lunes, 27 de octubre de 2014

LA LETRA MUDA (ADELANTO), Juan Manuel Rivera

«La letra muda», de Juan Manuel Rivera. ADELANTO

La Letra mudaPortada final«La letra muda» [mediaisla], el polémico ensayo de Juan Manuel Rivera, pone de manifiesto el desplazamiento acelerado del español de los puertorriqueños por el idioma inglés pero –descartando toda actitud derrotista– se lanza a la búsqueda de una respuesta radical que pone de relieve la urgencia de un plan soberano de educación, mientras hace una defensa apasionada de la lengua y la literatura en español cuyos antecedentes brillan por su escasez.
Siempre apasionado y controvertible, Juan Manuel Rivera acaba de poner en circulación otro ensayo de provocación con el que intenta cuestionar la deriva que van tomando la cultura, la educación, la lengua y la literatura en Puerto Rico. Se trata de La letra muda. Réquiem por una biblioteca (mediaIsla, 2014). Según este aguijón crítico, las últimas décadas acusan un marcado desplazamiento del idioma español por el inglés en la Isla. Esto se evidencia, sobre todo, en cómo las generaciones más jóvenes comienzan en alguna medida a alejarse de la lectura en español, para hacerse lectores excluyentes del inglés y, en número menor, autores en esta lengua. Alcahuetes mayores de esta tendencia en auge son los colegios privados y, de manera especial, aquellos que están más conscientes de ser los mejores intérpretes de las aspiraciones clasistas de las pequeñas burguesías arribistas. Las implicaciones a mediano y largo plazo de este proceso en marcha son desastrosas para la cultura y la literatura puertorriqueñas. Y en ese punto es que la prosa de Rivera grita un ¡alerta! Si un golpe de timón no se produce a tiempo, el escritor puertorriqueño que todavía escribe en español correría el albur de quedarse sin eco cultural en su mismo país.
Los dos fragmentos que a continuación ofrecemos de La letra muda no recogen de manera explícita aquella posibilidad terrible. Sin embargo, como la parte y el todo no son nunca realidades autónomas sino piezas dinámicas que interactúan en una relación de mutua dependencia, es criterio del autor que sin una profunda transformación de la educación puertorriqueña (la parte) no será posible la reintegración del alumnado de la escuela pública y la privada a la lectura de su íntima alma. Y esto solo puede lograrse volviendo al alto aprecio que una vez se tuvo de las versiones que en palabra artística van dejando a la posteridad los hijos de la tierra, sin la ciega exclusión de otras experiencias literarias enriquecedoras.
 La letra muda (pasajes)
I
¿Cuán poderoso es ese axioma social sembrado en la conciencia de buena parte de la tribu; ese que dicta que la educación de calidad (con el idioma inglés de punta casi siempre) debe pagarse con creces, convirtiendo al humano en una fiera que defiende a muerte su lugarcito en la cima? Lo es en extremo. Es un imbatible dogma laico. Mire si lo es que las personas tenidas por muchos como las de más alta conciencia social en Puerto Rico (socialistas, marxólogos, independentistas, nacionalistas, feministas, ecologistas e izquierdosos sin banderas) todas o casi todas, envían sus hijos a estudiar a buenas escuelas (privadas): Colegio San Ignacio, Academia María Reina, Colegio Perpetuo Socorro, Colegio Marista, Colegio Puertorriqueño de Niñas, Colegio San José, Academia San Ignacio… que son centros docentes bilingües de alta reputación académica. A los colegios privados que tienen al inglés como vehículo oficial de instrucción: Baldwin School, Robinson School, St. Johns School, Commonwealth-Parkville School, Wesleyan Academy, tasis (The American School in Switzerland), Dorado Academy, Caribbean School, Colegio Ponceño, seso (Southwestern Educational Society)… son menos los hijos de «patriotas» y «subversivos» que concurren.[1]
Apunto un hecho: hay gente ‘progresista’ que, con escrúpulos morales o sin ellos, tiene sus hijos matriculados en escuelas para blanquitos. ¿No es así? Échele un vistazo al panorama y regrese para conversar este falso misterio. Pero, ¿hacen mal estos amigos, dueños de un aparato crítico más alto que el común de nuestros compatriotas? ¿Estarán incumpliendo con uno de los postulados centrales de la educación democrática, ese que dice que la educación tiene el deber de escudriñar modos de convivencia que promuevan la igualdad, en lugar de subrayar aquellos atributos subjetivos que tienden a ahondar el abismo entre las clases sociales, las ‘razas’, los géneros y los individuos?
Juan Manuel Rivera. FotoDespués de Gilberto Concepción de Gracia, un hombre de pueblo que se hizo abogado, ¿en qué escuelas públicas de Puerto Rico han estudiado y han enviado sus hijos a estudiar los principales líderes de los partidos y movimientos independentistas que hemos tenido en Puerto Rico? Haga una breve búsqueda. ¿Será un hecho totalmente fortuito que la mayoría (gigantesca) de los voceros oficiales del independentismo haya estudiado o haya enviado sus hijos a estudiar en academias elite? ¿Qué demuestra todo esto? Que la práctica social y la teoría no siempre marchan juntas, y a veces se contradicen. Que una cosa es hablar por las clases sumergidas y otra, distinta, es compartir sus afanes. Que también los independentistas hemos colaborado (por buenas razones, según nuestra hermoseada racionalización) con el proceso clasista que privatiza el saber y destruye la escuela del pueblo. Autocrítica: los independentistas también somos clasistas (y racistas), con el agravante de que, creyéndonos en infinidad de casos a salvo de ese mal, desarrollamos mecanismos de defensa tan formidables que terminamos creyendo que no tenemos siquiera que discutir la existencia de estas barbaridades en nuestra sociedad.
Nos equivocamos de cuajo. En el reconocimiento y eventual superación de estas verdades cenitales es que residirá en su momento nuestra ventaja política sobre el espectro político general de la colonia. Eso nos ha de salvar y, a la larga, nos dará el liderazgo ético-político para ayudar a liberar la conducta criminal que consiste en ser clasista y racista. Pero aquí no han de pagar justos por pecadores. Minoría dentro de una minoría mayor, algunos independentistas radicales han sido siempre los pioneros en la lucha contra el clasismo y el racismo. Pero ese «algunos» tiene que multiplicarse y hacerse pueblo en marcha. Si no, la extinción nos hará justicia. Seremos declarados no aptos para la lucha por la supervivencia.
¿En qué consiste la contradicción insalvable en la que amplios sectores de la izquierda han incurrido? Consiste en que Ud. no puede estar pagando miles de dólares o euros de matrícula en un colegio clasista y, al mismo tiempo, alegar que está abogando por una cultura democrática e igualitaria en su País. ¡Marifinga! En el momento mismo en que Ud. o su pareja matricularon a sus hijos en una academia excluyente, en ese mismo instante Ud. comenzó a adoctrinarlos en el clasismo. Con su actuación validó Ud. el apartheid social del que somos víctimas y verdugos al mismo tiempo. Validó el control de la sociedad por una minoría privilegiada fraguada en las aulas del favoritismo que, luego de repartirse solita el pan de la mejor educación, habrá de repartirse solita también los réditos producidos por la sociedad. Es decir, será dueña exclusiva de la llave maestra que da acceso ilimitado a la restringida puerta del poder.
Si usted es persona de izquierdas, séalo de verdad. No se mienta a sí mismo. Acepte sus contradicciones, pero no se quede varado ahí. Resuélvalas de forma saludable. Haga todo lo que esté a su alcance por fortalecer la escuela pública[2]. Y dé el ejemplo: haga de ésta el “Alma Mater” de sus hijos y nietos.
Sí. Puede que la pequeña burguesía progresista que pretende algún día dirigirnos esté incumpliendo con sus promesas sociales, pero lo cierto es que no hay respuestas simplistas a este interrogante, ni juicios de valor que lo resuelvan de forma satisfactoria. Por lo menos yo no tengo el monopolio de la verdad en nada, ni respecto a tan urticante problemática. El asunto es fieramente debatido y nada fácil de dirimir, viviendo (como vivimos) en una sociedad muy desigual y clasista (antidemocrática) en la que ‘todo el mundo’ quiere lo mejor para sí y para los suyos de forma muy desinteresada.
El asunto no es fácil de resolver porque, en primer lugar, está el hecho de que no toda persona apodada ‘progresista’ lo es más allá de ciertos parámetros. Dicho en términos concretos: no toda persona progresista en sus reflexiones, es radical / revolucionaria en su práctica social. La contradicción, no resuelta en la praxis, paraliza sus promesas porque se dice una cosa y se hace otra.
En segundo término, la decisión de enviar a una criatura a una determinada institución educativa atañe con frecuencia a más de una persona. Se trata de una decisión compartida, en equipo. En este punto pueden aflorar diferencias no siempre manejadas con diálogos de paz y armonía. Es que no toda persona progresista tiene como pareja tradicional o consensual, heterosexual o guei, a otra persona progresista de igual o mayor conciencia/militancia social. Entonces ¿qué hacer?
II
En la actualidad, nuestra Isla no alcanza los niveles mínimos que trazan como «aceptables» los organismos locales e internacionales dedicados a evaluar el aprovechamiento académico. Si antes de 1970 nuestro rezago, comparado con los ‘países punta’, era preocupante, ahora —semejante a la brecha en ingresos que se abre entre las clases pudientes isleñas y las clases desheredadas— ese rezago es abismal.
La letra muda. gemEn un plan estructural de mejoramiento a largo alcance, pero que tendría que comenzar a operar de inmediato, es urgente que las Facultades de Educación de todas las universidades vayan subiendo los índices de entrada[3] o promedios académicos de admisión de manera gradual pero sostenida hasta lograr que (en un plazo razonable de unos 10 ó 15 años) sus requisitos no sean inferiores a los exigidos por las más exigentes facultades académicas del País. Pero para que esta propuesta surta efecto, el Estado tendría que firmar un compromiso final y firme con la sociedad para ir subiendo, al mismo tiempo que suben los requisitos de entrada, la compensación material del maestro. Ese compromiso tendrá que ser sostenido hasta convertir al profesional de la educación en elempleado de servicio público mejor pagado (y mejor instruido) del País.
¿Por qué el maestro debe ser el profesional mejor pagado y el mejor instruido?
  1. Porque en la educación está la llave del desarrollo y la calidad de vida de cualquier sociedad; y estando nuestra economía en quiebra, más urgente resulta este reclamo.
  1. Porque la profesión magisterial tiene que ser tenida muy en alto, tan en alto como la que más. ¿Cómo vamos a exigirles más a los maestros y les vamos a ofrecer menos compensación material? Los maestros son los encargados de educar a los futuros policías, abogados, enfermeras, ingenieros, arquitectos, médicos, contadores, políticos, empresarios, científicos, poetas, pintores, músicos y… a los propios maestros. Y ¿qué clase de profesionales puede lanzar al mercado laboral un país cuya enseñanza se encuentre a ras del piso? ¿Qué calidad de vida transpirará una sociedad cuya educación es bagatela?
Mediante un pacto bien elaborado entre las universidades privadas y la universidad pública, dirigido al objetivo específico de mejorar la enseñanza desde las raíces, podemos dar el primer paso. Para este propósito el Estado tendría que investir de poderes al Departamento de Educación para (en conversación con todas) determinar el índice académico mínimo que tendría que tener un aspirante a maestro que quiera entrar en sus facultades de educación, así como para sugerir, orientar y ayudar a elaborar el currículo y las metodologías que éstas deberían adoptar. Como este proceso de urgente aplicación ha de tocar aspectos sensitivos: constitucionalidad, leyes, reglamentos, libertad de cátedra, autonomía universitaria… se sugiere gran prudencia al intentar fraguar ese contrato social indispensable y anhelado por todos. En ese pacto está cifrado el porvenir de nuestro desarrollo; y, siendo así, nada debe impedir que ese pacto se logre.
De no llegarse a ese acuerdo precioso (un ideal supremo) esbozado solo a grandes zancadas en las líneas anteriores, entonces al Estado no le quedaría más opción que legislar para que los candidatos al grado de maestros tengan que revalidar para ejercer sus funciones, otorgándole a la Facultad de Educación de la Universidad de Puerto Rico (una institución pública) la encomienda de preparar un adecuado «examen de reválida». Punitiva como parecería la idea de la reválida, no debe ser jamás la primera opción. Será, más bien, un recurso de última instancia, temporero, en lo que el pacto social va cuajándose. Confiamos en la capacidad articuladora y auto-reguladora del proceso, sin necesidad de injerencias impositivas externas. Pero, por experiencia, sabemos que no todo lo bueno es a veces posible debido a la existencia de intereses egoístas que tienen algún poder para sabotear grandes proyectos. Siempre habrá escollos que superar; y eso no es nada descomunal. Es solo un precioso reto.
Supongamos que lo menos bueno ocurre y se llegara a un tranque temporero en el que se vea la necesidad de legislar la reválida. En ese caso, el candidato a profesor que no aprobara ésta, no podría ejercer su profesión en ninguna escuela pública de la Isla, dejándole a las privadas la opción de contratarlo.
Por fuerza de las circunstancias y aunque a tropezones a veces, la utopía de un nuevo modelo de país ha de ir emergiendo. Una vez independizados del fulgor que ciega (los narcolépticos fondos federales que tantas ilusiones sembraron y tanto mal han hecho), el pueblo de Puerto Rico será el único juez de su proceso educativo. El organismo acreditador de las escuelas o facultades de educación dejará de venir de afuera. Este organismo de nueva creación estará conformado por filósofos de la educación, administradores escolares y conocedores de la pedagogía, en su inmensa mayoría puertorriqueños residentes en la Isla. Este organismo será el encargado de determinar qué escuelas de educación están cumpliendo con los requisitos de excelencia trazados por el Comité Acreditador, y cuáles están en precario. Estas últimas pudieran perder su acreditación si no se pusieran al día con los altos estándares establecidos por el nuevo mecanismo evaluador. Una vez perdida su acreditación, los egresados de estas facultades no tendrían acceso al examen de reválida que los licenciaría como maestros; y, por lo tanto, éstos no podrían ser contratados para ejercer su profesión en las escuelas públicas de Puerto Rico.
Como (debido a la emigración, el envejecimiento paulatino de la población y la reducción de la natalidad) la tendencia actual es a la baja en la matrícula escolar (hay menos niños a los cuales servir), esto hará innecesaria la construcción descabellada de nuevos planteles en el futuro cercano, insistiéndose en la buena preservación de las escuelas existentes. Esto proporcionará un ahorro sustancial de fondos, que pudieran ser utilizados para otras urgencias escolares; entre éstas, el alza del salario del maestro.
Por otro lado, el nuevo panorama que afrontaremos mañana hará bajar a su vez el número de alumnos por sesión, lo que propiciará un alza sensible en el aprovechamiento académico, haciendo de la educación pública una cada vez más individualizada. El incremento en el costo (por alumno) de la docencia, debido a la baja matrícula y el alza salarial pautada de forma escalonada, se verá compensado por otra parte con la baja (programada) del número de plazas de maestros disponibles. En el futuro casi es seguro que habrá menos maestros. Pero… Como el salario promedio del profesor será bastante elevado en comparación con el de otros profesionales, las bases materiales para una jubilación o retiro digno estarán mucho más aseguradas que en el presente.
La letra muda. gamContrario a lo que sucede hoy día, muchísima gente querrá ser maestro en el futuro por válidas razones: las condiciones de trabajo serán mucho más alentadoras, las salas de clase estarán menos sobrepobladas, los sueldos de los educadores serán más jugosos, y pensar en la jubilación dejará de ser una pesadilla. Pero bueno es que se sepa desde ya: cuando la reforma radical esté en su apogeo, no todo el mundo podrá ponerse la toga de educador porque, para serlo, todo candidato a profesor tendrá que pasar por el fino cedazo inexistente hoy.
Aunque los buenos salarios serán un atractivo extraordinario para ser maestro, los altos requisitos para la admisión (y de graduación) a las escuelas de pedagogía, el alza en las exigencias académicas de estas facultades y el refinamiento progresivo del examen de reválida (hasta que dure este requisito) harán las veces de una criba: un mecanismo de control que impedirá el desborde de ofertas de plazas de maestros. De este modo, habremos cambiado drástica pero eficientemente un régimen pedagógico costosísimo, anárquico e inservible como el actual, donde los recursos se desperdician y el producto final es muy pobre. En su lugar habremos levantado con orgullo un sistema ágil, económico, descentralizado, con maestros más cultos, en el cual casi todos los recursos destinados al Departamento estén puestos en mejorar la calidad de la enseñanza, puntal del desarrollo solidario y sustentable.
[1] Se ha observado que muchísimas escuelas privadas organizadas por iglesias evangélicas o «protestantes» tienden (desde su mismísimo nombre) a privilegiar el inglés sobre el español. Serán, con aspavientos, Christian Schools, centros semi inconscientes de adoctrinamiento religioso y político que trabajan por la anexión a unos valores importados que llegaron aquí después de la barrida conquistadora de 1898.
En cuanto a los nombres que se les imponen a las instituciones del País es bueno señalar que en las últimas décadas ha habido una epidemia de anglofilia aquí. Muchos de los hospitales y otros centros de servicio de la Isla han sido rebautizados con etiquetas foráneas. Ya no quedan hospitales municipales ni regionales. Ahora casi todos se llaman Doctor’s Center o algo similar. A pesar del argumento que se empeña en probar que lo que sucede en Puerto Rico es similar a lo que acontece en otros lugares, tenemos que decir que no hay un solo país iberoamericano que tenga tantos rótulos en inglés como los tiene el nuestro. En una rápida ojeada al periódico, en un minuto, he coleccionado los siguientes nombres de negocios y corporaciones inscritos aquí: Lutgardo Tax Advisors, Solution Accounting, Inc., Air Master, Meet Puerto Rico, Los Brujos Culinary Team, The Master of Cuisine, The Savory Team, Boulevard Funeral Levittown, Borinquen Memorial Funeral Home, Los Angeles Memorial Park, Puerto Rico Baseball Academy & High School, MBTI Business Training Institute, Plaza Refractive Laser Center, San Jorge Children Hospital, Roberto Rodríguez Enterprise, Inc. …
[2] La prensa escrita da cuenta de que los colegios privados, aun siendo de número menor en Puerto Rico (comparados con la escuela pública), ya en 2014 son la fuente principal de reclutamiento del estudiantado que nutre a los tres campus más notorios de la UPR: Río Piedras, Mayagüez y Bayamón. El elitismo clasista avanza a enormes zancadas. Es alarmante. Su triunfo definitivo significará que el pueblo de Puerto Rico estará en unos años brindando educación casi gratuita para las elites que pudieron enviar a sus hijos al colegio privado, y ha comenzado a dejar de ser el servidor mayor de la educación superior de los hijos del «pueblo». ¿Se convertirá la universidad del Estado en breve plazo en un baluarte académico solo para «blanquitos»?
Resulta una contradicción y un cinismo que la mejor universidad del País eduque de gratis o reserve las matrículas más módicas para los hijos de las clases pudientes, sector social que a la corta o a la larga va a propiciar (porque puede pagar) que la UPR vaya subiendo los costos de matrícula y dejando fuera a más y más estudiantes de bajos recursos. Así, de ser una universidad de alta calidad y costos muy modestos, la UPR pasaría a ser una universidad (casi) exclusiva para la burguesía y la pequeña burguesía anti-nacional que nos desgobierna.
[3] También ha de haber índices o promedios académicos de salida.

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