miércoles, 29 de octubre de 2014

VIAJAR ES DIBUJAR EL MUNDO CON EL CUERPO, Alberto Ruy Sánchez

VIAJAR ES DIBUJAR EL MUNDO CON EL CUERPO

... embriagarse de luz. Viajar es el de ser otro en otra parte. Y allá de nuevo, desear...
ALBERTO RUY SANCHEZ El autor es poeta, narrador y ensayista. Su libro más reciente es la novelaElogio del insomnio, publicada por Alfaguara (FOTO: NINA SUBIN )

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ALBERTO RUY SÁNCHEZ
| DOMINGO, 26 DE OCTUBRE DE 2014 | 00:10
Esa dimensión humana que es la búsqueda del viaje como experiencia vital, no violenta, no forzada, sigue siendo una pregunta vital que cada quien responde a su manera.Paul Eluard, el poeta de la lucidez apasionada, aconsejaba: "Recorre el campo como un relámpago. Extiende tus manos sobre otros rostros sin razón alguna. Conoce lo que no es tu imagen. Duda de ti, conoce la tierra de tu corazón, que germiné ahí el fuego que te encienda". En su poema "Eres más bella que el cielo y el mar", el escritor Blaise Cendrars decía: "Cuando amas tienes que partir el mundo entero te espera". Baudelairecomienza su poema El viaje afirmando que "Para el niño, enamorado de mapas y grabados, el universo es del tamaño de su inmenso apetito". Los tres ven al viaje como alimento indispensable de la pasión humana. Los tres son poetas, piensan y sienten como poetas. Pero no es muy diferente la experiencia primordial de otros, escritores o no. Hay un instante de la experiencia de viajar en el que todos nosotros, de cualquier edad u origen, de cualquier oficio o género, podemos sentir ante otras personas, otras culturas, otra forma de belleza. El flechazo del viajero.Joseph Kessel, uno de los más lúcidos viajeros del siglo XX, en uno de su libros de juventud, donde relata su inquisitiva visita a Siria, se pregunta por qué insistir en relatar un viaje cuando existe una imposibilidad real y poderosa de contar lo que se ha vivido y además hacerlo después, cuando ya no se está bajo el fuego lento e intenso del viaje. Él se responde: "¿Cómo dejar de escribir y hablar de lo que se ama". Su libro es el relato de un esfuerzo por comprender, el viaje como desciframiento pausado, imposible pero nunca abandonado. Un trayecto de dudas iluminadas. Es interesante pensar que esa necesidad de narrar con inmediatez la experiencia de viajar tiene en los medios contemporáneos del Twitter y de la fotografía difundida en redes, una solución parcial, aventurada, balbuciante. Queda siempre el problema de no poder hacer dos cosas al mismo tiempo, o hacerlas de otra manera, mirar y fotografiar, escuchar y hablar o tuitear por un instante se contraponen, por otro se ayudan, se transforman. En otra ocasión mostraré las crónicas de viaje que he hecho en Twiiter. Ahora comparto las reflexiones sobre el viaje que me han brotado en el camino y he difundido en redes:
En Vietnam dicen con palabras de dos sílabas y doce vocales distintas que viajar es despertar de pronto en otra parte con la boca llena de una lengua desconocida.
Viajar es abrir los ojos en dos lugares al mismo tiempo. Viajar es tener hambre y antojo de lo de aquí y de lo de allá, y descubrir con asombro lo que nunca has probado.
Aquí, en Hoi An, el tiempo del viajero se mide por bocanadas de aire debajo de las suelas. Se necesitan más para subir montañas y menos para bajarlas. Más o menos mil suelas levantadas forman una noche y cada veinte ocho mil suelas la luna se llena.
Viajar es dibujar el mundo con el cuerpo. Con pasos lentos o acelerados, con líneas gruesas o delgadas, con colores o claroscuros.
Añorar un destino incierto, un nombre iluminado en el mapa, palabras nuevas acariciando el oído: amanecer allá.
El viaje, aquí y allá, es una llama en movimiento. Y viajar es sentir su llamado, como los insectos cuando van hacia la vela. El viaje, para mí, comienza cuando ese fuego incierto que abre la mirada a lo nuevo se apodera definitivamente de mis sentidos. Viajar es hipnótico: se hace a través del cuerpo de la noche, soñando con los ojos abiertos.
El viajero es un colibrí con hambre, alas de colibrí su mirada.
Cuando viajo vivo dos insomnios que se enciman, se acompañan, comparten descubrimientos, se aman a ratos, discuten, gozan. Viajar es el placer vertiginoso de descifrar todo lo nuevo, aprender, preguntar, perderse, reencontrar.
Viajar es conocer a mucha gente y a veces es una soledad muy poblada. Viajar, con el propio reflejo en la ventana, es mirar del otro lado del espejo y entrar en él. Viajar es trazar un atlas del alma.
Viajar es erupción, es canto, es trote ajeno. Ritual de religiones desconocidas. Ciudades que descifrar, lugares que pronunciar por primera vez y para siempre dentro.
Viajar es entregarse con fe, no ciega sino con inocencia visionaria, a eso que podemos llamar la gracia de un lugar. Viajar es, algunas veces, regresar muy poco a poco. Pero siempre con una parte del mundo grabada en la piel. Cicatriz que al atardecer cosquillea.
Hacer del desplazamiento gozoso una manera de estar en la vida, una poética. Porque viajar es lanzar un puño de tierra al aire y escuchar cómo cuenta una historia.
Viajar: embriagarse de luz. Entregarse al viaje, a ese agitado misterio que respira.
Viajar es el deseo de ser otro en otra parte. Y allá de nuevo, desear...

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