El teatro de Peter Brook
Publicado por Tes Nehuén
La literatura es ficción y es realidad. Es un punto de inflexión donde la vida se cuela en nuestra realidad para volverla más cierta. La literatura es mucho más que una herramienta de la que disponemos para dejar constancia de lo que somos, es un universo donde vivimos y revivimos. Dentro de los diversos géneros, el teatro ocupa un lugar importante. Ubicándose entre el espectáculo visual y las letras, el teatro ha conseguido sobrevivir a lo largo de siglos: ofreciéndonos un espacio de entretenimiento a reflexión a los que amamos ambos géneros.
Peter Brook es uno de los referentes ineludibles del teatro de este último siglo, un hombre experimentado que ha sabido imponer nuevas reglas para este arte, buscando siempre la vitalidad sobre y en el escenario.
Revolucionar el teatro
Peter Brook nació en Londres el 21 de marzo de 1925 y es uno de los directores teatrales más famosos de habla inglesa: ha dirigido teatro, películas y óperas. Su capacidad para renovar toda aquella obra que toca lo han convertido en un referente ineludible del teatro de nuestro tiempo.
Para Brook representar una obra no es mostrar algo sino compartir algo. A simple vista puede parecer lo mismo pero no lo es. Mostrar es preparar una historia, presentarla y dejar que los espectadores se la lleven allá donde vayan pero esa repercusión no afecta a la obra misma, ni a los actores; en cambio, compartir es hacer una obra conjunta entre actores y público, conseguir que la obra se encuentre viva y se convierta en la única realidad del momento. Creo que a eso se refiere Peter cuando dice:
Sinestesia en el teatro
Recientemente, Brook ha estrenado en España “El valle del asombro” para seguir aportando sus conocimientos avanzados en el marco teórico del teatro y su firme pasión por hacer de la vida un teatro y convertir al teatro en la vida misma. Esta última obra se apoya en hace hincapié en la sinestesia.
En lingüística se conoce como sinestesia a una figura retórica que se crea combinando sensaciones opuestas, o mejor dicho relacionando una sensación a un órgano distinto del que puede percibirla. Por ejemplo, “El ruido amarillo de las hojas”: el ruido se percibe a través del sentido auditivo, no obstante en este caso se lo relaciona con la vista; por su parte, el color amarillo no puede hacer ruido. Otro ejemplo puede ser “Suave como un silbido de verano”, la suavidad es una textura que podemos percibir a través del tacto y no de la audición.
La sinestesia es un recurso sumamente utilizado en la literatura simbolista y modernista; autores como Quevedo construyeron valiéndose de ella todo un universo propio, materializándola en frases como “Escucho con los ojos a los muertos”.
Oír el color amarillo, tocar el dulce del azúcar, ver un do sostenido, … son otros ejemplos de sinestesia. Si bien para los amantes de las letras es un recurso maravilloso del cual podemos valernos para crear imágenes poéticas, en realidad es un desorden que padecen muchas personas y que les impide percibir el mundo de forma real; estas personas mezclan los sentidos y llegan a sentir de forma muy diferente al común de la gente. En su último trabajo Brook se acerca a ese mundo para explorar el funcionamiento del cerebro humano una vez más; previamente lo ha hecho con “El hombre que” y “Yo soy un fenómeno”.
El título de esta obra hace referencia a un poema époco de Farid Al-Din Attar que se titula “La conferencia de los pájaros” y que fue publicado en el siglo XII.
La pasión por entender nuestro cerebro
Brook siente una especie de fascinación-obsesión por la forma en la que funciona el cerebro. Está convencido de que ese trozo de carne controla todos los aspectos de nuestra vida (pensamiento, movilidad, emociones). Absolutamente TODO está ahí, como si en sí mismo fuera un mundo. No puedo estar en desacuerdo: ahí se gestan nuestros mejores logros y también nuestros fracasos; ahí decimos amar o quedarnos refunfuñando: TODO está ahí y creo que valerse del teatro para contratarlo de protagonista al hacedor de nuestra vida es una maravillosa forma de reflexionar sobre la vida.
Hablar de hacer teatro y de investigación es para Peter lo mismo: la vida consiste en una búsqueda constante de la verdad, pero no de la verdad como entidad suprema sino de la que cada uno lleva dentro que, después de todo, es la única verdad a la que siquiera podremos atisbar. Para él hacer teatro e investigar acerca de cómo hacerlo es parte de un mismo proceso, un proceso al que posiblemente podríamos llamar: vida.
Los que escribimos no entendemos exactamente la diferencia entre vivir y escribir; hacemos lo que hacemos para entender la vida y vivimos para poder escribir, es una relación en la que existencia y arte se retroalimentan, de la que no podemos desprendernos, y, posiblemente, la mayoría de nosotros ni siquiera lo desee.
Contra la tradición, a favor de la vida
Revivir las experiencias de otra época en la propia realidad; reescribir de mano de los actores, de la existencia, de la actualidad: eso es lo que hace Peter Brook y cualquiera de ustedes que se acerque a su trabajo comprobará que desde ese instante algo cambia en su interior. La mayor habilidad de Brook es llegar a nuestra mente y cambiarla; ayudándonos a abrirnos a posibilidades que creíamos imposibles o que ni siquiera contemplábamos.
Si les interesa su trabajo, no dejen de mirar este vídeo donde Brook ofrece preciosos enunciados en torno al teatro que seguramente nos servirán también a la hora de enfrentarnos a la escritura, a la lectura, a la vida. Soñar, escribir, actuar de eso se trata todo porque todo eso es la vida.
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