoni Gómez y Rodrigo Ramón Aquino, amigos entrañables de Efraín, fue el propio poeta quien me invitó a presentar "Ojo de jaguar", en versión audiolibro. En cada una de sus ocho partes, Efraín lee con una certeza que pocos poetas tienen al afrontar su propia literatura. Y me doy cuenta de que "Ojo de jaguar" es uno de los títulos que más transformaciones ha sufrido en la literatura mexicana. Desde aquella modesta edición que los primeros comentaristas recuerdan, hasta estos discos, en los que Efraín Bartolomé lee puntualmente la totalidad de la obra, pasando por una edición pocket, que según me confesó el autor, es la última versión, quizá definitiva, de este texto canónico ya la poesía mexicana de la segunda mitad del siglo XX. ¿Pero, qué es lo que más me atrajo de "Ojo de jaguar" al releerlo en esta nueva versión? Quizá es descubrir que el trabajo de Efraín no es gratuito, y que tal parece que cada estrofa estuviera esculpida, que cada palabra estuviera hecha para ser parte de cada uno de los versos. IV En términos clásicos, se dice que la poesía debe cumplir tres condiciones básicas: la melopea (musicalidad), la fanopeia (imágenes) y la logopeia (sentido). Estas tres reglas se cumplen a cabalidad en este poemario donde confluye el ideario familiar, los caminos siempre misteriosos de la selva que abraza largamente a quien decide internarse en ella. "Ojo de jaguar" es esto. Un abrazo largamente deseado y fundido con la selva. La nostalgia de un Efraín Bartolomé, con una vida hecha fuera del primer terruño, el que lo vio nacer y donde los padres configuran la vida cotidiana. Donde el cadejo se come a los niños, se roba a las mujeres, pierde a los alcohólicos en el espino. Es volver a esa patria única, que parece extraviarse en sí misma, y presentarla ante la mirada del hijo, de ese pedazo único de nuestro cuerpo que habla, tiene conciencia, que debe alimentar las añoranzas. Es este volver y recobrar el edén perdido. "Ojo de jaguar" es la fuerza y el portento de esa suma recuerdos, con los cuales construye un mural de palabras que arden en su lectura y relectura. De una voz que es muchas voces. ¿Qué puedo aportar en torno a "Ojo de jaguar", tomando en cuenta que ha sido uno de los libros más comentados por la crítica especializada a nivel nacional? Quizá sirva mi experiencia como lector lego, que husmea en este libro convencido de que encontrará poesía, que tropezará con ella dando el primer paso. Y que logra su objetivo sin rebuscar demasiado. Convendría decir que proyectos como este, de darles la voz a los poetas, de entrenar su palabra y hacerla llegar a los oídos del gran público, debe tomarse en cuenta y decir, sin tapujos, que es fundamental para conocer nuestra cultura. Así con "Ojo de jaguar", escucharlo es ahondar en nuestras raíces, es recordar, como el pequeño Balam, que también la selva nos pertenece de algún modo, a pesar de ser animales de concreto. |
miércoles, 1 de mayo de 2013
ATRAPADO EN LA PUPILA DEL JAGUAR, Fabián Rivera
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