“Trancapalanca”: el homenaje de Élmer Mendoza a sus lectores y al escritor argentino Julio Cortázar Por: Mónica Maristain - mayo 11 de 2013 - 0:00 Fama, Foto del día, TIEMPO REAL, Último minuto - Sin comentarios Francisco Rodríguez / Cuartoscuro Ciudad de México, 11 mayo (SinEmbargo).- Una colección de cuentos y textos breves publicados en 1989 con el título de Trancapalanca, vuelve a ver la luz en nuestros días para dar testimonio de un homenaje perdurable: el que el escritor mexicano Élmer Mendoza realiza a su colega argentino Julio Cortázar. A tal punto es así que hay un cuento titulado “Instrucciones para controlar a un narcotraficante armado hasta los dientes” que parece extraído de De cronopios y de famas. “Eran los tiempos en que leíamos a Cortázar y a (Jorge Luis) Borges línea por línea”, dice Élmer en entrevista con Sin Embargo. “Hay mucho de ellos ahí, mucho del juego literario que proponían y que en mis textos llevo a la calle. Creo que hay un momento en la vida de un escritor que tiene que dedicarse a la experimentación y jugar con los sueños del modelo de escritor que quiere ser”, dice Mendoza, nacido en Culiacán en 1949 y cuya obra es expresión de uno de los autores más leídos y respetados en el México contemporáneo. “El autor en que me convertí requería de esa etapa en la que pierdes el miedo al lenguaje, a la creación de atmósferas, a los discursos dislocados y que lo que prevaleciera fuera lo lúdico, lo inesperado”, afirma. EL HOMBRE QUE LLORA EN UNA CORRIDA DE TOROS “Mientras un hombre elige el clímax de una corrida de toros para llorar la muerte de Cortázar, no habrá detective capaz de resolver el misterioso homicidio de Marlene Stamos, pues uno tras otro fracasarán por la inoportuna intervención del narrador. Un hombre vivirá una segunda vida en sus sueños, será escritor y alcanzará la gloria literaria, ¿obtendrá el Premio Nobel? Más que una carrera de 10 mil metros planos, atestiguaremos un duelo de fe entre un mexicano y un africano: uno con la virgen de Guadalupe, otro con un poderoso amuleto. Élmer será contratado para matar a Fidel Esperano, uno de los más influyentes y peligrosos capos, quien será sorprendido por una verdad que ni él imagina. Elsa María cometerá el error de detenerse en un restaurante de camioneros, al salir creerá que la persiguen. La misma noche, Lupe se enfrentará a Moreno en la pelea de box más esperada, ¿qué podrá impedirle a Lupe llevarse la victoria? Varios hombres despertarán con un mismo número en la cabeza, sólo uno de ellos correrá con suerte para llevar a casa, a toda costa, la codiciada serie –¿premiada?– de lotería”. Así presenta Tusquets la colección de experimentos literarios que dan vida a Trancapalanca y que en una decisión muy acertada de la editora Verónica Flores, ha sido publicado para mostrar a las nuevas generaciones el torso desnudo de un escritor que en forma generosa muestra sus trucos y operaciones, en un ejercicio que resultará sin dudas gozoso tanto para el lector habitual de Mendoza como para el recién llegado. “¿Qué puedo hacer y hasta dónde puedo llegar? ¿Qué es lo que traigo dentro de mí que puedo dar?”, fueron los sentimientos impulsores de esta concisa pero sustanciosa colección de textos donde el idioma es forzado hacia fronteras abismales con un garbo y una falta de prejuicios propios no sólo de un autor en busca de sus límites y potencialidades, sino también de un notable narrador que es definitiva lo que es hoy Élmer Mendoza. Foto: Especial Trancapalanca, más allá del tiempo en que haya sido publicado, marca un antes y un después en la percepción que tenemos del autor de El amante de Janis Joplin y Balas de plata, entre otras. Lo descubrimos poeta y lo intuimos un gran mago del idioma, virtud que explica de paso el lugar que ocupa como miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, así como del Sistema Nacional de Creadores de Arte y de El Colegio de Sinaloa. “Me agrada muchísimo cuando me entero cosas como que John Conolly publicó un libro para niños, al otro extremo de sus historias policíacas. Eso demuestra que un autor es muchos autores y eso tiene que ver con las influencias y los ejercicios que has tenido a lo largo de tu vida”, explica Élmer. “De todas maneras, la publicación de Trancapalanca me tiene bastante desconcertado, no sé lo que va a pasar. Supongo que a algunos de mis lectores habituales no les agradará nada este libro. Espero que me disculpen”, admite. - En cualquier caso, estos 23 textos constituyen una especie de homenaje al lector, en el sentido que muestran los mecanismos de un escritor. Sobre todo porque no creo que sea fácil ser escritor…ahora que todo el mundo escribe…¿no? - (risas) Por supuesto. No cualquiera puede ser escritor. Que escribas un cuento, que completes 10 páginas, eso no te hace escritor. Es verdad, es un homenaje al lector, es como decirle: – vamos a jugar, a pasarnos una tarde rica, disfrutando de estas historias, algunas de ellas disparatadas, pero que todas tienen que ver con algo más importante que es la literatura. - Julio Cortázar era uno de esos que desafiaban al lector - Esa es la formación que tengo y eso es lo que quiero en relación con mi obra. Por eso me la paso provocando. Incluso hay quienes dicen que al fin y al cabo no soy un autor de novelas policíacas, porque esperan encontrar en ellas un discurso más accesible. A veces no me perdonan los juegos literarios, pero creo que contribuyo con ellos a formar lectores nuevos, frescos y curiosos. - Superar la tentación de ser un autor cómodo, estático en su trono… - Nunca voy a ser un autor cómodo, nunca me voy a sentar en mis laureles. Un autor no tiene por qué ser concesivo. Tengo la fortuna de poder irme dentro de unos días a un encuentro de escritores policíacos a Mar del Plata, Argentina y luego me voy a otro que no tiene nada que ver con el género, donde también tengo cosas que decir. En todas partes me la paso muy bien, además. Mi formación de todos modos va más con el género de aventuras que con el policial. Escribir para mí es una aventura rica y pura y cuando lo hago, a menudo busco seguir un camino nuevo. Eso me permite mantenerme despierto siempre. - Lloramos por poca gente, pero mucho lo hicimos cuando murieron Julio Cortázar y John Lennon, ¿verdad? - Al menos yo he llorado por esos dos. Cuando murió Julio yo estaba en la Plaza México, en la única corrida a la que he ido en mi vida y de pronto se me empezaron a brotar las lágrimas de forma incontenible y cuando eso ocurre hay que dejarlas correr. Cuando murió Lennon, yo iba manejando un auto a las siete de la mañana…estoy partidos por esos dos sentimientos de pérdida. - El cuento “Más valen mitómanos por conocidos” parece una milonga argentina. Así que en un libro donde la presencia de Julio Cortázar es tan importante, bien vale que también se haga presente Jorge Luis Borges, ¿no? - Claro que sí. En el cuento, ellos fueron definitivos para mí. La verdad es que con Cortázar lo que me pasa ahora es que no puedo leer cosas de él sin ponerme a llorar, es algo que no puedo controlar. He leído recientemente De Cronopios y de Famas, que permite que mi cerebro vaya por donde quiera, y con eso más o menos puedo, pero con otras cosas no puedo. Tengo que poder un día, ¿no? Con Borges me pasa algo distinto: siempre es una provocación y siempre me sorprende. De pronto leo sus poemas y digo: ¡Esto no puede ser! Soy muy fan de (Juan) Rulfo, pero mi relación con él ha sido siempre como la del mal hijo con el buen padre. En cambio con Cortázar y Borges, leerlos es sentarse luego a reflexionar por horas, es pensar…
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/11-05-2013/616156. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX
No hay comentarios:
Publicar un comentario