sábado, 6 de septiembre de 2014

ANTONIO GAUDÍ CORNET (1852-1926), Juan Bassegoda


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En la obra constructiva de Gaudí se percibe claramente la influencia de los modelos que tomó de la Naturaleza. Hijo de un artesano, sin antepasados arquitectos, dotado de un gran sentido de la observación al tiempo que de una ingenuidad casi infantil, fue capaz de ver, sin prejuicios ni deformaciones profesionales, toda la belleza y al mismo tiempo toda la utilidad de las formas naturales. Supo percibir la estructura, siempre funcional e inteligente, de los árboles, los cuerpos humanos o las montañas.
Comprendió que estas estructuras naturales, tan útiles y perfectas, se articulan con una geometría distinta de la que han usado siempre los arquitectos, la geometría del compás y la escuadra, creadora de formas abstractas inexistentes en la Naturaleza. Gaudí resumió su pensamiento en una sola frase: «Originalidad es volver al origen». En su caso el origen es la Naturaleza que viene ofreciendo maravillosas estructuras y bellísimas formas decorativas desde los más remotos tiempos.
Pero Gaudí buscó otro origen aún más remoto al entender que la Naturaleza es obra de Dios y de esta forma impregna su arquitectura de espiritualidad. «Yo no soy un creador sino un copista —solía decir— un copista de las más perfectas formas creadas por el Gran Arquitecto del Mundo».
La arquitectura de Gaudí se compone de amor a la Naturaleza en tanto que obra del Espíritu y por eso mismo no se inscribe en ningún estilo u orden. Es intemporal y libre de toda tendencia estilística. Muy acertadamente escribió el profesor Félix Cardellach Alivés, en 1906, que «Gaudí se mueve dentro de sus obras con una libertad sensata y admirable que supone la emancipación de todas las doctrinas dentro del imperio de la razón. No ha anunciado ni divulgado la nueva ciencia, vive lleno de conocimientos fundamentales y las leyes, en vez de perturbar su marcha, le sirven de instrumento y juguete de progreso».
El 25 de junio de 2002 se cumplieron 150 años de su venida al mundo, y de su bautizo en San Pedro de Reus al día siguiente.
En 1952, en el centenario del nacimiento, se fundó la Asociación de Amigos de Gaudí y se hizo la gran exposición que dio a conocer al mundo la obra de Gaudí. En 1956 se creó la Cátedra Gaudí, distinguida en 1986 con la Medalla de Oro a las Bellas Artes y en 1987 S. M. el Rey le concedió el título de Real Cátedra Gaudí.
También en el año del centenario J. F. Ràfols vio reeditado su libro de 1929 al que añadió un interesante capítulo titulado «Gaudí en 1952». En 1954 Bergós publicó su libro Gaudí, l’home i l´obra. Otras obras notables de entonces fueron los libros del profesor norteamericano George R. Collins en 1960 y el del italiano Roberto Pane en 1964.
Con ocasión del 50 aniversario de su muerte, en 1976, el Ministerio de Asuntos Exteriores organizó una exposición que dio la vuelta al mundo. Luego, la avasalladora fuerza de la arquitectura gaudiniana ha seguido creciendo de tal forma que en 1969 fueron declaradas monumento nacional sus obras, tres de las cuales en 1984 fueron inscritas en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Los libros, monografías y tesis doctorales se han publicado en todos los idiomas cultos y las visitas a Barcelona de los estudiosos, arquitectos o simples curiosos llenan constantemente la Sagrada Familia, el Parque Güell o la Cátedra Gaudí.
La profundización en los estudios, la búsqueda en archivos y el interés de cada vez un mayor número de estudiosos han incorporado nuevos conocimientos sobre el arquitecto y su obra, a pesar de la dificultad que supuso la destrucción de su archivo en julio de 1936 y el poco interés de Gaudí por explicar el sentido de sus trabajos. Se preocupó de construir y dirigir sus obras minuciosamente, con interés permanente y precisión absoluta, pero le importó muy poco que los demás conocieran sus principios, razones o símbolos. No quiso ir a París en 1910 cuando don Eusebio Güell presentó una magna exposición sobre Gaudí en el Grand Palais.
Estas investigaciones han permitido localizar obras y proyectos gaudianos que habían pasado desapercibidos a los estudiosos y averiguar facetas de su carácter conocidas a través de sus contemporáneos o publicaciones de su tiempo.
Por de pronto, a lo largo del año 2002 se han publicado numerosos libros, artículos y monografías. Se han preparado exposiciones en toda España y se han celebrado conferencias, cursos y seminarios en todas las universidades y entidades culturales catalanas y españolas.
Además, se sigue trabajando intensamente en el iniciado proceso de beatificación de Gaudí con testimonios escritos y hablados que demuestran su acendrado catolicismo y sentido moral y espiritual de la arquitectura que obró.
Se seguirá hablando y escribiendo sobre Gaudí pero, sobre todo, se reafirmará la creencia en la fuerte personalidad de este hombre que pasó por la vida dejando constancia de una sencilla, contundente y casi milagrosa manera de entender el arte que lo sitúa en la cumbre de la montaña arquitectónica que se eleva a caballo entre los siglos XIX y XX.
Es de esperar que su lección arquitectónica de buscar la inspiración en las admirables formas de la Naturaleza cale hondo en las nuevas generaciones de arquitectos y que su sentido moral y cristiano de la vida sea ejemplo para todos los hombres de buena voluntad.
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