lunes, 27 de octubre de 2014

RETRATO DE DYLAN THOMAS. Edgar Aguilar


Edgar Aguilar
El joven Dylan. Foto: www.poets.org
 
Dylan Thomas poeta
De cuando en cuando –es decir, al correr de los años o de las décadas– surgen personajes que, gracias a su inusitada creatividad, logran acceder a una nueva forma de interpretar el mundo: generalmente, el mundo de las sensaciones, en donde lo onírico y lo simbólico han de manifestarse en toda su complejidad y cumplir una función reveladora.

El poeta galés Dylan Thomas (Swansea, 1914-Nueva York, 1953) pertenece justamente a este género de espíritus libres que acaso sólo perciben el mundo a través del lenguaje. El lenguaje avasallador que a su capricho parece abrazar cuanto le rodea: cortezas de árboles, escarpadas colinas, pájaros chirriantes, nubes multicolores y el mar extendido a sus pies. Un exuberante cuadro polifónico, milagro no de la naturaleza en sí misma, sino de los sentidos del hombre que sabe ver y admirar extasiado.

Poeta bucólico, ciertamente. Las fértiles tierras de Gales en su paradisíaca majestuosidad. Pero también –como todo bucólico– poeta bufón, soñador, parlanchín y muy dado a la bebida. Empero, no podemos hallar correspondencia donde no la hay: al mismo tiempo uno piensa en su aspecto infantilizado y casi, diríamos con igual ligereza, bonachón, sobre todo en los últimos años de su agitada vida.

La complementariedad entre su “oficio o ceñudo arte” y su persona habrá de vislumbrarse en su poesía. Esa poesía grandilocuente, repleta de sonidos en donde las antiguas voces celtas de una “nación musical” se dejan entrever en un auténtico soliloquio. Guiño sonoro en la candente sonoridad de la palabra hablada, que le cautivará desde niño. Poeta metafísico entonces, además. ¿No es el sonido, como la luz, uno de los ejes fundacionales del tiempo y de la primera imagen que tenemos del mundo? ¿No es por consiguiente el sonido la invención primigenia de la arcaica naturaleza?

Es el festivo y dramático, oscuro y rebosante poeta de los Collected Poems 1934-1953 y de hermosos poemas como “Fern Hill”, “La mano que firmó el papel derribó una ciudad”, “Este pan que parto”, “Poema en octubre”, “Visión y plegaria” o “La luz penetra donde no brilla el sol”. Es, asimismo, el genial poeta humorista de Bajo el bosque lácteo (Under Milk Wood, guión radiofónico escrito para la BBC y publicado póstumamente en 1954, aunque existen extraordinarias grabaciones con la atronadora voz de Dylan Thomas como primera voz y el Reverendo Eli Jenkis): jocosísimo “juego de voces” en donde los excéntricos habitantes del pueblo de Llaregyb (contracción invertida de Laugharne, lugar de trabajo y reposo de Dylan Thomas) han de resucitar de las profundidades del sueño, para luego dialogar acaloradamente entre sí o entonar deliciosas “cancioncillas” galesas.


Dylan Thomas narrador
La prosa de Dylan Thomas rezuma poesía. Si nos atenemos a ciertos relatos comprenderemos de manera in-mediata que ese lenguaje tan suyo aplasta categóricamente la historia a contar. Piénsese en cuentos como “The Tree” (“El árbol”), “The Lemon” (“El limón”), “The Orchards” (“Las orquídeas”, y en algunas traducciones como “Los huertos”), “The Mouse and the Woman” (“El ratón y la mujer”), “A Prospect of the Sea” (“Una visión del mar”), “The Map of Love” (“El mapa del amor”), “In the Direction of the Beginning” (“En la dirección del comienzo”) y, finalmente, “The Dress” (“El vestido”). En ellos, el lenguaje alcanza momentos verdaderamente apoteósicos, como salidos desde el púlpito de una iglesia galesa, Biblia en mano, y nos conmocionan en una experiencia cual religiosa, pero pierden en originalidad, simplicidad y efectividad temáticas. No así los excelentes relatos “After the Fair” (“Después de la feria”), “The Enemies” (“Los enemigos”), “The Visitor” (“El visitante”), y “The Followers” (“Los seguidores”). Aunque poéticamente concebidos, nunca perdemos de vista la historia que subyace en su sólido caparazón ni su persistente misterio.

Adventures in the Skin Trade(Con distinta piel, 1955) es, a pesar de ser una pieza inconclusa, una obra sumamente lúdica que se publicó por entregas. La apreciamos por ese personaje sobrada y sabrosamente thomasiano: el ingenuo e hiperbólico Samuel Bennet, quien se trasladará a Londres (el Gran Basurero, como le llamaba despectivamente Dylan) para probar fortuna como periodista. Este joven “del dedo en la botella de cerveza” representa en mi opinión la filosofía más decantada en Dylan Thomas: el valerse de lo exterior para reafirmar lo que interiormente acontece en cada uno de nosotros. Si lo exterior es demencial y caótico, por lo tanto nuestra mente y nuestro cuerpo sufrirán una especie de simbiosis y alteración. No obstante, si lo analizamos con más calma, los fortuitos y disparatados encuentros con el viejo míster Allingham, el desenfadado Georg Ring, la tiesa y opresiva mistress Dacey y su alocada hija Polly, sospechamos que más bien son fruto de la cabeza no menos trastornada de Samuel Bennet y su portentosa imaginación.

Mucho más familar a nosotros es Retrato del artista cachorro (1940). Cálidos, transparentes y amenos, los cuentos aquí reunidos evocan con profundo cariño y soterrada malicia los años de infancia del poeta en su ciudad natal, Swansea, y sus verdes alrededores, en los que retrata a la gente en su sencillez y cotidianidad. Es de notar el cambio de tono narrativo que emplea Dylan Thomas en los cuentos de El mapa del amor con los del Retrato del artista cachorro, y con lo que posteriormente escribirá durante y después de la guerra (alrededor de 1941 y prácticamente hasta su muerte): guiones para la radio y el cine. Así, Dylan Thomas entablará una curiosa relación entre su poesía, compleja y recargada, y una prosa más atractiva y pulcra para ser vista y oída por el gran público.


Dylan Thomas guionista
Dylan Thomas escribió un número considerable de guiones de radio para la BBC y otro tanto para cine (la mayoría inconclusos y en general adaptaciones de obras literarias), principalmente para la compañía británica Strands Films o la productora Gainsborough, durante su irregular estancia en Londres. De sus guiones para radio el más importante es el ya mencionado Under Milk Wood. Pero, ante todo, es un estupendo poema a varias voces. De sus guiones de cine nos interesa comentar sólo dos, por parecernos los más originales y en cierta medida opuestos, como opuesta y contradictoria es la fascinante personalidad de Dylan Thomas: El doctor y los demonios (1953) y Las hijas de Rebeca (1948).

El doctor y los demonios es un espeluznante relato basado en hechos reales, y a su vez basado en un cuento de Donald Taylor. Se da cuenta de los asesinatos cometidos por Fallon y Broom, quienes abastecen de cuerpos el anfiteatro médico del doctor Thomas Rock, maestro de anatomía. La historia transcurre en el Londres (el Londres de Dylan Thomas siempre es un sitio réprobo, maloliente y lleno de seres desquiciados) del siglo XIX, cuando la ciencia de la anatomía contribuía “a la gran suma de todo el Conocimiento, que es la Verdad, la Verdad entera de la Vida del Hombre sobre esta tierra giratoria”.  

El texto es sencillamente un prodigio literario resuelto con maestría por su autor. En él percibimos que Dylan Thomas manejaba a cabalidad y con toda soltura el lenguaje del cine (las acotaciones en la cinta de 1985 se siguen al pie de la letra). El ambiente (el anfiteatro, los callejones y callejuelas, el mercado, las tabernas) es sórdido, tétrico e inmundo; los personajes son grotescos –a veces risibles–, banales o refinados, según su procedencia social; los diálogos, ágiles y moderadamente poéticos. La obra es particularmente extraña y nos deja una sensación de creciente angustia.

Por su parte, Las hijas de Rebeca es una muy bien lograda y entretenida novela de aventuras con tintes románticos. Aunque ideado originalmente el texto como guión de cine, Dylan Thomas, a quien le fastidiaba por lo común este tipo de encargos, elimina todo detalle técnico, indica someramente la dirección de la cámara y las escenas son marcadas en una línea al inicio de cada capítulo. Es interesante ver cómo logra con esta economía de recursos la evolución de la trama: un joven noble galés se convierte de pronto en líder (“Rebeca”) de un grupo de rebeldes, quienes deciden destruir los peajes que impone a los campesinos un grupo de terratenientes. La notoriedad consiste en que las “hijas” (cumpliendo un “mandato” bíblico) se disfrazan de mujeres y se pintan el rostro de negro. Lo que más sorprende es la habilidad de Dylan Thomas para escribir este tipo de historias.


Todos son uno mismo
Hemos omitido intencionadamente rasgos biográficos de Dylan Thomas. Ya se sabe de la afición de Dylan Thomas por la bebida y de su conflictiva relación con su esposa Caitlin. Se desconoce sin embargo gran parte de su legado artístico. Su poesía se ubica en los terrenos más altos de la lengua inglesa de todos los tiempos. La deuda (y reciprocidad: Dylan Thomas solía recitar, generalmente ebrio, poemas de Neruda) que le tiene la poesía hispánica es significativa (Vicente Aleixandre, Lezama Lima, Álvaro Mutis o José Luis Rivas, por hacer un mínimo cálculo). Su prosa es por momentos ardua pero las más de las veces jovial y precisa (aquí habría de considerarse también su amplia correspondencia). La versatilidad de sus guiones para la radio y el cine hace de él un autor moderno y camaleónico. El conjunto de su obra, aún por descubrir, ha empezado a trascender más allá de su corta y prolífica vida.

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