lunes, 20 de octubre de 2014

ENTREVISTA CON CARLOS ARELLANO, Porfirio Miguel Hernández Cabrera



Foto Ludwin Cuevas. Fuente: Poblano.mx
El maestro Carlos Arellano (México, DF, 1957, pero “poblano por adopción”) es uno de los más vitales cantautores mexicanos independientes. A contracorriente del difícil medio musical, empezó a componer y a cantar sus rocanrolas y a moverse en los ámbitos de la marginalidad. Ha continuado creando su obra y luchando por difundirla entre quienes estén dispuestos a escuchar una alternativa alejada del simplismo y del comercialismo del gran circuito musical mexicano. A propósito de su primer disco, José Agustín escribió: “Con el brío del grupo o con los acordes de su lira, Carlos Arellano ha llegado a un espléndido inicio de carrera musical: dueño de su propia concepción del arte, fiel a su mundo más íntimo, talentoso en la composición, sabio con las palabras y rico en matices, su álbumCanciones domésticas [1987, Pentagrama] llega para fortalecer el dinámico y renovado rock mexicano.”
Sus siguientes producciones fueron El baile de las cosas (1990, Pentagrama) y Nada en su sitio (1994, Metztli). Escribió “El Boiler” y “Dámelo”, dos canciones que Nina Galindo incluyó en su disco Antropofagia amorosa (1993). Después grabó La miscelánea de la física (1996, inédito) y varios álbumes publicados en edición de autor: En vivo en La Ciudadela (1996); La jauría(1998), un excelente disco de duetos con cantautores como Rafael Catana, Fausto Arrellín, Roberto González, Gerardo Enciso y Armando Rosas, entre otros; y Zombra 0 (2009), grabado en vivo y en estudio en Puebla.
Con el tiempo, el maestro Arellano devino en un solitario cantautor, y en la nomenclatura musical actual es más conocido como trovador, parte de la “trova contemporánea”, que como rockero del célebre Movimiento Rupestre; olas y etiquetas musicales a las que se sobreponen la honestidad y la vigencia de su propuesta.
Esta entrevista tuvo lugar el 1 de febrero de 1995, cuando Arellano acababa de publicar Nada en su sitio y estaba a punto de cumplir treinta y ocho años. Sin embargo, “por azares de la vida”, como se suele decir, la entrevista se quedó archivada por casi dos décadas. Hoy que cumple treinta años de carrera artística como solista y cuarenta de sus inicios tocando en grupos, La Jornada Semanal publica un fragmento del largo diálogo que tan amable y pródigamente me concedió, el cual es no sólo una muestra de la apreciación que hace de su obra hasta ese momento, sino también parte de la historia del movimiento sonoro independiente mexicano. Valga este pequeño homenaje para festejar que el “treintañero” maestro Arellano sigue acompañando melodiosamente a los entonces treintañeros (retratados en su homónima canción) de los años noventa del siglo pasado (y a los de este siglo), pero también para celebrar a toda una generación de hacedores/as de música que ha dejado una huella importante y que debe dejar de ser vista como el “Lado B” de la cultura musical de nuestro país.

Entrevista con Carlos Arellano
Porfirio Miguel Hernández Cabrera


–Carlos, ¿cómo arranca tu carrera musical?
–Ora sí que es un asunto viejo. En el ‘94 cumplí veinte años de haberme iniciado en este rollo de empezar a hacer grupos. En el ‘74, cuando entré a la prepa, hice mi primer grupo, que se llamó Tortuga. Luego surgió una especie de moda por este asunto de recuperar los ritmos latinoamericanos, junto con una posición política en las canciones. Yo fui arrastrado por esta ola y me metí con varios grupos a esta onda –todo esto en Puebla–, y formé un grupo que se llamaba Nuevo Gallo, luego otro que se llamaba Teotonatli, aquellos nombres que se usaban. Era una cosa muy curiosa porque, a la par de estar tocando este género, seguía comprando mis discos de rock. Como yo seguía siendo rockero, aunque ejercitara otra música, tenía un afán por combinar la música que oía, que era rock, y este asunto. El último grupo en el que estuve en esa onda fue Nuevo Gallo –que duró como cinco años–, con el que al final de mi pertenencia empecé a fusionar cosas. De repente, la gente se empezó a abrir y a no ser tan dogmática, y más o menos como que gané la batalla entre estas dos vertientes. En el ‘83 trueno con el grupo, aunque éste sigue; regreso al rock como ejecutante, como músico, y junto con otros amigos formamos otro que se llamó Tierra Baldía. En el ‘84 dejo al grupo porque me voy ocho meses a vivir a España, en un viaje que es como mi recuperación como músico de rock. De hecho, desde mucho antes de entrar a ese grupo, y desde los anteriores, estoy haciendo mis canciones, y ya con Tierra Baldía gran parte del repertorio era mío. Me voy a Europa en el afán de ejercitar y mostrar mis canciones; se me habían juntado muchas porque siempre había sido parte de grupos. Regreso a finales del ‘84 y decido dedicarme de lleno a ser solista; me interesa cantar mis canciones y decido no cantar más las de otra gente.Canciones domésticas es el producto de un grupo de canciones que compuse al regreso de Europa. El disco lo hice a partir del apoyo de muchos amigos; los cuates me dijeron: “Oye, ¿por qué no las grabas?”, y yo: “Pero no sé cómo empezar.” Siempre el primer disco es muy difícil, no sabes qué puertas tocar, a quién le hablas, qué haces. Después de muchos apoyos, un amigo me dio lana para venir a grabar aquí en el DF, en un estudio de Antonio Russek, e hice un demo de esas canciones, nada más con guitarra. Con ese demo hice varias copias, una se la mandé a José Agustín, porque unos años antes lo había conocido en Puebla; otra se la mandé a Modesto López y otra a Memo Briseño. Hubo muy buena aceptación del demo con esas gentes, y el primero que me impulsó fue José Agustín, quien me dijo: “Oye, están suaves las rolas, pero por qué nos las arreglas un poco, las vistes más, les metes grupo como para venderlas ya más formalmente; así como están...” Entonces le hablé a Modesto y él me dijo: “Órale, le entramos”, y le hablé a Tierra Baldía y armamos el disco en una patada. Es muy chistoso porque, a la distancia, veo que el disco fue hecho a las totales carreras; lo grabamos en veinte horas, diez de grabación y diez de mezcla, y ahora que tengo un poco más de experiencia en esto digo que es una locura grabar así, pero creo que ganó en muchas cosas. Es un disco que ahora reivindico mucho por la frescura que tiene, a pesar de fallas de producción en general.


–De Canciones domésticas una rola que se escuchó mucho en la radio comercial del DF a finales de los ochenta fue “Nunca dejaré que te vayas”. ¿Cómo ocurrió esto y por qué no se te ha vuelto a programar?
–Es un caso muy curioso. Resulta que el disco salió y un día me dicen que la canción estaba sonando en la estación Espacio 59. Entonces, cada que venía sintonizaba la radio y varias veces la escuché; Fernanda Tapia me mandaba avisos, se echaba un rollito con alguna de sus locuras que siempre dice, por ejemplo: “Por ai le mandamos un aviso a Carlos Arellano, cuando andes por acá vennos a visitar.” Cuando por fin me conecté con Fernanda le pregunté que cómo había llegado el disco a sus manos, y ella nunca me supo responder, me dijo: “Bueno, llegó aquí, es parte del stock de la radiodifusora y yo no sé tampoco.” Entonces, bien a bien no sé cómo fue el asunto, fue un rollo muy natural; es decir, no hubo payola, la compañía nada pagó, yo no fui a entregarlo ni hablé con los directores de programación, fue un asunto sumamente fortuito. Creo que lo más lógico es que les gustó a los que programan, pero digamos que yo no moví nada más que las manos para hacer la canción y cantarla, y llegó sola ahí.


–Se podría decir que todo ese auge que había de “rock en tu idioma”, ¿de alguna manera contribuyó a que se te programara?
–Creo que sí, porque el tipo de programación de Espacio 59 respondía a eso, al auge que le intentaban dar al “rock en tu idioma”, como en ese momento lo publicitaban.


–¿Cómo ves el trabajo realizado en tu segundo disco?

Foto: Pau Macias. Fuente: Poblano.mx
–Este disco es también muy ecléctico, respondió a lo que venía saliendo enCanciones domésticas. De hecho, el primer disco me dio chance de conocer a muchos músicos, me permitió venir a tocar más seguido al DF. Entonces, cuando estaba preparando El baile de las cosas se me antojó mucho invitar a muchos amigos que había conocido, que ya los conocía como músicos, pero no los conocía como cuates. Quise hacer un gran mitin de músicos que me gustaban e hice un disco que salió así. Si le ves los defectos, le falta unidad de sonido, va saltando por muchos lados porque van metiendo la mano muchos músicos, desde un rocanrol que toca Briseño hasta una balada como “María Eugenia” –que toca un trío que se llamaba Tránsito, que era un grupo, ¿qué será?, de nuevo canto o algo así–, que es un rollo un poquito más fresón; a mí se me antojó mucho ese toque porque es una canción más íntima, más tierna, más suavecita. Invité también a Daniel Tuchman –a mí siempre me ha gustado mucho su trabajo– y a Luis Rojas, un amigo que me parece un extraordinario pianista de rocanrol, un chavo de una trayectoria larguísima, que luego se desaparece mucho. Conocí a Federico Luna, quien me dio todas las facilidades para hacer este segundo disco; me dejó meter mano y hacer y deshacer. Claro, de algún modo él iba cuidando muchos aspectos musicales y me conectó con músicos que en ese momento yo no conocía.


–¿Qué diferencias encuentras entre Nada en su sitio y las dos producciones anteriores?
–Muchas. Te voy a contestar un poco con la historia de este disco. Antes de grabarlo yo venía trabajando durante dos años con el grupo con el que lo grabé. Tenía rato de no estar con un grupo y desde un principio empezamos a inventar este disco los tres: el baterista, que es Mario Chánez; el guitarrista, que es Olinto Montiel; y yo. Quise hacer un ajuste de cuentas con los grupos de rock pesado que había escuchado, y esos dos músicos eran muy adecuados para eso, porque de algún modo nos unía ese gusto. Aquí sí busqué mucho volver al sonido, que fuera un disco muy marchoso, con mucha energía, que fuera un disco plenamente rockero, que por cierto me ha traído críticas de mucha gente.


–¿En qué sentido?
–Dicen que me encuentro mejor, y que me es más natural, el asunto acústico que el pesado; críticas que acepto, pero finalmente funcioné a base del capricho, de decir: “Tengo estas ganas, entonces voy a hacer un disco de este tono”, y desde un principio sabía que corría el riesgo con este asunto, porque nadie más que yo dice cómo voy a hacer los discos. Hubo una participación sumamente importante de los músicos; yo compuse las letras de las canciones, aunque en tres de ellas la música la compuse con el grupo. El blues “Qué será” lo fuimos haciendo juntos Diego Rosas y yo, pero él me ayudó muchísimo, por eso la coautoría. Fue un trabajo colectivo y se nota mucha distancia entre los dos discos anteriores y éste. Es un disco completamente rockero, sin concesiones, muy eléctrico, e incluso de repente agarra tanta velocidad que hay canciones, como “No te quedes con él”, que me costaba trabajo cantarlas porque no tengo la tesitura adecuada, allí yo me imaginaba a Robert Plant cantándola. Todas estas cosas que te platico iban siendo actos conscientes y son parte de lo que otra gente vio como lados flacos, pero así se me antojó hacer este disco.


–¿Hasta dónde quieres llegar musicalmente?
–Mi conflicto está siempre en la supervivencia económica, también tengo conflictos a nivel de producir mejor mis discos. Uno de los problemas que tenemos los que andamos en este territorio de la marginalidad, es el de producir con mejor calidad. Espero que desde la independencia se puedan ir resolviendo estas cosas. Es decir, no es necesario estar en una gran compañía para hacer un disco competitivo a nivel de sonido, de calidad auditiva, y poder seguir haciendo realidad mis proyectos. Claro, a la par, estos caprichos siempre te van llevando, y ese es el gran problema, porque siempre se desfasa el lado económico, va por detrás. Además, conforme van pasando los años, te vas haciendo más viejo, el rollo del éxito se te va haciendo más lejano y hasta chance es sano ese alejamiento, desdeñarlo, ningunearlo, ese es un mecanismo mental medio extraño. Entonces, eso: seguir grabando, que se me sigan ocurriendo cosas.

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