Camus, el extranjero eterno
Albert Camus, en 1957, posando para un retrato. AFP
De haber vivido cien años Albert Camus, ¿seguiría siendo sin haberlo sido, como ese señor Meursault -protagonista de esa primera novela que le catapultó a la fama cuando apenas tenía 29 años-, pasivo ante la vida y la tragedia, escéptico frente a lo ético o lo universal?
No es que 'El extranjero', publicada hace 71 años, fuera una declaración de principios autobiográficos firmada por el mismo Camus. Se limitaba a retratar otros escenarios existenciales propios de épocas convulsas. Sin embargo, el argumento de la novela bien podría parecer el mismo por el que Camus, de alguna manera, fuera condenado a cierto ostracismo por sus propios contemporáneos, forzado a deambular sin parada en una u otra parte por una suerte de extranjería eterna entre el norte de las ideas y el sur de la pólvora y la emoción.
En 1945, desde el periódico parisino 'Combat', había denunciado enérgicamente las matanzas de Sétif. Charles de Gaulle -el mismo que elogiaba a Camus como un ejemplo de periodismo insobornable y libre-, había declarado el 8 de mayo el día para celebrar el triunfo sobre la Alemania nazi, una fiesta por la libertad que los musulmanes de Sétif se tomaron al pie de la letra. Salieron a la calle, entre otras, portando la bandera argelina, y la jornada acabó con un reguero de muertes que se sitúan en centenas entre los colonos, y en miles -se habla de cerca de 20.000-, entre los "indígenas", como los llamaban los franceses.
Precoz, rebelde y libertario
Su investigación y denuncia en la 'Miseria de Cabilia' -corazón de la resistencia contra el colonialismo francés-, publicada en el Periódico del Frente Popular unos años antes -y poco después de haber roto con el Partido Comunista por serias discrepancias-, había concluido con la prohibición de la publicación del diario, y la presión para que Camus no pudiera encontrar trabajo en Argelia, lo que le había llevado a Francia.
Camus, 'Pies negros' de nacimiento, precoz hasta en rebeldía, había posicionado su máxima existencial defendiendo que la literatura "no es servir a los que hacen la historia, sino a los que la sufren". Por eso, quizá, el comprometido peso de la intelectualidad de entonces, con Jean-Paule Sartre a la cabeza, no entendió que durante su discurso al recibir el premio Nobel de Literatura en 1957 -tres años después de que hubiera nacido el Frente de Liberación Nacional (FLN) en Argelia-, Camus no dijera nada acerca de esas víctimas de su historia más reciente, y sí condenara que el FLN recurriera a la lucha armada y los atentados para defender una "causa justa" usando "métodos injustos".
Alumbró, además, una frase que pasaría a la historia: "Si un día tengo que escoger entre la justicia y mi madre, escogeré a mi madre por encima de la justicia". Quizá sólo pensaba en su madre, activa usuaria del tranvía en Argel, objetivo habitual de ataques terroristas. Como quizá tampoco celebró en su día la victoria sobre Japón tras el lanzamiento de dos bombas atómicas al tachar la hazaña de "locura". Fue, para muchos, el perfecto epicúreo. Quizá.
Apenas tres años después de recibir el Nobel, Alberto Camus moría, una vez más, precoz, en un accidente de tráfico. Tenía 47 años. Dos más tarde, Argelia conseguía su independencia e inauguraba otra época negra de cuatro décadas en las que las divisiones entre dos facciones del FLN provocaron un golpe de Estado, primero, y una cruenta guerra civil entre Gobierno y diferentes grupos islámicos a partir de 1991, después de que la primera ronda de las elecciones fuese cancelada al saberse que ganaría el Frente Islámico de Salvación (FIS).
Camus defendía el derecho de cada ciudadano a elevarse por encima de la masa para alcanzar su propia libertad. Tenía sólo 22 años cuando escribió, en el ensayo 'El revés y el derecho': "En África, el mar y el sol son gratis". Lo único gratis. Quizá como hoy en día. Igual. O quizá, otra precocidad más vigente que nunca.
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